viernes, 29 de marzo de 2019

¡PENSAR QUE HASTA HACE POCOS DÍAS CREÍAMOS QUE TODO IBA A SER TAN DISTINTO!

Los discípulos de Emaús (Lucas 24:13-35) Un encuentro renovador Habían perdido a un amigo. Es decir, más que un compañero. Él era el Maestro, el Guía, el Inspirador; el que había cambiado sus vidas de simples rutinarios trabajadores en hombres con visión, con esperanza y con propósito. ¿Cómo podrían olvidarse de esos hechos tan maravillosos? Habían visto las multitudes escuchándole con reverencia y admiración. Habían percibido con sus propios ojos hechos imposibles. Habían observado la resurrección de Lázaro; la sanidad de muchísimos enfermos incurables. Aquella tarde iban caminando a la aldea de Emaús. La conversación entre ellos parecía en realidad dos monólogos aislados. Uno decía: — No lo puedo creer. El otro repetía como un "disco rayado" de 33 revoluciones: — ¡Es increíble! ¡Quién lo hubiera dicho! El otro le contestaba: — ¡Pensar que hasta hace pocos días creíamos que todo iba a ser tan distinto! — ¿Te acuerdas lo que dijo? Claro, Él dijo tantas cosas asombrosas... De pronto un individuo se acerca a los dos hombres y empieza a caminar con ellos. Los ha saludado con el tradicional "Shalom". Es posible que los alcanzara para emparejarles el paso, pero no abruptamente, sino con discreción. Al principio no dice nada; todo lo que hace es transitar en silencio y escuchar a los dos viajeros. El desconocido, el mismo Nazareno, "caminaba con ellos". Es probable que no necesitaba ir a Emaús (Lc 24:28) pero sí tenía el deseo en su corazón de animar a estos dos discípulos. El "caminante" se interesa por estos dos hombres que no son ricos ni famosos, y que no tienen poder político ni de ningún tipo. De pronto el transeúnte interrumpe su silencio y pregunta como a boca de jarro: — ¿Qué conversaciones son estas que tenéis entre vosotros y por qué estáis tristes? — ¡Aquí nadie está triste! — responden los dos hombres al unísono tratando de secarse unas pocas lágrimas con el dorso de la mano. Se sonríen como para mostrar una alegría que no tenían. Trataban de negar algo que sus rostros claramente delataban. Los dos individuos miran ahora al desconocido pero es como si un "filtro especial estuviera puesto delante de sus ojos". No reconocen su aspecto físico ni tampoco evocan su voz. Aparte de esto la vista de ellos era completamente normal. Podían ver el camino, los pocos arbustos y las montañas en la distancia sin problemas. Cleofas, es una de esas personas que se irrita rápidamente, un poco rudo e impaciente, así que replica: — ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén? — El aludido le contesta: — ¿Qué cosas? Sigue entonces la extensa respuesta de ellos: — De Jesús Nazareno, que fue varón profeta poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte y le crucificaron (Lc 24:19). Ahora el tono de la voz de Cleofas cambia. Habla en voz muy baja como para que si hubiera cerca otro caminante no pudiera escuchar. Con un tono grave y haciendo un gesto con sus ojos expresando duda prosigue: — Hay un rumor, unas mujeres nos han dicho... — se hace una pequeña pausa y se cercioran que nadie esté escuchando. De inmediato agregan: — No hallaron su cuerpo... dicen que Él vive. Llegaron por fin a la villa de Emaús, y el caminante hizo como que seguía de largo (Lc 24:28). El compañero de Cleofas asume la iniciativa: — Amigo, nuestra casa es humilde pero está a su disposición. No necesita irse. Nos gustaría mucho seguir conversando con usted de estos temas. Nosotros no somos ricos, pero el Dios de Israel siempre nos ha provisto lo necesario. El lugar no es muy grande pero con mucho gusto nos arreglaremos y usted tendrá un lugar confortable para pasar la noche. Ellos querían saber más. ¡El desconocido hablaba palabras tan especiales! Sólo hacía un corto tiempo desde que escucharon del Mesías "palabras de vida". Sin embargo, parecería haber pasado mucho tiempo desde que oyeron frases tan cautivadoras. Está atardeciendo y los colores rojizos del crepúsculo pintan unas pocas nubes. El sol ha seguido bajando y solamente un pequeño halo dorado se ve en el horizonte entre las montañas. Muy pronto todo será oscuridad. La noche siempre es fría, oscura y peligrosa. El forastero por fin es convencido y entra en la morada. Es una vivienda común, paredes blancas, pequeñas ventanas en la parte superior. Para entrar hay que agacharse un poco porque la puerta no es alta. La habitación es modesta pero está limpia. El desconocido entra y se comporta como si estuviera en su propia casa (Lc 24:29-30). No quieren perder una palabra. Están magnetizados; escuchan a ese hombre con interés y fascinación. El individuo habla con naturalidad verdades profundas que las explica de una manera hermosa y sencilla. Luego de un rato de estar sentado a la mesa asume la iniciativa. Toma el pan y da gracias a Dios por él. Si bien esto habitualmente lo hacía el dueño de la casa, Cleofas y su amigo consienten; no se oponen ni hacen preguntas. Es que el caminante actúa con tanta libertad y autoridad como que no necesitara pedir permiso. Las palabras brotan de la boca del visitante. Habla del Eterno con sinceridad, confianza y familiaridad. Pero es cuando pronuncia la palabra "Padre" que comienzan a darse cuenta que ese hombre no podría ser otro que el crucificado. El huésped está orando utilizando los mismos términos, la misma reverencia, la misma entonación que habían oído muchas veces cuando lo hacía el Mesías. Diríamos hoy que era una grabación auditiva de alta fidelidad. Entonces observan nuevamente al desconocido y claramente reconocen al Señor Jesús. Un grito de alegría surge de los labios de los dos hombres. — ¡Es Él, es Él! — exclaman al unísono. Cuando reaccionan, Él ya no está. Desapareció sin darse ellos cuenta. Cleofas y su amigo vuelven a Jerusalén de inmediato a comunicar a los discípulos la historia con lujo de detalles (Lc 24:33). No tuvieron oportunidad de sorprenderlos con la buena nueva, pues antes que abrieran la boca los reunidos se les anticipan: — Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón (Lc 24:34). Tras el desahogo de ellos, recién los dos llegados tienen su turno para noticiarles su curiosa reciente experiencia (Lc 24:35). — ¡No lo podemos creer! — dicen unos. — ¡Pero era Él mismo! — insisten los recién llegados. Nuestro corazón ardía de una manera extraña que nunca antes habíamos