viernes, 12 de diciembre de 2008

LA JUSTICIA Y LA PAZ ¿SON DE ESTE MUNDO?

La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron. (Salmo 85:10)

El efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre. (Isaías 32:17)

Desde su tierna infancia el hombre ya se muestra muy sensible a la injusticia, sobre todo si estima que es perjudicado. Su egoísmo básico lo lleva a quedar apegado a sus propios derechos, los que procura hacer prevalecer antes que estar preocupado por sus deberes y por lo que debe a su prójimo. Esa disposición, frecuente raíz de celos, amargura o irritación, puede conducir a toda clase de conflictos familiares, sociales o nacionales.
En este mundo turbado por la injusticia, ¿puede esperarse que la justicia triunfe algún día, y con ella la paz universal? Es una esperanza a menudo acariciada y nunca satisfecha. La justicia, administrada por el hombre y ejercitada por medios humanos, lleva gérmenes de rebelión y protestas. En efecto, ¿qué ser humano es bastante sabio, imparcial y clarividente para emitir una sentencia, tomando en cuenta de manera equitativa todos los intereses en juego?
Esa esperanza de un mundo de justicia y de paz universal algún día se realizará bajo el reinado del Príncipe de paz. Sólo Jesús puede hacer reinar la justicia y establecer la paz en la tierra. Tiene el poder para hacerlo, porque es Dios y porque adquirió tal derecho mediante su perfecta obra.
Desde hoy, los que hallaron en él un perfecto Salvador y cuyo corazón fue cambiado son felices de reconocerle como su Señor y de doblegarse bajo su autoridad benévola. Los conduce por senderos de justicia y llena su corazón con su paz.

jueves, 27 de noviembre de 2008

JESUCRISTO ES EL SEÑOR DE MI VIDA

Vuelve, oh alma mía, a tu reposo, porque el Señor te ha hecho bien. (Salmo 116:7)

Esta invitación que frecuentemente acompaña los avisos fúnebres siempre me oprime el corazón. He aquí el porqué. En este mundo no es corriente que alguien se preocupe por la suerte del alma de tal o cual prójimo o conocido mientras vive; parece que es un tema prohibido; uno es fácilmente considerado como indiscreto cuando se arriesga a mencionarlo: ¿Por qué se mete usted? ¿Eso no me importa sólo a mí? ¿No soy libre de pensar lo que se me antoja en cuanto al porvenir? Y sólo cuando ha sobrevenido la muerte, uno piensa a preocuparse por el alma del difunto; a veces no se repara en sacrificios para hacer celebrar servicios “por el descanso de su alma”.
¿No encuentra usted extraño que manifestemos ahora, mientras todavía vive en esta tierra, ese interés por su alma que usted desearía que se lo demostrara después de su muerte? ¿Sabe usted que puede obtener desde ahora el descanso de su alma? Más aún, ¿sabe que le es ofrecido por el Señor, quien no cesa de hacer proclamar: “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (2ª Corintios 6:2). Miles y miles de pecadores, como lo somos todos, han encontrado el perdón de sus pecados, la seguridad de la vida eterna y el “descanso de su alma” por el Salvador, Jesús, quien murió en la cruz para librarnos de nuestra desesperada condición.
No espere un porvenir que no le pertenece. Usted mismo tenga piedad de su alma. Ore por ella ahora. Él le oirá. Él le contestará. Él le hará bien para esta vida y para la eternidad; el descanso, Él LO DA. Óigale decir: “Venid a mí… y yo os haré descansar… y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28-29).

