jueves, 27 de noviembre de 2008

JESUCRISTO ES EL SEÑOR DE MI VIDA

Vuelve, oh alma mía, a tu reposo, porque el Señor te ha hecho bien. (Salmo 116:7)

Esta invitación que frecuentemente acompaña los avisos fúnebres siempre me oprime el corazón. He aquí el porqué. En este mundo no es corriente que alguien se preocupe por la suerte del alma de tal o cual prójimo o conocido mientras vive; parece que es un tema prohibido; uno es fácilmente considerado como indiscreto cuando se arriesga a mencionarlo: ¿Por qué se mete usted? ¿Eso no me importa sólo a mí? ¿No soy libre de pensar lo que se me antoja en cuanto al porvenir? Y sólo cuando ha sobrevenido la muerte, uno piensa a preocuparse por el alma del difunto; a veces no se repara en sacrificios para hacer celebrar servicios “por el descanso de su alma”.
¿No encuentra usted extraño que manifestemos ahora, mientras todavía vive en esta tierra, ese interés por su alma que usted desearía que se lo demostrara después de su muerte? ¿Sabe usted que puede obtener desde ahora el descanso de su alma? Más aún, ¿sabe que le es ofrecido por el Señor, quien no cesa de hacer proclamar: “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (2ª Corintios 6:2). Miles y miles de pecadores, como lo somos todos, han encontrado el perdón de sus pecados, la seguridad de la vida eterna y el “descanso de su alma” por el Salvador, Jesús, quien murió en la cruz para librarnos de nuestra desesperada condición.
No espere un porvenir que no le pertenece. Usted mismo tenga piedad de su alma. Ore por ella ahora. Él le oirá. Él le contestará. Él le hará bien para esta vida y para la eternidad; el descanso, Él LO DA. Óigale decir: “Venid a mí… y yo os haré descansar… y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28-29).

JESUCRISTO ES EL SEÑOR DE MI VIDA

Vuelve, oh alma mía, a tu reposo, porque el Señor te ha hecho bien. (Salmo 116:7)

Esta invitación que frecuentemente acompaña los avisos fúnebres siempre me oprime el corazón. He aquí el porqué. En este mundo no es corriente que alguien se preocupe por la suerte del alma de tal o cual prójimo o conocido mientras vive; parece que es un tema prohibido; uno es fácilmente considerado como indiscreto cuando se arriesga a mencionarlo: ¿Por qué se mete usted? ¿Eso no me importa sólo a mí? ¿No soy libre de pensar lo que se me antoja en cuanto al porvenir? Y sólo cuando ha sobrevenido la muerte, uno piensa a preocuparse por el alma del difunto; a veces no se repara en sacrificios para hacer celebrar servicios “por el descanso de su alma”.
¿No encuentra usted extraño que manifestemos ahora, mientras todavía vive en esta tierra, ese interés por su alma que usted desearía que se lo demostrara después de su muerte? ¿Sabe usted que puede obtener desde ahora el descanso de su alma? Más aún, ¿sabe que le es ofrecido por el Señor, quien no cesa de hacer proclamar: “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (2ª Corintios 6:2). Miles y miles de pecadores, como lo somos todos, han encontrado el perdón de sus pecados, la seguridad de la vida eterna y el “descanso de su alma” por el Salvador, Jesús, quien murió en la cruz para librarnos de nuestra desesperada condición.
No espere un porvenir que no le pertenece. Usted mismo tenga piedad de su alma. Ore por ella ahora. Él le oirá. Él le contestará. Él le hará bien para esta vida y para la eternidad; el descanso, Él LO DA. Óigale decir: “Venid a mí… y yo os haré descansar… y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28-29).

domingo, 23 de noviembre de 2008

¿QUE ES LA VERDAD?