experimentado mientras nos hablaba en el camino. La historia bíblica y nosotros Esta es una de las historias más tiernas del Nuevo Testamento. Si a las narraciones de los evangelios les fuéramos a poner música, esta sería una de esas en que predominan los instrumentos suaves y melodiosos y la historia entera sería para ejecutarla en un volumen muy suave (planísimo). No hay lugar aquí para tambores, trombones y trompetas. Los elementos extraordinarios son casi imperceptibles. Primero, los ojos de aquellos dos están velados y no pueden reconocer al Señor Jesús; luego, los ojos están desvelados y se dan cuenta de que es El. Aparte de esto, todo es natural hasta el momento en que el "desconocido" desaparece. La aparición fue normal, acercándoseles alguien que venía caminando. La desaparición fue súbita y sugeriría que no se fue caminando sino que desapareció delante de sus ojos. Quizás lo hizo así para evitar una penosa despedida. El diálogo comienza con la pregunta "¿de qué estáis hablando?". En general, la mayoría de nuestras conversaciones son de: 1) mis problemas; 2) mi familia; 3) mi trabajo; 4) mis deportes y entretenimientos favoritos; 5) y cuando no hay de qué más hablar ¡del estado del tiempo! Jesucristo les dice claramente que andan de cara triste. A nadie le agrada que le digan que tiene la cara apenada. Muchas veces sonreímos cuando estamos llorando por dentro. Quizás otros no se hubieran dado cuenta ni les hubiera llamado la atención. Pero ¡qué hermoso es saber que Él no solo puede ver nuestros rostros sino también leer nuestros corazones! Cuando el Mesías les pregunta "¿qué cosas?", no es porque no lo supiera, sino porque quiere de ellos una contestación concreta. Los dos hombres responden "de Jesús Nazareno, que fue varón profeta" (Lc 14:19). Por supuesto que ellos sabían que Jesucristo era mucho más que un profeta. Así que agregan: "nosotros esperábamos que él era el que Iba a redimir a Israel", es decir, un limitado concepto nacionalista. Entonces enfatizan: "además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido" (Lc 24:21). El Maestro había anunciado muchas veces que algo extraordinario iba a suceder el tercer día después de su muerte. El evangelista nos da la razón de por qué no lo reconocen. Nos informa que tenían "los ojos velados". Parecería que fue una intervención milagrosa especial del Señor. Esto permitiría que ellos pudieran aprender los elementos de doctrina sin estar tan fuera de sí por el hecho de reconocer al Maestro a quien consideraban muerto. Era muy importante que ellos entendieran que la muerte del Mesías no fue un fracaso del plan sino el perfecto cumplimiento del designio divino. El énfasis de esta visita vino a ser la enseñanza de las Escrituras y no el reconocimiento físico del Salvador resucitado. Nuestros corazones se llenan de asombro al darnos cuenta de que Jesucristo llama "cosas" nada menos que a los eventos más importantes de la raza humana; es decir, la historia de la redención. A la interrogante del Maestro "¿qué cosas?", la respuesta es interesante. Podían haber empezado con la doctrina de la deidad de Cristo y de la salvación, pero no lo hacen. Ellos ignoran la base espiritual de este caminante. Le dicen lo suficiente para corresponder al interés de El. Noten la secuencia de la información que le transmiten los discípulos: 1) Algunas mujeres fueron al sepulcro; 2) no encontraron el cuerpo; 3) informan que vieron visión de ángeles que dicen que Él vive; 4) de los nuestros, algunos fueron al sepulcro pero a El no lo vieron (Lc 24:24). La respuesta de Jesucristo es inesperada y contundente: — ¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas? Era necesario el camino del padecimiento antes de entrar en su gloria. Comenzando desde Moisés les declaraba en las Escrituras lo que de él decían. ¡Qué clase maravillosa de estudio Bíblico! Cuántos versículos de las Escrituras se abrieron de una manera que nunca se hubiera sospechado. ¿Cómo es posible que el Salmo 22 hablase de sus sufrimientos en la cruz con una precisión inverosímil? ¿Cómo es posible que Isaías va a darnos tantos pormenores de su vida, su muerte y aún glorificación? Comenzando desde Moisés (es decir, el Pentateuco) les declaraba en todas las Escrituras lo que de El decían (Lc 24:27). ¡Que precioso! Tomó el libro de Rut, Daniel, los Salmos, los profetas menores y los mayores y les mostró como todos ellos hablaban de El. Luego leemos que "él hizo como que iba más lejos" (Lc 24:28). No actuó fingiendo, como engañándolos, sino para provocar la invitación. El Señor quiere una respuesta afirmativa y definitiva de esos dos viajeros. "Ellos le obligaron a quedarse". Me imagino el rostro del forastero escuchando las palabras: "¡Quédate con nosotros!". ¡Qué súplica, qué petición, qué aspiración! ¡Qué sencillez! ¡Qué profundidad! ¡Qué poco se pide y qué mucho en verdad se está pidiendo! Aquel que conoce todo lo que hay en nuestro ser sabe que esta no es una invitación de "cortesía". Es un deseo del alma de ellos de profundizar más en el conocimiento de Jesucristo. El Apóstol lo expresa "a fin de conocerle y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte" (Fil 3:10). Uno de los salmos de los hijos de Coré nos dirá: "Como el siervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo" (Sal 42:1-2). Nos deja asombrados cuando pensamos que es nada menos que el Rey y Creador del universo quien se detiene a reposar en una morada sencilla con dos personas que ha encontrado en el camino. Sucede algo parecido cuando un amigo nos invita a almorzar y nos excusamos por muchos trabajos pendientes. Pero si la persona insiste aceptamos, y después quedamos muy contentos porque accedimos a la invitación a pesar de que diferimos tareas que nos esperaban. Si pudiéramos ver la faz de Jesucristo en ese momento veríamos un rostro complacido, lleno de gozo y amor por esos dos discípulos. La frase "quédate con nosotros" se ha utilizado en múltiples himnos. Es la oración del creyente pasando tiempos de dificultad. Se basa en la promesa de que El está con nosotros todos los días de nuestra vida (Mt 28:20). Luego aprendemos que "aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió y les dio" (Lc 24:30). Si objetos inanimados como el pan pudieran hablar, nos dirían: — ¡Qué privilegio ser tomado por las manos de Jesucristo resucitado! Esas manos que fueron perforadas en la cruz, esas manos