JESUCRISTO ES EL SEÑOR DE MI VIDA

Vuelve, oh alma mía, a tu reposo, porque el Señor te ha hecho bien. (Salmo 116:7)

Esta invitación que frecuentemente acompaña los avisos fúnebres siempre me oprime el corazón. He aquí el porqué. En este mundo no es corriente que alguien se preocupe por la suerte del alma de tal o cual prójimo o conocido mientras vive; parece que es un tema prohibido; uno es fácilmente considerado como indiscreto cuando se arriesga a mencionarlo: ¿Por qué se mete usted? ¿Eso no me importa sólo a mí? ¿No soy libre de pensar lo que se me antoja en cuanto al porvenir? Y sólo cuando ha sobrevenido la muerte, uno piensa a preocuparse por el alma del difunto; a veces no se repara en sacrificios para hacer celebrar servicios “por el descanso de su alma”.
¿No encuentra usted extraño que manifestemos ahora, mientras todavía vive en esta tierra, ese interés por su alma que usted desearía que se lo demostrara después de su muerte? ¿Sabe usted que puede obtener desde ahora el descanso de su alma? Más aún, ¿sabe que le es ofrecido por el Señor, quien no cesa de hacer proclamar: “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (2ª Corintios 6:2). Miles y miles de pecadores, como lo somos todos, han encontrado el perdón de sus pecados, la seguridad de la vida eterna y el “descanso de su alma” por el Salvador, Jesús, quien murió en la cruz para librarnos de nuestra desesperada condición.
No espere un porvenir que no le pertenece. Usted mismo tenga piedad de su alma. Ore por ella ahora. Él le oirá. Él le contestará. Él le hará bien para esta vida y para la eternidad; el descanso, Él LO DA. Óigale decir: “Venid a mí… y yo os haré descansar… y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28-29).

domingo, 23 de noviembre de 2008

¿QUE ES LA VERDAD?

Respondió Jesús:… y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. (Juan 18:37)


Pilato formuló esta pregunta a Jesús y le dio la espalda sin aguardar la respuesta. Perdió la oportunidad: no le imitemos. Poseer la verdad es tener la llave del provenir. Pero entre las voces discordantes que se oyen, ¿dónde está lo Verdadero? ¿Dependerá de la raza o de la civilización? Imposible, si no habría varias verdades, lo que es absurdo. Se apela a Mahoma, Buda, Confucio u otros modernos fundadores de religiones. En lo que concierne a Jesús, hay quien se atreve a emitir la opinión de que él era un hombre. Se admite que él es un gran modelo, pero no lo bastante grande como para hacer callar la razón humana.
Jesucristo no es un jefe de religión, como se entiende de costumbre. El cristianismo de la Biblia no es una religión entre otras. El Señor Jesús es la revelación del Dios único, del Dios viviente. Jesús dijo: ”El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9). Sí, Dios quiere ser un Padre para todos los que creen en su Hijo.
¿Alimentó Mahoma a 5000 personas con cinco panes y dos peces? Buda, ¿devolvió la vista a unos ciegos? Confucio, ¿resucitó a unos muertos? Todos llegaron al final de su vida y fueron sepultados como todos los simples mortales. Sólo uno fue vencedor de la muerte, sólo uno resucitó: ¡Jesucristo, el Hijo de Dios, el Crucificado, el Salvador del mundo! ¿No dijo él: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”? (Juan 14:6).

viernes, 7 de noviembre de 2008

AGRADAR AL SEÑÓR

… que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo. (Colosenses 1:9-10)
Procuramos también… serle agradables.
(2 Corintios 5:9)

Es el gran móvil que debe conducir y determinar los actos del creyente. No pensemos que los quehaceres cotidianos, a menudo penosos y repetitivos, que son la parte de muchos cristianos sean un obstáculo para el desarrollo espiritual. Al contrario, en estos mismos trabajos podemos servir a Cristo si los cumplimos fielmente bajo su mirada y tan bien como sea posible. Si nuestro patrón o nuestro superior es severo, exigente e injusto, primeramente oremos para que Dios nos haga capaces de soportarle y, más aun, de poder amarle como a una criatura por la cual Dios se interesa. Cumplamos calmamente nuestra tarea “como para el Señor”, quien es nuestro verdadero Amo, a fin de que nuestra conducta adorne el Evangelio, demostrando que el hijo de Dios no solamente obedece esta Palabra, sino que se siente feliz de hacerlo.
Éste es el comportamiento que se debería observar cada día en el creyente y mediante el cual él puede glorificar a su Señor. “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús" (Colosenses 3:17).