Respondió Jesús:… y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. (Juan 18:37)


Pilato formuló esta pregunta a Jesús y le dio la espalda sin aguardar la respuesta. Perdió la oportunidad: no le imitemos. Poseer la verdad es tener la llave del provenir. Pero entre las voces discordantes que se oyen, ¿dónde está lo Verdadero? ¿Dependerá de la raza o de la civilización? Imposible, si no habría varias verdades, lo que es absurdo. Se apela a Mahoma, Buda, Confucio u otros modernos fundadores de religiones. En lo que concierne a Jesús, hay quien se atreve a emitir la opinión de que él era un hombre. Se admite que él es un gran modelo, pero no lo bastante grande como para hacer callar la razón humana.
Jesucristo no es un jefe de religión, como se entiende de costumbre. El cristianismo de la Biblia no es una religión entre otras. El Señor Jesús es la revelación del Dios único, del Dios viviente. Jesús dijo: ”El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9). Sí, Dios quiere ser un Padre para todos los que creen en su Hijo.
¿Alimentó Mahoma a 5000 personas con cinco panes y dos peces? Buda, ¿devolvió la vista a unos ciegos? Confucio, ¿resucitó a unos muertos? Todos llegaron al final de su vida y fueron sepultados como todos los simples mortales. Sólo uno fue vencedor de la muerte, sólo uno resucitó: ¡Jesucristo, el Hijo de Dios, el Crucificado, el Salvador del mundo! ¿No dijo él: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”? (Juan 14:6).

viernes, 7 de noviembre de 2008

AGRADAR AL SEÑÓR

… que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo. (Colosenses 1:9-10)
Procuramos también… serle agradables.
(2 Corintios 5:9)

Es el gran móvil que debe conducir y determinar los actos del creyente. No pensemos que los quehaceres cotidianos, a menudo penosos y repetitivos, que son la parte de muchos cristianos sean un obstáculo para el desarrollo espiritual. Al contrario, en estos mismos trabajos podemos servir a Cristo si los cumplimos fielmente bajo su mirada y tan bien como sea posible. Si nuestro patrón o nuestro superior es severo, exigente e injusto, primeramente oremos para que Dios nos haga capaces de soportarle y, más aun, de poder amarle como a una criatura por la cual Dios se interesa. Cumplamos calmamente nuestra tarea “como para el Señor”, quien es nuestro verdadero Amo, a fin de que nuestra conducta adorne el Evangelio, demostrando que el hijo de Dios no solamente obedece esta Palabra, sino que se siente feliz de hacerlo.
Éste es el comportamiento que se debería observar cada día en el creyente y mediante el cual él puede glorificar a su Señor. “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús" (Colosenses 3:17).

Si mi conducta encierra
De mi Dios la aprobación
Tendré el cielo en la tierra
Por su entera comunión.

EL VIAJE DE LA VIDA

Os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación. (2ª Corintios 5:20; 6:2)

Por trivial que parezca, la comparación de la vida con un viaje en tren rápido es muy apropiada. El viajero llevado por el convoy que corre a toda velocidad a través de ciudades y campiñas ve desfilar a toda marcha paisajes alegres y sitios austeros. No le es posible detenerse más en los primeros como evitar los segundos. Puentes y túneles, curvas y rampas, señales y cambios de agujas se suceden sin tregua hasta el término previsto.
¡Estamos de viaje, el gran viaje de la vida! Quizás hayamos atravesado más de un oscuro túnel: un duelo, un accidente, una enfermedad o una decepción. El tren aminora la marcha; luego, pasada la prueba, vuelve a tomar velocidad normal. Volvemos a tener días soleados y pendientes verdeantes, pero también sin advertencia el convoy puede detenerse para dejar descender del tren de la vida a los viajeros que hayan llegado a destino.
Todos los días y varias veces por día, ese tren se detiene y, de grado o por fuerza, multitud de viajeros bajan, ¿Cuál es su equipaje? En el tren dejaron fortuna, situación social, relaciones y conocidos. Pero conservan sus pecados, de los cuales tendrán que dar cuenta a Dios, si no fueron liberados de ellos por medio de la fe en Jesús, el Salvador, quien murió en la cruz.
No aguardemos la fatal parada para resolver esa cuestión. Sería demasiado tarde. Desde ahora apoderémonos de la salvación que se nos ofrece.