de las cuales nadie nos puede apartar (Jn 10:28). Es decir, le dio gracias al Eterno por ese pan. El texto no nos informa que fue exactamente lo que dijo, pero fue lo mismo que cuando instituyó su Cena en la última Pascua que comió con sus discípulos. Por supuesto que al dar gracias por el pan la gratitud a Dios era por algo más importante que ese pan que tenían delante de sí. ¡Cómo podrían tomar del pan sin pensar en su significado como cuerpo del Cordero de Dios! Cada vez que en la Cena del Señor participamos del pan estamos dando gracias por Su encarnación y redención a nuestro favor. Recordamos las palabras: "Por lo cual entrando en el mundo dice: sacrificio y ofrenda por el pecado no quisiste mas me preparaste cuerpo" (He 10:5). ¿Por qué el Señor escogió aparecer a estos dos hombres que no eran del grupo de discípulos que consideramos más importantes? Quizás parte de la respuesta es que aquellos que nosotros consideramos importantes no siempre lo son y los creyentes que consideramos menos significativos son muy importantes para el Señor. Qué ministerio ejercieron estos hombres en la iglesia primitiva, no lo sabemos, pero sin duda sus vidas habían sido transformadas. Hemos visto que estaban hablando sobre lo que había sucedido. Dos mil años después el tema de la cruz mantiene toda su vigencia. ¿Qué significa que Él murió en la cruz en mi lugar? ¿Qué quiere decir que Dios cargó en Él, el pecado de todos nosotros? (Is 53:6) (1 P 2:24). ¿Qué implica la expresión "la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado"? ¡Qué bien nos hace a los creyentes hablar sobre los temas de las Escrituras! ¡Cuánto mal nos puede hacer hablar de cosas impuras! "Porque da vergüenza aún mencionar lo que ellos hacen en secreto" (Ef 5:12). La respuesta a la pregunta del Señor "¿Qué cosas?" se centra en la persona de Jesucristo. Hay una breve frase de tres palabras pero muy significativa: "Pero nosotros esperábamos" (Lc 24:21). Luego de la introducción, los dos discípulos se animan a expresar su opinión y posición. Aunque los principales sacerdotes y los gobernantes le dieron sentencia de muerte "nosotros esperábamos". En sentido figurado, la iglesia del Señor, todos los creyentes en todo el mundo, se encuentra en la misma expectativa que estos dos discípulos. Miramos a nuestro alrededor y vemos indiferencia hacia las cosas eternas y en muchos lugares persecución al punto de que los cristianos son asesinados. Pero igual que los discípulos nosotros podemos decir "pero nosotros esperábamos". Pero no debemos quedarnos aquí. El verbo "esperar" tiene tres tiempos básicos que todos conocemos. Decimos "esperamos" y "esperaremos" el cumplimiento de su bendita promesa: "Amados, ahora somos hijos de Dios y aun no se ha manifestado lo que hemos de ser, pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es" (1 Jn 3:2). Y lo que los creyentes tendríamos que estar esperando es su segunda venida. "Y si me fuere y os preparare lugar vendré otra vez y os tomaré a mí mismo para que donde yo estoy vosotros también estéis" (Jn 14:3). Pero estos hombres tienen sus dudas. "También nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, diciendo que habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive, y algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron como las mujeres habían dicho, pero a él no lo vieron". Se sugiere que están diciendo algo así: Si lo hubiéramos visto estaríamos totalmente convencidos. De haberlo mirado estaríamos radiantes de alegría. Si lo hubiésemos contemplado no sentiríamos ese peso que nos agobia. Tras haberle reconocido, Él desaparece, pero no como quien se esfuma en el aire. La Escritura nos dice que "desapareció de su vista" (Lc 24:31). No lo podían ver con sus ojos pero el Señor en su misericordia nunca se ausenta de los suyos. Por eso el Salmista declara: "Veía al Señor siempre delante de mí; porque está a mi diestra nunca seré conmovido" (Hch 2:25). "Y se decían el uno al otro: ¿no ardía nuestro corazón en nosotros mientras nos hablaba en el camino y cuando nos abría las Escrituras?". Recién ahora se van dando cuenta; mientras escuchaban al Mesías, en forma progresiva, una transformación se produce en sus corazones. El cambio no es inmediato sino paulatino. No pueden expresarlo de otra manera que confesando: "nuestro corazón ardía". Durante el ministerio de la Palabra de Dios dado con el poder del Espíritu Santo, se produce el ardor en nuestro corazón. Los sermones hechos con el poder del ego y el cerebro pueden ser muy entretenidos, interesantes e instructivos pero no producen ardor en el corazón. ¡Qué el Señor nos ayude para que nuestro corazón siga ardiendo como una antorcha que da luz y calor en este mundo de oscuridad y frialdad! El líder que hay en cada uno Hablar del Señor Jesús como líder nos hace sentir infinitamente incapacitados de aún poder captar algo de ese aspecto de su bendita persona (Mt 23:10). Muchas veces los dirigentes utilizan su habilidad mental y su capacidad de expresión para obtener un puesto de importancia y poder. Eso nunca fue el caso con el Mesías. Su mirada nunca estuvo dirigida a obtener la aprobación de los hombres sino la de su Eterno Padre. Observamos aquí al Señor Jesús tomando especial interés en dos creyentes que al parecer no son de los principales de los seguidores del Nazareno. Pero El se preocupa y ocupa de cada uno de ellos. Estos dos individuos comenzaron tristes y desconsolados su camino porque pensaban que todo estaba terminado. Pero acaban el día con sus corazones ardiendo de amor hacia ese maravilloso Salvador. El escuchar el ministerio de la Palabra y la iluminación del Espíritu Santo produce esa transformación. Vemos esa combinación de ternura, compasión y paciencia en el trato de Jesucristo con esos dos discípulos. Les interroga por la razón de su tristeza que es tan obvia en sus rostros. El los escucha atentamente y luego les pregunta: "¿Qué cosas?". La mayoría de los líderes humanos actúa en base a protocolos que se usan casi siempre indiscriminadamente; ejecutan lo que han decidido en su mente crear, o aplican lo de la organización en la cual funcionan. El Redentor procede en cada situación en relación al conocimiento que Él tiene de cada individuo de su creación. Trató a la mujer adúltera con todo respeto (Jn 8) y a la mujer samaritana que había tenido 6 hombres en su vida con paciencia y deferencia (Jn 4).

