viernes, 30 de mayo de 2008

LA TEOCRACIA

El sistema de gobierno en el cual Dios se constituye como soberano, se denomina teocracia. Esta palabra viene de la unión de dos palabras griegas: theos (Dios) y cratos (dominio). Es decir, “el gobierno, o dominio de Dios”. Este es el sistema que Dios elige para Israel. Pero Dios gobierna de esta manera en tanto el pueblo lo quiera. Cuando se rebela, no hay más teocracia.
Llega entonces un momento en que no hay profeta, no hay hombre que entre y hable con Dios. No hay ministros ungidos, no se oye la voz de Dios y el pueblo vive como le parece. No había rey en Israel. De allí la anarquía en que viven la nación y los individuos. Surge luego el último de los jueces: Samuel. La voz profética comienza a oírse una vez más por su intermedio, a causa de que él comienza a oír la voz de Dios.
-Samuel, Samuel.
-¿Quién me llama?
Era algo tan desacostumbrado en sus días que Dios hablara, que le cuesta bastante entender que el que llamaba era Dios.
Samuel no sólo es juez, sino también profeta de Dios. El quiere retornar a la teocracia. Comienza a orientar al pueblo diciendo: -Así dice Jehová: Salid a la batalla –o bien- Así ha dicho Jehová: No salgáis. Samuel procura que Israel viva otra vez bajo el reino de Dios y, durante cierto tiempo, lo logra.

jueves, 22 de mayo de 2008

DIOS LO EXALTO

El versículo 9 del capítulo 2 de la carta del apóstol Pablo a los Filipenses continua diciendo: Por lo cual (por este sentir que hubo en Cristo de humillarse hasta lo más bajo) Dios también lo exalto hasta lo sumo. El se humilló. ¡Qué diferente a nosotros! Siempre buscamos ascender un poco más. Señor concédeme que en tu reino me siente a tu derecha… Señor, ¿quién es el mayor?... Siempre queremos subir. Cristo dice: Ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros hagáis. Y el apóstol Pablo apela: Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús.
El Padre exaltó a Cristo. ¿Por qué? Por su humillación. El mismo enseñó a los suyos que, el que se humilla será ensalzado, y el que se ensalza, será humillado.
Cristo, en su exaltación, recibió del Padre dos cosas: primero, el lugar sumo. La palabra sumo tiene la misma raíz que sumar. Sumo quiere decir la suma de todas las sumas, el lugar más elevado. Cristo recibió ese lugar del Padre.
Segundo, recibió un nombre que es sobre todo nombre. Es un nombre tal, que frente a él se doblará toda rodilla de los que están en los cielos: ángeles y redimidos; de los que están en la tierra: hombres, creyentes, pecadores y aun ateos; y de los que están debajo de la tierra: muertos, demonios y todos los seres del universo, seres de los infiernos y de los aires. Es decir, todos los seres del Universo –ángeles, hombres y demonios- doblarán su rodilla ante la mención de este título supremo que el Padre dio al Hijo cuando lo exaltó. Y toda lengua confesará: ¡JESUCRISTO ES EL SEÑOR! , para gloria de Dios Padre.

miércoles, 14 de mayo de 2008

SE HUMILLO A SI MISMO

Examinemos primero el pasaje. Haya en vosotros –dice Pablo- este sentir que hubo también en Cristo. Luego, procede a describir el sentir de Cristo: el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse. Cristo, antes de nacer, ya existía en forma de Dios. El era y es Dios. En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios, afirma Juan (1Jn.1:1). Cristo, siendo en forma de Dios, no estimó ser igual a Dios como posición a la que aferrarse, sino que se despojó, se desprendió de su condición de Dios y al hacerlo vino al mundo como hombre, en la condición de hombre. Dios el ser supremo de todo el universo, el Creador tomó forma de ser creado. Este sentir que hubo en Cristo, es el que debe haber en nosotros.
Existen seres creados superiores e inferiores a nosotros. Como hombres, todos deseamos superarnos, evolucionar, subir; nadie busca descender. La siguiente pregunta te ayudará a entender el sentir que hubo en Cristo: ¿Quisieras dejar de ser lo que eres, para transformarte en un perro? Tu reacción inmediata sería: -¡Por favor! ¡Yo soy hombre!
¿Sabes lo que está ocurriendo en ti en este instante? Te estás aferrando a tu condición; no quieres desprenderte de lo que eres. Pero tengo una pregunta más: ¿Quisieras ser una hormiga? La reacción es mayor porque hay que descender aun más.
Dios se hizo hombre. Su salto de humillación haciéndose hombre es mayor que el del hombre volviéndose hormiga, porque finalmente, hombre y hormiga son seres creados, mientras que en su caso, el creador debió hacerse criatura y descender, humillarse y venir a esta tierra.
Estando en esta condición. El podía haber dicho: -¡Atención! Soy hombre… pero también soy Dios. He venido para que me sirvan; así que, todos, ¡a servirme!
Pero El no vino para ser servido, sino para servir. Estando entre los hombres como hombre, aún se humilló entre ellos para tomar la forma de siervo. Toda su vida fue de servicio. En el aposento alto tomó la toalla y el lebrillo y se arrodilló para lavar los pies sucios de sus discípulos. Esa tarea, que correspondía al esclavo mas indigno, la hizo El, porque descendió para servir.
Siendo Dios, se hizo hombre; siendo hombre se hizo siervo. Pero aún hay otro escalón en este descenso de Cristo: siendo siervo, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte; y no cualquier muerte, sino muerte de cruz. Cristo descendió al lugar más bajo, porque no hay en el universo un sitio peor que aquel donde se recibe la maldición divina. En efecto, el cargó en el Calvario la maldición sobre sí; fue hecho pecado por nosotros. El ser más alto del universo descendió hasta el lugar más bajo. ¡Todos nuestros infiernos cayeron sobre el Hijo de Dios en aquella cruz!

