lunes, 28 de noviembre de 2016

TODOS SOMOS IGUALES DELANTE DEL SEÑOR AUNQUE NOS PAREZCA QUE NO, YA QUE EL LE COMPLETA AL QUE LE FALTA

… Ella ha hecho una obra hermosa conmigo (Marcos 14:6). Lucas 7:36-50 Imagina a dos adolescentes. Una es fuerte y saludable. La otra nunca conoció la libertad de moverse sola. Desde su silla de ruedas, no solo enfrenta los desafíos emocionales comunes de la vida, sino también una serie de dolores y dificultades físicas. No obstante, ambas sonríen alegremente mientras disfrutan de la mutua compañía. Dos adolescentes hermosas; cada una viendo en la otra el tesoro de la amistad. Jesús dedicó gran parte de su tiempo a personas como la muchacha de la silla de ruedas; personas con discapacidades o deformidades físicas de por vida, o que eran despreciadas por los demás por diversas razones. En realidad, Jesús permitió que una de esas personas lo ungiera con aceite, desairando a los líderes religiosos (Lucas 7:39). En otra demostración similar de amor, Jesús dijo a quienes lo criticaban: «Déjenla en paz […]. Ella ha hecho una obra hermosa conmigo» (Marcos 14:6 NVI). Dios valora a todos por igual; no hay distinción ante sus ojos. Ciertamente, todos necesitamos desesperadamente el amor y el perdón del Señor. Su amor lo impulsó a morir en la cruz por nosotros. Veamos a cada persona como lo hacía Jesús: creada a la imagen de Dios, digna de su amor y hermosa. Señor, ayúdame a ver a las personas como tú las ves: suficientemente importantes como para haber muerto por ellas. Todas las personas con quienes nos encontramos llevan la imagen de Dios.

lunes, 21 de noviembre de 2016

AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS CON AMOR FRATERNAL; EN CUANTO A HONRA, PREFIRIÉNDOOOS LOS UNOS A LOS OTROS

La muerte y la vida están en poder de la lengua… (Proverbios 18:21). Efesios 4:25-32 Emilia escuchaba mientras unos amigos hablaban de sus costumbres para la fiesta de Acción de Gracias. Uno explicó: «Uno por uno, decimos por qué estamos agradecidos». Otro mencionó: «Aunque mi padre tenía demencia senil, su oración de gratitud al Señor era clara». Y otro compartió: «Nosotros cantamos juntos, ¡y mi abuela nunca para de cantar!». Emilia sintió celos y tristeza al pensar en su familia, y se quejó: «Nuestra costumbre es comer, mirar televisión y no mencionar a Dios ni dar gracias por nada». En ese momento, se sintió mal por su actitud y se preguntó: Tú eres parte de esa familia. ¿Qué te gustaría hacer para cambiar ese día? Entonces, decidió decirle a cada uno que daba gracias al Señor porque eran su hermana, sobrina, hermano o sobrina nieta. Llegó el día y así lo hizo, y todos se sintieron amados. Fue difícil porque no era habitual conversar así en familia, pero se sintió muy feliz de decirles que los amaba. El apóstol Pablo escribió: «No salga de vuestra boca ninguna palabra mala, sino sólo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan (Efesios 4:29 LBLA). Nuestras palabras de agradecimiento pueden recordarles a otros cuánto valen para nosotros y para Dios. Señor, muéstrame cómo puedo alentar a otros con mis palabras. El espíritu humano se llena de esperanza con el sonido de una palabra alentadora.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

TENEMOS UNA TRIBUNA IMPRESIONANTE EN LOS CIELOS QUE SABEN MUY BIEN QUE CON CRISTO SOMOS MAS QUE VENCEDORES

… corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante (12:1). Hebreos 11:32–12:3 En el estadio de la Universidad A&M de Texas, hay un cartel enorme que dice: «CASA DEL HOMBRE 12». Aunque los equipos pueden tener solo once jugadores en el campo, el Hombre 12 alude a los miles de alumnos que se quedan de pie durante todo el partido para alentar al equipo. Según la tradición, esto se remonta a 1992, cuando el entrenador llamó a un alumno de la tribuna para que se pusiera el uniforme y estuviera listo para reemplazar a un jugador lesionado. Aunque nunca entró a jugar, su presencia y disposición alentó enormemente al equipo. Hebreos 11 describe a héroes de la fe que enfrentaron grandes pruebas y permanecieron fieles a Dios. Y el capítulo 12 comienza diciendo: «Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante» (v. 1). No estamos solos en nuestro sendero de la fe. Santos destacados y personas comunes, fieles al Señor, nos alientan con su ejemplo y con su presencia en el cielo. Son como un Hombre 12 espiritual, de pie mientras nosotros seguimos en el campo. Mientras ellos nos alientan, mantenemos la mirada en Jesús, «el autor y consumador de la fe» (12:2). Señor, dame fuerza para seguir corriendo hoy la carrera de la fe. Los creyentes fieles del pasado son un estímulo para nosotros hoy.

viernes, 11 de noviembre de 2016

¿QUE ERES DEL SEÑOR: CONOCIDO/A, DISCÍPULO/A, SIERVO/A O AMIGO/A?

Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando (v. 14). Juan 15:12-17 Ringo parece un perro fuerte; grande, musculoso, con pelo grueso, ¡y pesa más de 45 kilos! Aun así, su dueño lo lleva a hogares de ancianos y a hospitales para hacerlos sonreír. Una vez, una niña de cuatro años lo vio y quiso acariciarlo, pero tenía miedo de acercarse. Al final, su curiosidad superó su temor, y pasó un rato hablándole y tocándolo. Así descubrió que, aunque era fuerte, también era manso. Esta combinación de cualidades me recuerda lo que dice el Nuevo Testamento sobre Jesús: era accesible, ya que recibía a los niños (Mateo 19:13-15); fue amable con una desesperada mujer adúltera (Juan 8:1-11); y tuvo compasión al enseñar a las multitudes (Marcos 6:34). Al mismo tiempo, su poder era asombroso: ¡la gente miraba boquiabierta cuando Él echó demonios, calmó tormentas y resucitó muertos! (Marcos 1:21-34; 4:35-41; Juan 11). Nuestra manera de ver a Jesús determina cómo nos relacionamos con Él. Si nos enfocamos solo en su poder, podemos adorarlo de manera distante, como si fuera un superhéroe de historietas. O, si exageramos en cuanto a su bondad, corremos el riesgo de ser irrespetuosos. Lo cierto es que Jesús combina ambas cosas: es lo suficientemente grande como para que lo obedezcamos y humilde como para llamarnos amigos. ¿Que eres del Señor: conocido/a, discípulo/a, siervo/a o amigo/a…? …14 Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. 15 Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he oído de mi Padre. Señor, gracias por ser como eres y por conocerte. Nuestra manera de relacionarnos con Cristo muestra lo que pensamos de Él.

domingo, 6 de noviembre de 2016

CASA DE PAZ

… ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios (6:11). 1 Cor. 6:9-11; 13:4-7 Un joven japonés tenía miedo de salir de su casa. Para evitar a la gente, dormía de día y pasaba toda la noche mirando televisión. Era un hikikomori; o sea, un ermitaño moderno. El problema empezó cuando dejó de ir a la escuela por sus malas calificaciones. Cuanto más alejado estaba de la sociedad, más inadaptado social se sentía. Al final, dejó de comunicarse por completo con sus amigos y parientes. No obstante, para recuperarse, lo ayudó visitar un club juvenil llamado ibasho, un lugar seguro donde personas quebrantadas comenzaban a reinsertarse en la sociedad. ¿No podríamos pensar en la iglesia como un ibasho… y como mucho más? Sin duda, somos una comunidad de personas quebrantadas. Cuando Pablo les escribió a los corintios, describió su antiguo estilo de vida como antisocial, perjudicial y peligroso para ellos mismos y los demás (1 Corintios 6:9-10). Sin embargo, en Jesús, fueron transformados y sanados. Entonces, instó a estas personas rescatadas a amarse mutuamente, ser pacientes y amables, y a no tener celos, soberbia ni rudeza (13:4-7). La iglesia debe ser un ibasho donde todos, independientemente de las luchas o las angustias que enfrentemos, conozcamos y experimentemos el amor de Dios. Señor, ayúdame a honrar tu santo nombre y a amar a los demás como tú me amas. Solo Dios puede transformar un alma manchada por el pecado en una obra maestra de su gracia.

martes, 1 de noviembre de 2016

CON EL AGUA QUE NOS DA CRISTO NO TENDREMOS SED JAMAS

… el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás… (v. 14). Juan 4:1-15 Cuando Dave Mueller extendió su brazo y giró la llave, el agua comenzó a fluir de la tubería a un balde azul. A su alrededor, la gente aplaudía celebrando que el agua fresca y limpia llegaba por primera vez a su comunidad. Tener una fuente de agua potable le cambiaría la vida a este grupo de kenianos. Dave y su esposa trabajan arduamente para suplir las necesidades de la gente con la provisión de agua. Sin embargo, no solo se ocupan del H2O, sino que también le hablan de Jesucristo. Hace 2.000 años, un hombre llamado Jesús se detuvo junto a un pozo en Samaria y habló con una mujer que había ido a ese lugar a buscar agua para saciar su sed física, pero el Señor le dijo que lo que ella necesitaba aun más era agua viva para su salud espiritual. La historia ha avanzado y la humanidad se ha vuelto más sofisticada, pero la vida sigue dependiendo de la misma verdad: sin agua potable, morimos. Pero lo más importante es que, sin Jesucristo, la fuente de agua viva, estamos muertos en nuestros pecados. El agua es esencial para la vida: en el aspecto físico, con el H2O; en el espiritual, con Cristo. ¿Ya has probado el agua viva que provee Jesús, el Salvador? Señor, gracias por morir por nosotros en la cruz y resucitar para satisfacer nuestra sed espiritual y darnos vida. Solamente Jesús tiene el agua viva que apaga la sed espiritual.