sábado, 16 de marzo de 2019

“LLAMÓ A LOS DOCE DISCÍPULOS Y COMENZÓ A ENVIARLOS DE DOS EN DOS”

Misión de los doce discípulos - Marcos 6:7-13 "Después llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos. Y les mandó que no llevasen nada para el camino, sino solamente bordón; ni alforja, ni pan, ni dinero en el cinto, sino que calzasen sandalias, y no vistiesen dos túnicas. Y les dijo: Dondequiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de aquel lugar. Y si en algún lugar no os recibieren ni os oyeren, salid de allí, y sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, para testimonio a ellos. De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para los de Sodoma y Gomorra, que para aquella ciudad. Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen. Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban." Al terminar el párrafo anterior vimos que Jesús "recorría las aldeas de alrededor enseñando". Fue después de esto cuando "llamó a los doce y comenzó a enviarlos". Ya dijimos que el rechazo de la gente en Nazaret no podría detener la misión del Hijo de Dios mientras hubiera un mundo necesitado de escuchar el Evangelio del Reino de Dios. En cuanto al propósito de enviar a los doce a predicar, no sólo tenía la finalidad de extender el Reino, sino que también servía para que los apóstoles ganaran experiencia y especialmente aprendieran a confiar en el Maestro estando alejados de él. Este tipo de entrenamiento tendría que prepararles para el día cuando el Señor, una vez finalizada la Obra de la Cruz, regresara al cielo y ya no estuviera presente en medio de ellos. Las instrucciones que el Señor dio aquí a los doce se encuentran ampliadas en el evangelio de Mateo (Mt 10:5-42). "Llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos" Como siempre, el llamamiento al servicio procede del Señor mismo. Sobre la forma en que los envió, "de dos en dos", tenemos mucho que aprender, tal como enseñaba el sabio de Eclesiastés: (Ec 4:9-12) "Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! Que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante. También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; más ¿cómo se calentará uno solo? Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto" Podríamos enumerar algunas de las ventajas de esta medida: Permitiría la comunión fraternal entre ellos. Serviría de mutuo socorro ante las adversidades. Podrían aconsejarse mutuamente ante las dificultades. Recibirían ayuda y aliento el uno del otro. Según la ley, serían testigos válidos al ser al menos dos. Este principio que el Señor estableció aquí fue observado también en la primera extensión del Evangelio que nos relata el libro de Hechos. Pedro y Juan, Pablo y Bernabé, Pablo y Silas, Bernabé y Marcos, son algunos ejemplos notables de este principio. Seguramente, esta sea una de las asignaturas pendientes del cristianismo contemporáneo: aprender a trabajar conjuntamente con otros hermanos en la obra de Cristo. "Les dio autoridad" En la Biblia, el concepto de autoridad siempre proviene de Dios. Los hombres tienen autoridad porque Dios se la da. Los padres tienen autoridad sobre los hijos porque Dios se la ha dado (Dt 5:16), igual que los gobernantes de este mundo sobre sus súbditos (Ro 13:1), o los pastores en la iglesia (He 13:17), o los jefes sobre sus empleados (Ef 6:5), o los maridos sobre sus mujeres (Ef 5:22). Esto quiere decir, por ejemplo, que si un hijo desobedece a su padre, también está desobedeciendo a Dios. Como hemos dicho, la fuente de la que surge toda autoridad es Dios, o lo que es lo mismo, el Señor Jesucristo. Él afirmó: (Mt 28:18) "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra". Él quiso dejar claro que todo cuanto existe, "en el cielo y en la tierra", está incluido bajo el ámbito de su autoridad. Y si observamos con atención lo que ya hemos estudiado del Evangelio de Marcos, veremos que muchos de los relatos han tenido como finalidad enfatizar esta autoridad. (Mr 1:22) Tenía autoridad en la enseñanza de la Palabra. (Mr 1:27) Sobre los espíritus inmundos. (Mr 2:10-12) Para perdonar pecados. (Mr 4:39-41) Sobre las fuerzas de la naturaleza. (Mr 5:39-42) Sobre la muerte. Era fundamental que antes que los doce fueran enviados a predicar, estuvieran plenamente conscientes de que quien les enviaba tenía toda la autoridad. En realidad, cuando Jesús estaba enviando a los doce a predicar el Evangelio del Reino, lo que estaba haciendo era enviarlos a reclamar su autoridad sobre este mundo. Él es el único que tiene el derecho legítimo de exigir lealtad a todas las personas que existen en este mundo. Y notemos que la forma de hacerlo, no era hablando a cada persona desde el cielo, sino enviando a sus discípulos en su nombre y con su autoridad. (Mt 10:40) "El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió." En esto consiste la verdadera evangelización, en hacer un llamado a las personas de toda índole para que reconozcan la autoridad de Jesús en sus vidas. Por esta causa, los discípulos de Jesús deben estar preparados para el rechazo. El mismo Señor anunció que esto ocurriría: (Jn 15:18) "Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros." (Mr 6:11) "Y si en algún lugar no os recibieren ni os oyeren..." El rechazo no debe sorprendernos, especialmente en tiempos de relativismo como los nuestros, cuando las personas no aprecian la verdad objetiva e inalterable. En este contexto, predicar que a Cristo le corresponde toda la autoridad, será visto por el mundo como una actitud arrogante que no tiene en consideración las otras creencias o a otros líderes religiosos del pasado o del presente. Por esto es prioritario que cualquiera que vaya a predicar el Evangelio de Cristo, esté plenamente seguro de su autoridad. "No llevéis nada para el camino" Los discípulos de Jesús no debían llevar provisiones para el camino, sino confiar en Dios para todo. Es lo que llamamos, "vivir por fe". Esta sencillez contrasta con el lujo y lo costoso de los viajes de muchos líderes religiosos modernos que pretenden ir en el nombre de Cristo. Por ejemplo, en julio de 2006, Benedicto XVI estuvo 26 horas en Valencia, España, y a día de hoy todavía se desconoce cuántos millones de euros gastó la Generalitat Valenciana en su viaje relámpago. A falta de información oficial, la oposición calculó que el gasto rondó los 60 millones de euros. Pero no es menos escandaloso el lujo y la ostentación de algunos famosos telepredicadores evangélicos que gustan de viajar en aviones privados, desplazarse en limusinas y ocupar las habitaciones más caras de los hoteles. Es incomprensible que estas personas, que no sólo no obedecen los mandamientos del Señor, sino que además en muchos casos hagan alarde público de su alto nivel de vida, todavía tengan miles de