Si mi conducta encierra
De mi Dios la aprobación
Tendré el cielo en la tierra
Por su entera comunión.

EL VIAJE DE LA VIDA

Os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación. (2ª Corintios 5:20; 6:2)

Por trivial que parezca, la comparación de la vida con un viaje en tren rápido es muy apropiada. El viajero llevado por el convoy que corre a toda velocidad a través de ciudades y campiñas ve desfilar a toda marcha paisajes alegres y sitios austeros. No le es posible detenerse más en los primeros como evitar los segundos. Puentes y túneles, curvas y rampas, señales y cambios de agujas se suceden sin tregua hasta el término previsto.
¡Estamos de viaje, el gran viaje de la vida! Quizás hayamos atravesado más de un oscuro túnel: un duelo, un accidente, una enfermedad o una decepción. El tren aminora la marcha; luego, pasada la prueba, vuelve a tomar velocidad normal. Volvemos a tener días soleados y pendientes verdeantes, pero también sin advertencia el convoy puede detenerse para dejar descender del tren de la vida a los viajeros que hayan llegado a destino.
Todos los días y varias veces por día, ese tren se detiene y, de grado o por fuerza, multitud de viajeros bajan, ¿Cuál es su equipaje? En el tren dejaron fortuna, situación social, relaciones y conocidos. Pero conservan sus pecados, de los cuales tendrán que dar cuenta a Dios, si no fueron liberados de ellos por medio de la fe en Jesús, el Salvador, quien murió en la cruz.
No aguardemos la fatal parada para resolver esa cuestión. Sería demasiado tarde. Desde ahora apoderémonos de la salvación que se nos ofrece.

viernes, 31 de octubre de 2008

LLEVAD MI YUGO SOBRE VOSOTROS

Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. (Mateo 11:29-30)

El yugo es esa pesada pieza de madera que se colocaba sobre la cerviz de dos bueyes que juntos tiraban del arado o del carro. En la Biblia el yugo es el símbolo de la sumisión a una autoridad.
Jesús dice a aquellos a quienes llama: “Venid a mí… y yo os haré descansar… Llevad mi yugo sobre vosotros, aprended de mí…”.
Dicho de otro modo: Someteos a la voluntad de Dios.
Él agrega: “Mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. Dos razones hacen que el yugo del Señor sea fácil de llevar para los suyos. La primera es que se trata para ellos de la obediencia por amor. Los que aman al Señor Jesucristo se aplican a hacer alegremente lo que le es agradable. La segunda es que Jesús lleva este yugo con nosotros.
Él dice: Mi yugo. Es aquel que él mismo llevó. Para él, ese yugo consistió en darse por entero para hacer la voluntad de su Padre. “Aprended de mi” dice el Señor. Está cerca de nosotros en ese camino de la obediencia que él recorrió durante los días de su humanidad. En ese camino en el cual nos llama a andar con él encontramos el renunciamiento y el sufrimiento; pero siempre resulta de ello una paz del corazón, hasta un gozo, un acrecentamiento de la fe y de la proximidad de Dios que valen más que todos los bienes terrenales.
“Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor. Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud” (Lamentaciones de Jeremías 3:26-27)

VIVIR MAS, HABLAR MENOS

“Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.” (1ª Corintios 12:4-7)

La primera característica de la revelación de dios al hombre la tenemos en Génesis 1:1 “En el principio Dios creó…” Su primera revelación fue como creador, y en esto no ha cambiado. Fue creador entonces y es creador ahora.

VARIEDAD EN LA MANIFESTACION

Existe una palabra común a estos cuatro versículos citados arriba, y la palabra es “variedad” o “diversidad”. Un Dios creador produce variedad. Usted y yo le serviremos de una manera distinta, tendremos diferentes habilidades espirituales y produciremos resultados diferentes, y es que El promete diversidad hasta el fin.
El camino que conduce al dominio de Dios es estrecho, es el camino de la cruz, mientras que el camino ancho del hombre lleva a la destrucción. El camino estrecho de Dios por Jesucristo, y sólo en El, conduce a la vida. Una vez dentro de ese dominio, el Espíritu Santo produce diversidad. Variedad de dones, de ministerios y de resultados que aparecen en las vidas de los creyentes, una vez se ha entrado por la puerta estrecha.

