viernes, 12 de diciembre de 2008

LA JUSTICIA Y LA PAZ ¿SON DE ESTE MUNDO?

La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron. (Salmo 85:10)

El efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre. (Isaías 32:17)

Desde su tierna infancia el hombre ya se muestra muy sensible a la injusticia, sobre todo si estima que es perjudicado. Su egoísmo básico lo lleva a quedar apegado a sus propios derechos, los que procura hacer prevalecer antes que estar preocupado por sus deberes y por lo que debe a su prójimo. Esa disposición, frecuente raíz de celos, amargura o irritación, puede conducir a toda clase de conflictos familiares, sociales o nacionales.
En este mundo turbado por la injusticia, ¿puede esperarse que la justicia triunfe algún día, y con ella la paz universal? Es una esperanza a menudo acariciada y nunca satisfecha. La justicia, administrada por el hombre y ejercitada por medios humanos, lleva gérmenes de rebelión y protestas. En efecto, ¿qué ser humano es bastante sabio, imparcial y clarividente para emitir una sentencia, tomando en cuenta de manera equitativa todos los intereses en juego?
Esa esperanza de un mundo de justicia y de paz universal algún día se realizará bajo el reinado del Príncipe de paz. Sólo Jesús puede hacer reinar la justicia y establecer la paz en la tierra. Tiene el poder para hacerlo, porque es Dios y porque adquirió tal derecho mediante su perfecta obra.
Desde hoy, los que hallaron en él un perfecto Salvador y cuyo corazón fue cambiado son felices de reconocerle como su Señor y de doblegarse bajo su autoridad benévola. Los conduce por senderos de justicia y llena su corazón con su paz.