seguidores, que ingenuamente contribuyen para que puedan seguir manteniéndolo. Tan culpables son los unos como los otros. Los discípulos del Señor sólo debían llevar su báculo y la ropa puesta. No debían llevar nada más para el viaje. Esto podría parecer una locura, pero les serviría para comprobar la ayuda constante de Dios. Ellos deberían mirar hacia arriba esperando en Dios para el suministro de las cosas necesarias, y evitar la tentación de mirar a los hombres o de fijarse en las circunstancias. Por supuesto, cuando regresaron de esta misión, y de otras a las que el Señor les envió, ninguno se lamentó porque les hubiera faltado algo, más bien volvían llenos de gozo y de admiración por la ayuda del Señor. En este punto no podemos dejar de preguntarnos hasta qué punto muchos de los misioneros modernos conservan este espíritu. Hemos conocido a hermanos con interés de salir a la obra del Señor y que han acudido a una misión en busca de apoyo y que no han tomado la decisión de ponerse en marcha en tanto que no han conseguido garantizar ciertos ingresos. ¿Dónde queda la fe y la confianza en el Señor de la mies? Por supuesto, no somos quiénes para juzgar, pero tal vez habría que reflexionar sobre este particular y volver a la enseñanza del Señor Jesús. En una ocasión un veterano hermano decía: He conocido misioneros que siempre están trabajando buscando fondos, y estos siempre se están quejando de que nunca tienen lo suficiente. Conozco a otros muchos que siempre están trabajando para el Señor sin preocuparse por el dinero, y éstos siempre tienen lo necesario. "Dondequiera que entréis en una casa, posad en ella" La generosa hospitalidad del Oriente de aquellos días había de suplir casa y pan. Lamentamos que esta visión se ha perdido en algunos países, donde es frecuente encontrar que cuando un hermano es invitado por la iglesia a predicar, se le hospeda en un buen hotel de la ciudad. Sin duda, muchas veces se adoptan estas decisiones pensando en la comodidad del misionero, pero en otras, es porque las familias han perdido la práctica de la hospitalidad, y con ello una gran bendición del Señor (He 13:2). Ellos debían estar en la misma casa hasta que salieran de la ciudad. Tendrían que evitar, por lo tanto, cambiar de una casa a otra, tal vez buscando mejores alojamientos. Esto daría lugar a rivalidades y chismorreos que debían ser evitados (1 P 4:9). El siervo del Señor debe caracterizarse por la sencillez y no debe buscar este tipo de cosas. "Si en algún lugar no os recibieren ni os oyeren, salid de allí" Su misión se debía llevar a cabo desde el respeto a la libertad humana. El Evangelio sólo puede ser ofrecido, nunca impuesto. En el caso en que las personas no quisieran recibir ni oír a los misioneros, éstos debían salir de allí. No es fácil saber en qué momento debemos abandonar los esfuerzos misioneros en un lugar concreto por la falta de respuesta positiva al Evangelio. El misionero siempre tendrá el deseo en su corazón de perseverar en su empeño de predicar el evangelio mientras ora por las personas, pero al mismo tiempo, debe estar atento a la dirección del Señor que le puede llevar a otro lugar como consecuencia de un reiterado rechazo. Sin duda, estas decisiones nunca son fáciles de tomar, y como siempre, el Señor tiene la última palabra. En cualquier caso, el rechazo nunca debe paralizar al misionero. Si éste ocurriera, deberían sacudir "el polvo que estaba debajo de sus pies para testimonio a ellos" y continuar rumbo a otra ciudad. "Sacudir el polvo de las sandalias" era una forma gráfica de manifestar su repulsa. Según la ley rabínica, cuando un judío entraba en Israel viniendo de un país gentil, debería sacudirse todas las partículas de polvo de la tierra inmunda. Así que venía a simbolizar que aquella ciudad que rechazara el anuncio del evangelio sería considerada como un lugar pagano. "En el día del juicio, será más tolerable el castigo para los de Sodoma y Gomorra" A los discípulos no se les mandó ejecutar ningún juicio sobre aquellos que rechazaran el Evangelio. ¡Cuántas guerras se habrían evitado en este mundo si algunas religiones, muy mal llamadas cristianas, hubieran atendido a este principio! ¡Con cuánta facilidad el espíritu religioso pagano, siente el deseo de utilizar la fuerza contra aquellos que no comparten sus creencias! El verdadero cristiano sabe que él no es llamado a ejecutar ningún tipo de juicio, aunque es plenamente consciente de que hay un día de juicio para aquellos que rechazan el evangelio. Esta es una de las razones por las que siente el deseo de trabajar más arduamente en la predicación del evangelio, orando incesantemente por las almas que están en el camino de la perdición eterna. La declaración del Señor no sólo anuncia que habrá un juicio, sino también el criterio con el que se llevará a cabo: a mayor revelación, mayor responsabilidad. Aquellos que escucharan el evangelio predicado por el Señor y sus discípulos tendrían una luz mucha más clara que la que tuvieron los habitantes de Sodoma y Gomorra, por lo tanto, la dureza del juicio también sería mayor... ¡Y el juicio sobre estas dos ciudades no fue liviano! "Saliendo, predicaban que los hombres se arrepintieran" La primera parte de su misión estuvo dedicada a la predicación: "predicaban que los hombres se arrepintieran". Notemos que su misión fue una extensión de la del mismo Señor: (Mr 1:14-15)"Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio". Ellos no inventaron el mensaje, no predicaron lo que a ellos les parecía, sus propias opiniones, sino lo que Jesús les había encargado. El tema principal de su mensaje tenía que ver con el "arrepentimiento". 1. ¿Qué es el arrepentimiento? Es un cambio interno de la mente y el corazón que va seguido por un cambio de vida que produce frutos en una nueva conducta. No es algo sensiblero, sino algo revolucionario. Es mucho más que sentir pena o pesar por algún pecado cometido. El arrepentimiento implica darse cuenta de que el camino que se ha estado siguiendo era equivocado. Es algo radical que supone un cambio total de la vida de arriba abajo. Si alguien quiere hacerse cristiano tendrá que hacer un montón con todos sus pensamientos, costumbres y carácter, toda su vida hasta aquel momento, prenderle fuego y dejar que se reduzca a ceniza, y entonces llenarse de una vida totalmente diferente y un alma totalmente nueva. El arrepentimiento es mucho más que dejar algún vicio y sustituirlo por alguna obra religiosa. Pensemos en una ilustración: imaginemos que un hombre va al médico y éste le diagnostica que tiene los pulmones y el corazón deshechos por causa del tabaco. El enfermo entonces se arrepiente de haber fumado por tanto tiempo, y toma la decisión de dejarlo. ¿Solucionará esto el problema? El médico le tiene que decir que