sábado, 10 de mayo de 2008

JESUCRISTO ES EL SEÑOR DE MI VIDA

Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
El cual, siendo en forma de Dios, no estimo el ser igual a Dios como cosa ha que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humillo a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que
JESUCRISTO ES EL SEÑOR, para gloria de Dios Padre. (Filipenses 2:5-11)

Algunos estudiosos de la Biblia señalan la probabilidad de que este pasaje haya sido una antigua canción entonada en las reuniones de la iglesia primitiva. No se sabe si la misma fue tomada de la Epístola o si Pablo, al escribirla, la incluyó o parafraseó en su carta. Pero de todos modos, allí está, y por lo tanto es revelación de Dios para nosotros.
Dentro del pasaje, el versículo 11 es central: toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. La palabra clave es: SEÑOR. Tenemos, pues, un pasaje base, un texto central y una palabra clave. Todo lo que tratemos en adelante girará en torno a esta palabra clave. Para entenderla bien, debemos comprender el texto, ubicándolo dentro del pasaje.

sábado, 3 de mayo de 2008

LA HERMANDAD Y LA IGLESIA

Una de las formas más prácticas para ayudarnos en nuestro crecimiento como cristianos es la hermandad con otros creyentes en Cristo. La hermandad consiste en dedicar tiempo y compartir actividades con otros que también aman a Cristo.
Si ponemos varios troncos en una chimenea, arderán vigorosamente. Sin embargo, si colocamos a uno solo en una chimenea fría, el fuego se extinguirá. Los cristianos necesitan estar juntos, pues de lo contrario se apagará el fuego del entusiasmo. Esa relación es vital para wel crecimiento cristiano. La Palabra de Dios nos lo dice en Hebreos 10:24 y 25, “no dejarnos de congregarnos”.
El mejor lugar para encontrar esta hermandad con otros cristianos es una iglesia en el lugar donde vives. Es aquí también donde recibirás buenas enseñanzas de la Palabra de Dios y donde sentirás la alegría de adorarlo.
Antes de que consideres una iglesia de la cual te gustaría formar parte, permíteme sugerir algunas preguntas que quizás te ayuden a evaluar qué iglesia sería la mejor para ti:

¿Cómo trata la iglesia la Palabra de Dios, o sea, la Biblia?
¿Acepta que la Biblia proviene de Dios, y así lo enseña?
¿Cómo trata la iglesia al Hijo de Dios? ¿Reconoce que es amoroso y misericordioso, y, sin embargo, es justo y recto, digno de nuestra adoración y veneración? ¿Cómo se tratan entre sí los integrantes de la iglesia? ¿Son individuos bondadosos, amorosos, y se ve que se interesan unos por otros, deseando ayudarse y alentarse mutuamente para caminar con Dios?

Pide a Dios que te ayude a encontrar una iglesia donde puedas compartir la hermandad y rendir culto cada semana.
Ese es el crecimiento. Como los niños, tememos enfrentarnos a él, pero cuando llega, nos parece maravilloso. Así, pues, tu crecimiento como cristiano será al mismo emocionante y útil.
A manera de repaso, vemos que, para avanzar desde nuestra conversión inicial hacia la madurez espiritual, debemos emplear estas “herramientas” especiales:

Acude a Dios diariamente a través de la oración.
Lee a diario la Palabra de Dios.
Obedece a Dios en cada momento.
Da testimonio de Cristo con tu vida y con tus palabras.
Confía a Dios todos los detalles de tu vida.
El Espíritu Santo permite que Dios tenga el control y el poder sobre tu vida diaria.

Tu crecimiento como cristiano dará gloria a Dios y le permitirá bendecirte con Su Presencia. Esa Presencia trae la fuerza para vivir.

jueves, 1 de mayo de 2008

¿COMO PODRE ESTAR LLENO DEL ESPIRITU SANTO?