la situación es demasiado grave y que sólo un trasplante de pulmones y corazón podría solucionar el problema. Y aquí es donde está la clave del asunto: dejar un pecado concreto y sustituirlo por unos hábitos más saludables no soluciona el problema, es necesario un nuevo corazón. Pero muchas personas no están dispuestas a "arrepentirse" a este nivel más profundo porque no quieren aceptar el diagnóstico que Dios hace de ellas, no creen que su situación sea tan grave. Pueden llegar a estar de acuerdo con Dios en que algunas cosas realmente están mal en sus vidas y hay que cambiarlas, pero no están dispuestas a aceptar que su condición de pecadores sea tan grave. Quienes piensan así, rechazan el concepto de arrepentimiento tal como Dios lo expone en su Palabra. Ahora bien, imaginemos que el enfermo decide someterse al trasplante de corazón y pulmones. ¿Qué le aconsejará el médico después de la operación? Pues que es un buen momento para dejar de fumar, porque ya ha tenido ocasión de comprobar lo perjudicial que esto resulta para su salud. Y de igual manera, una vez que nos arrepentimos al nivel profundo que Dios exige, luego también tenemos que hacerlo a este otro nivel, dejando aquellos pecados concretos que tanto daño nos hacen y que suponen un obstáculo para una buena comunión con Dios. El verdadero arrepentimiento significa abandonar la forma en que nos vemos a nosotros mismos y aceptar el veredicto de Dios. 2. ¿Por qué era tan importante predicar el arrepentimiento? Básicamente, porque no hay otro camino para entrar en el Reino de Dios que el del arrepentimiento. El pecado deshorna a Dios (Lc 15:21), y nos pone en deuda con él (Lc 11:4), y la única manera para poder disfrutar de su perdón y restablecer el honor divino que nosotros difamamos mediante nuestra conducta o actitud denigrante hacia él, es el arrepentimiento. 3. El llamado al arrepentimiento es urgente Dios es misericordioso y ofrece perdonar al pecador que se arrepiente, pero también advierte que llegará el día en que aquellas personas que hayan rechazado su ofrecimiento perecerán en el juicio de Dios (Mr 6:11). Y este día del juicio está llegando. Jesús comenzó su predicación del arrepentimiento diciendo que "el tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado" (Mr 1:15). "Y echaban fuera muchos demonios y sanaban muchos enfermos" Esto venía a ser una demostración de la realidad y la naturaleza del Reino de Dios que anunciaban. Se trataba de lo que el escritor de Hebreos (He 6:5) describiría como "los poderes de la era venidera" que irrumpían en el mundo para sanar y para salvar. Al mismo tiempo, acreditaban a los discípulos de Jesús como sus mensajeros. Predicaban lo mismo que Jesús y hacían las mismas obras que él. También ungían a los enfermos con aceite. Posiblemente Marcos alude a la práctica que realizaban los presbíteros de la iglesia a la que se dirige Santiago. (Stg 5:14) "¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor." La misión dura mientras dure este mundo No debemos pensar que la misión era sólo para aquellos pocos discípulos y por un corto espacio de tiempo. La misión dura todavía y todos los discípulos de Jesús somos llamados a participar en ella. (Mt 28:19-20) "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén."

domingo, 10 de marzo de 2019

“YO SÉ QUE MI REDENTOR VIVE, Y AL FIN SE LEVANTARÁ SOBRE EL POLVO; Y DESPUÉS DE DESHECHA ESTA MI PIEL, EN MI CARNE VERÉ A DIOS.”

Job - Probado y bendecido (Job 1) Job y su familia El patriarca se había levantado temprano como era su costumbre. Recordó entonces que sus hijos iban a reunirse para festejar el cumpleaños de uno de ellos. Entonces, de acuerdo a lo que solía, ofreció holocaustos en caso que sus hijos hubiesen pecado contra el Santísimo. La jornada iba transcurriendo como siempre. Pero declinando la tarde sucedió algo que nunca olvidaría. Todos los hermanos y las tres hermanas se habían reunido en la casa del primogénito del bien conocido hacendado de la zona. Los siete hijos iy las hijas hablaban animadamente sobre las cosas que habían pasado en los últimos días. El menor de ellos interrumpió para decir: — ¡Yo voy a ser el primero de todos en casarme! Las tres hermanas reían: — ¡No te puedes casar antes que nosotras que somos mayores! Las comidas eran servidas en grandes fuentes por los criados. Cordero hecho a las "brasas" era uno de los platos favoritos. Toda clase de frutas de la zona: uvas grandes y bien dulces así como higos y dátiles en abundancia. Todo esto acompañado por el mejor vino de la región que había empezado a hacer sus "efectos". Las bromas, los comentarios y las risotadas eran cada vez más fuertes. De repente aparece uno de los criados jóvenes: — Patroncito, ¡parece que se viene una gran tormenta! El cielo se había oscurecido de forma tal que parecía casi de noche. El viento que había estado soplando fuerte, ahora se había detenido por completo. Las hojas de las palmeras estaban paralizadas. Entonces, de la parte inferior de una de esas nubes muy amenazadoras empezó a subir y a bajar algo parecido a la trompa de un elefante. La parte inferior, pequeña, y la de arriba grande como si fuera un embudo gigante. Adentro, los jóvenes siguen su fiesta como si no pasara nada. Después de todo, ellos ya habían visto muchas tormentas y tras unos rayos, truenos y fuerte lluvia todo se aclaraba. El criado vuelve a entrar en la sala y grita: — ¡Patroncito, se viene! — ¿Qué se viene?, pregunta el dueño de casa. Momentos después, grandes piedras de granizo del tamaño de una manzana empiezan a caer, haciendo tal estrépito como si fueran lanzadas por catapultas para perforar techos y paredes. De momento, el ruido se detiene y se oye un sonido que ellos nunca habían escuchado antes. El chirrido va en aumento. Hoy diríamos que parece el ruido de un antiguo ferrocarril que se está descarrilando. El tornado hace pedazos la casa como si fuera de cartón y masilla. Las grandes vigas de madera que sostienen el techo caen sobre los jóvenes y sus criados. Los pedazos de escombros son lanzados como si fuera metralla y dan contra los cuerpos de los infortunados. Sólo uno de los sirvientes, resguardado en un aljibe seco, pudo sobrevivir. La tormenta lentamente se aleja y el sol vuelve a brillar con fuerza. Los cuervos hacen grandes círculos como si supieran exactamente lo que ha pasado. El criado corre a la casa del padre de los jóvenes. A sus gritos sale Job, pálido y tembloroso. Viendo al mensajero exhausto y agitado atina a preguntar: — ¿Cómo están mis hijos? El criado estremecido y llorando dice: — Un gran viento vino del lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa la cual cayó sobre los jóvenes y murieron, y sólo yo he quedado. — ¡Esto es lo último que me faltaba! — dice Job y cae de rodillas. Un rato antes había llegado un primer mensajero con malas noticias: — Estaban arando con los bueyes y las asnas paciendo cerca de ellos, y acometieron los sabeos y los tomaron y mataron a los criados a filo de espada, solamente escapé yo para darte la noticia. Unos minutos después había aparecido otro mensajero quien dijo: — Fuego de Dios cayó del cielo que quemó las ovejas y a los pastores y los consumió; solamente escapé yo para darte la noticia. Tras él, otro mensajero había traído la noticia de la invasión de los caldeos con el robo de los camellos y la muerte de sus cuidadores. Aunque estas pérdidas fuesen considerables, ninguna noticia fue más infausta que la última, aunque aquí hemos trastocado el orden expresamente. Los días pasan muy lentamente y ese cielo azul ahora parece muy gris. Llegan los tres "amigos" y Job se defiende y proclama una y otra vez su inocencia. Es después del discurso de uno de esos "consoladores" (Bildad), que Job pronuncia una de las frases más hermosas del Antiguo Testamento: (Job 19: 25) "Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne veré a Dios." Han pasado los años, Job ha sido curado de su enfermedad. Dios le ha bendecido abundantemente. El Eterno le ha devuelto nuevamente siete hijos y tres hijas que son las mujeres más hermosas de la tierra. La historia bíblica y nosotros ¿Por qué Dios permite que algunos creyentes sufran tanto? Algunos podrían insinuar que si los malos y perversos sufrieran, esto serviría como una especie de castigo. Otros dirían que hay personas que viven como si Dios no existiera, ni un día tuvieran que darle cuenta. En este caso quizás el sufrimiento y la prueba tendrían como fin que el ser humano se acerque de nuevo a Dios. Otros quizás se atreverían a sugerir que los creyentes "mundanos" sufren para que como resultado se vuelvan más "espirituales". Pero Job es un hombre ejemplar. Es un hombre piadoso que está consciente de la posibilidad que sus hijos pequen y actúa ante esa eventualidad. Es a través de todas esas pruebas que aprenderá principios que antes desconocía. La última será una enfermedad muy seria de la piel, con una picazón o prurito severo que le afligirá día y noche. Este hombre ha perdido mucho. Sus hijos han muerto trágicamente. Gran parte de su capital ha desaparecido. Le queda esa esposa que lo irrita más con su famoso "bendice a Jehová y muérete". A pesar de todo él sigue fiel a ese Dios que es todopoderoso. Su cónyuge no puede creer ni entender que Dios puede tener un plan en su vida. Y nosotros hoy estamos en una situación similar. Puede ser que creamos que Dios no tiene nada que ver con lo que nos sucede, y por lo tanto estamos solos, y si este es el caso, la única solución es "sálvese quien pueda". O por el contrario aceptamos lo que la Biblia enseña: El Eterno está sentado en su trono y nada puede pasar sin su permiso. Observamos que el texto sagrado nos dice que ese mismo día (Job 1:5) Job ofrecía holocaustos por si acaso sus hijos hubiesen pecado contra Dios. Sin embargo, ese sacrificio no impide que la catástrofe ocurra. Nosotros nos preguntamos cómo es posible que algo malo nos pase cuando específicamente hemos pedido a Dios para que esto no suceda. Los ataques satánicos se parecen a esas oleadas de la fuerza aérea durante la segunda guerra mundial: viene primero una, un poco después otra y luego otra, y así sucesivamente. En el primer "bombardeo" pierde algunos criados, bueyes y asnas (Job 1:15). En la segunda oleada mueren los pastores y las ovejas. Son quemados por "fuego del cielo" que el criado erróneamente atribuye a Dios (Job 1:16). En el tercer asalto son los "caldeos que formaron tres escuadrones y arremetieron contra los camellos y se los llevaron y mataron a filo de espada a los criados" (Job 1:17). La cuarta embestida es brutal: sus siete hijos y tres hijas mueren por lo que hoy parecería que es la descripción de un tornado. En la quinta ofensiva pierde su salud. También de una manera no deliberada lo atacan sus tres amigos. Ellos son bien intencionados y tratan de decirle de distintas maneras que Job ha pecado y todo lo que le sucede es un castigo por esa falta. Cuando viene el cuarto amigo que es Eliú, este le dice que debe arrepentirse y someterse a Dios y que como resultado de estas tribulaciones será purificado y refinado. Es al final del libro (capítulos 38 al 40) que Dios le responde a Job haciéndole preguntas. La argumentación divina es aplastante: El argumento de la existencia divina desde la eternidad: "¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber si tienes inteligencia. ¿Quién ordenó sus medidas si lo sabes? ¿O quién puso su piedra angular?" (Job 38:4-5). La prueba de su grandeza y omnipotencia: "¡Quién encerró con puertas el mar, cuando se derramaba saliéndose de su seno?" (Job 38:8). Dios en su misericordia y paciencia le explica y muestra a Job todo lo que El hace (capítulos 38 al 41). Llegamos así al capítulo final donde Job responde con sinceridad y humildad. Reconoce la OMNIPOTENCIA de Dios: "yo conozco que todo lo puedes" (Job 42:2). También su OMNISCIENCIA: "no hay pensamiento que se esconda de ti". Se da cuenta que su conocimiento de Dios era parcial e incompleto. Es así que expresa: "De oídas te había visto; mas ahora mis ojos te ven" (Job 42:5). Si yo cierro mis ojos y escucho un sonido puedo tratar de adivinar de donde procede. El ruido parece venir de una máquina de cortar el césped o de una "aspiradora". Pero al abrir los ojos es cuando muchas veces podemos darnos cuenta que era otra cosa. Al final de la historia vemos a Job que no sólo ha recuperado todas las cosas que perdió, sino que le han sido duplicadas. El número de animales en su hacienda ha sido doblado. Tiene otra vez siete hijos y tres hijas y estos no han sido duplicados porque los otros que murieron durante el tornado estarán con él en la eternidad. Se remarca que las hijas son las más hermosas de la tierra, destacando en esto la bendición especial del Señor. Como un ejemplo más de la misericordia de Dios se nos dice que alcanza a ver hasta sus bisnietos. Una de las frases más preciosas de la Biblia la pronuncia Job: (Job 19:25) "Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios." Sobre este verso se basa una de las arias más hermosas del oratorio "El Mesías de Handel". Comienza diciendo "yo sé", es decir, tiene la certeza. Y continúa: "que mi Redentor vive". Aquí la palabra "Redentor" adquiere el sentido del que reivindica. No es un redentor o reivindicador muerto o inexistente; es uno que tiene vida, es decir, vive. "Y al fin se levantará sobre el polvo" nos da una imagen de la resurrección. "Y después de deshecha esta mi piel". Esta misma piel que le ha sido un sufrimiento severo y continuo. "En mi carne he de ver a Dios". Ahora es la resurrección del