Hace varios años alguien visitó una de esas enormes represas hidroeléctricas, situada sobre el río Columbia en el Estado de Washington. Había oído hablar de turbinas y generadores, pero, por alguna razón, siempre había creído que el agua que pasaba rugiendo por encima del vertedero proporcionaba la fuerza para esas represas. Jamás se me ocurrió que la verdadera fuerza no provenía de la espuma que pasaba por encima, sino que producía en máquinas ocultas mucho más abajo.
Un ascensor llevó al grupo visitante dentro de las misteriosas entrañas de la represa. Al abrirse las puertas, se encontraron en una sala enorme, tan larga como ancha era la presa, en la que había más energía que la que este hombre jamás hubiera imaginado. Un zumbido profundo llenaba la sala inmaculada, en cuyo cielo raso de divisaban grúas enormes, que se deslizaban sobre rieles. El aire en sí vibraba de energía. ¿De donde provenía? Su origen no era el agua que caía sobre el vertedero, a más de cien metros por encima del contingente; ni tampoco las gigantescas turbinas, ancladas en el piso. Eran los millones de kilos de presión hidráulica en el lago. Al pasar el agua por las pesadas turbinas, generaba suficiente energía para suministrar fuerza eléctrica a la mitad del Estado de Washington, y parte de Oregón.
Así también se mueve el Espíritu Santo por la “turbina espiritual” del creyente, para crear una fuerza increíble.
Estar lleno del Espíritu implica renunciar por completo a la propia voluntad, sin reservas, y entregarse a la voluntad de Dios. No es un acontecimiento, sino un proceso continuo. San Pablo escribió a sus amigos en Efesios: “Sed llenos del Espíritu”. (Efesios 5:18)
Quiere decir que estemos constantemente llenos del Espíritu. Lo que está diciendo es: “Llenaos, llenas y llenaos del Espíritu Santo”.
¿Por qué necesitamos estar constantemente llenos del Espíritu? Pues bien, por su parte, porque con frecuencia retomamos el control de nuestra vida, que ya habíamos cedido a El. Decidimos que queremos ser nuestro propio dueño y tomar nuestras propias decisiones. Cuando actuamos así, el Espíritu Santo se aflige, es decir, se interrumpe el flujo de su fuerza a través de nosotros. Para restaurar esta fuerza, tenemos que convenir con Dios en que hemos pecado, y una vez más debemos ceder el control de nuestra vida al Espíritu.
El doctor Bill Bright se refiere a esta experiencia como la “respiración espiritual”. Un bebé toma su primera aspiración poco después de nacer, pero moriría pronto si no siguiera respirando. De la misma manera, San Pablo nos dice que debemos estar constantemente llenos del Espíritu Santo. La respiración espiritual significa exhalar todo aquello que impide o “aflige” al Espíritu Santo, e inhalar constantemente la fuerza del Espíritu Santo. Primero exhalamos aire puro; luego inhalamos aire puro.
Si quieres estar lleno del Espíritu Santo, necesitas exhalar las impurezas del pecado que hay en tu vida. Esto se conoce como la confesión: Ponerse de acuerdo con Dios en que has pecado, en que has ejercido control indebido sobre algún aspecto de tu vida, y que ahora exhalas esa impureza. Luego, inmediatamente, dale gracias a Dios por perdonar tu pecado, y una vez más cédele el control de tu vida.
Seguramente querrás hacer de la “respiración espiritual” una parte constante de tu vida, de manera que puedas vivir cada día lleno de la maravillosa fuerza del Espíritu Santo.
Es posible que hasta este momento, el Espíritu Santo haya sido tan solo un “invitado” en tu vida. (Recuerda que vino para vivir en ti en el momento mismo en que te convertiste en cristiano) Sin embargo, desea ser más que un invitado. Quiere ser Amo de tu hogar. Desea tener acceso completo a la biblioteca de tu mente, al comedor de tus apetitos, al salón de tus relaciones, y a la sala de juegos de tu vida social. Quiere que lo lleves a los cuartitos ocultos donde has participado en actividades quizás vergonzosas. En resumen: El quiere estar a cargo de tu vida.
Suena como una renuncia de gran trascendencia: ¡Y lo es! Pero, a cambio de entregarle tu vida, el Espíritu Santo te llena de una fuerza sobrenatural contra el pecado. Te introduce a una vida abundante, plena de significado, de amor, de alegría, de paz, de paciencia y de bondad indescriptibles que sólo puede ser resultado de la completa entrega de tu voluntad a Dios.
¿Quieres estar lleno del Espíritu Santo? No tienes que buscarlo, ni esperarlo. El ya vive dentro de ti, en espera de que le permitas controlar tu vida. Si éste es el deseo de tu corazón, simplemente dile a Dios que deseas que te llene del Espíritu Santo, acepta su fuerza por medio de la fe, y empieza a darle gracias. Toda la fuerza del Cielo es tuya a medida que comienzas a vivir tu vida en la plenitud del Espíritu Santo.