hombre que está sufriendo, es decir, Job. Hemos visto que hay varios "ataques": El primero, el de los sabeos y la muerte de los criados y el robo de los animales, no necesita explicación. El segundo es difícil de comprender. Se nos dice en (Job 1:16) "fuego cayó del cielo y quemó las ovejas y a los pastores, y los consumió". Sería difícil de explicar el "fuego del cielo" como una gran tormenta eléctrica con rayos que hacen un tremendo daño, considerando lo grande del rebaño (siete mil ovejas) paciendo a cierta distancia una de otra en un extenso campo. En el Antiguo testamento hay un relato de caída de fuego del cielo en (1 R 18:38). En este caso Elías hace caer fuego del cielo y se consume el holocausto y la leña y las piedras del altar. De nuevo en (2 R 1) desciende fuego del cielo que consume al primer capitán con sus cincuenta soldados y nuevamente al segundo capitán con sus cincuenta hombres. Es a este episodio que los discípulos se refieren cuando le sugieren al Señor Jesús que envíe fuego del cielo para consumir a los samaritanos que no han aceptado a Jesucristo y a su grupo en el pueblo (Lc 9:54). En la Biblia hay dos menciones sobre Job afuera del libro del propio nombre. La primera está en Ezequiel: "si una tierra peca contra mí cometiendo grave infidelidad y yo extiendo sobre ella mi mano y quebranto su sustento de pan y envío hambre y extermino en ella hombres y animales, si en medio de ella estuviesen estos tres hombres, Noé, Daniel y Job por su justicia ellos librarán sus propias vidas, dice el Señor Dios" (Ez 14:13-14). La segunda está en (Stg 5:1): "He aquí tenemos por bienaventurados a los que perseveraron. Habéis oído de la paciencia (perseverancia) de Job y habéis visto el propósito final del Señor, que el Señor es muy compasivo y misericordioso". Los expertos nos dicen que la palabra aquí que a menudo se traduce como "paciencia", realmente significa perseverancia en circunstancias difíciles. Alguien ha dicho que Job, a pesar de la frase común "la paciencia de Job", no personifica perfectamente esta virtud. A veces, parecería que no puede aguantar más y dice a sus "consoladores": "porque ciertamente vosotros sois fraguadores de mentira, sois todos vosotros médicos nulos" (Job 13:4). También en (Job 16:2): "Muchas veces he oído cosas como estas, consoladores molestos sois todos vosotros". Una de las tantas lecciones que aprendemos de este libro, es el peligro de tratar las causas y razones de las desgracias o tragedias en la vida de otros seres humanos. Sin duda, uno de los grandes temas es el de la soberanía de Dios. El Omnipotente le permite a Satanás actuar y aún usar lo que parecen fuerzas naturales en contra de Job. Sería difícil perder tanto como este hombre de Dios. Vemos al final del libro que el Eterno honra a este hombre piadoso y es abundantemente bendecido. Pero en realidad, en este mundo no siempre es así. A veces la bendición no se ve en esta tierra ni en esta vida. Pero las Escrituras siguen firmes: "a los que a Dios aman todas las cosas les ayudan para bien" (Ro 8:28). Pero ¿qué podemos hacer nosotros cuando la tragedia nos ataca? Puede ser la crisis económica del desempleo, problemas de familia, enfermedades crónicas o agudas, accidentes o fenómenos climáticos con sus desastrosas consecuencias. Si tratáramos de comparar lo que le sucede a Job con las dificultades de nuestros días podríamos ver ciertos paralelismos. El ataque de los sabeos robando los bueyes sería semejante a una crisis energética dado que estos animales se utilizaban para el trabajo incluyendo la siembra de alimentos. El robo de los camellos que en esa sociedad eran utilizados como medio de transporte de personas y mercancías es un golpe que hoy designaríamos como una "crisis en el transporte y comunicaciones". Cuando la situación climática cambiaba como durante grandes sequías, los pueblos antiguos organizados como "tribus", optaban frecuentemente por movilizarse a otro lugar. Esa posibilidad ahora no existe. Las ovejas muertas de esa manera tan inusual, generarían una crisis en la alimentación y en el vestido. La últimas palabras de Job son (Job 42:45): "De oídas te había oído mas ahora mis ojos te ven. Por lo tanto me aborrezco en polvo y ceniza". Todas estas pruebas brutales han tenido como resultado un conocimiento profundo de la persona y naturaleza de Dios, de tal forma que Job considera que el conocimiento que tenía de la divinidad era de "segunda mano" pero ahora es real. Termina la historia diciéndonos que "Dios quitó la aflicción de Job cuando él hubo orado por sus amigos" (Job 42:10). "Bendijo Jehová el postrer estado de Job más que el primero" (Job 42:12). Cuando el creyente hoy va a través de las pruebas no lo hace en una situación de soledad y aislamiento. El Señor Jesús dijo: "Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28:20). Tenemos el canon completo de la Sagradas Escritura, que nos instruye y consuela, cosa que Job no poseía. Poseemos también la guía y dirección del Espíritu Santo cuyo nombre es el Consolador enfatizando una de sus tantas benditas funciones. Y nos gozamos igualmente de la obra de intercesión del Señor Jesucristo a nuestro favor: "Viviendo siempre para interceder por ellos" (He 7:25). Esto no lo pudo decir ningún santo del Antiguo Testamento. No podemos dejar de fortalecernos en las palabras del Apóstol: "Pero fiel es Dios que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar" (1 Co 10:13). El líder que hay en cada uno Job es un líder en lo comercial y económico como lo atestigua no solamente los miles de ovejas y camellos, sino que la Escritura nos declara "era aquel varón más grande que todos los orientales" (Job 1:3). Pero sin duda, por encima de todo, era un líder espiritual. Es el mismo Todopoderoso quien le dice a Satanás: "¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal"? Uno de los problemas que enfrenta el líder es cuando hay una crisis en su propia vida o en la familia inmediata. Son aquellos mismos que lo admiraban, y algunos que quizás lo envidiaban, los que van a juzgar y deducir conclusiones erróneas. Esto es exactamente lo que hace Elifaz en su primer discurso: "He aquí tu enseñabas a muchos, y fortalecías las manos débiles; al que tropezaba enderezaban tus palabras, y esforzabas las rodillas que decaían. Mas ahora que el mal ha venido sobre ti, te desalientas" (Job 4:3-5). Por eso Pablo nos alerta: "sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado" (1 Co 9:27). Nos referimos a los casos en que el líder sufre por su fidelidad al Señor y no por haber caído en pecado o su propia falta de cordura. En estos casos, como le ocurrió a Job al final de su prueba, el Eterno lo bendice por su lealtad y constancia: "Y bendijo Jehová el postrer estado de Job más que el primero" (Job 42:12).