UNIDAD DE ESPIRITU

Sin embargo, Dios no dice que exista una serie diversa de espíritus santos, y esto es importante tenerlo en cuenta. No existe un Espíritu Santo bautista, otro Pentecostal, otro luterano, otro de la Asociación Internacional de Hombres de Negocios Cristianos, otro de la Iglesia de Cristo y otro para los que tienen una teología de una clase o de otra. Sólo hay un Espíritu Santo que es el de Dios. Dentro del Espíritu Santo de dios hay una tremenda variedad de creatividad que aboca a los hombres por medio de esa diversidad de dones, ministerios y de resultados.
Permítame mostrarle otra lista, sólo que esta vez será de nombres de hombres admirados y respetados como creyentes en Jesús. No existe un Espíritu Santo de Watchman Nee, o de Demos Shakarian, o de Billy Graham, o de John Wesley, o de Keith Miller, o de Oral Roberts, o de Alexander Campbell, o del apóstol Pablo, o de usted, o de mí. Sólo hay un Espíritu Santo que es de dios.
Al leer los nombres de estos hermanos, se nos recuerda que el Espíritu Santo de Dios ha hecho muchísimas cosas diferentes por medio de ellos. ¿Sus dones? Eran distintos. ¿Sus ministerios? Eran diferentes. ¿Los resultados producidos? No fueron iguales. Sin embargo, todos ellos vivieron por el mismo Espíritu Santo.

LOS DONES

¿Qué son los dones espirituales? La palabra “don” proviene del vocablo griego charisma, que a su vez significa un favor que se recibe sin haberlo merecido. Así pues, un don es un instrumento o herramienta que Dios da a un hijo o a una hija suya para llevar a cabo un trabajo determinado. Una herramienta, pero no un arma -¡mucho cuidado con esto!-, porque nunca se dan los dones para destrozar el Cuerpo de Cristo, sino siempre para que éste sea una unidad funcional.
LOS MINISTERIOS

Los ministerios del Espíritu son las destintas formas por las que el Espíritu se relaciona con nosotros. Ministrar significa servir. Y el Espíritu de Dios nos sirve por medio del bautismo del Espíritu, por la plenitud del Espíritu, la guía del Espíritu, el sello del Espíritu, el unigénito del Espíritu y las arras o señal del Espíritu.
Aparte de esto, existen muchos modos por los que nosotros podemos ministrar o servir a los demás. El ministerio de una persona puede que sea muy diferente del de otra y sin embargo los dos estarán dirigidos por Dios. En efecto, incluso hay ministerios a nuestro alrededor con los que a veces no estamos de acuerdo.
Cierto ministro cuando era joven, iba a menudo con su familia de vacaciones a la playa del Lago Superior. Todavía recuerda la ruta a través de Duluth, Minnesota, y cómo por el camino hacia Lutsen había señales pintadas por las rocas de la línea costera con frases como “Jesús salva” y “arrepiéntete o perecerás”.
Aquellas frases pintarrajeadas en las rocas no sólo rompían la ética del paisaje, sino que a él personalmente le fastidiaban, quizá porque nunca le ha gustado la propaganda al aire libre. Sin embargo, pronto dejó de ver con los mismos ojos aquel mensaje de “Jesús salva”, porque años después conoció a un hombre que dio su vida a Cristo gracias a uno de aquellos carteles y el Señor le ha usado muchas veces para mostrar cosas maravillosas, lo cual le ha demostrado que, aunque no esté de acuerdo con esos carteles, no puede tampoco ir tras de ellos.
Lo mismo ocurre con esos predicadores que hablan por la radio mensajes de infierno, fuego y condenación. La verdad que le caen muy mal, y no por que no esté de acuerdo con ellos, sino porque eso de oír lo mismo durante cinco días de la semana para que después pidan ofrenda…
Y sin embargo, hay personas que conocen a Cristo gracias a estas emisiones radiofónicas. Está convencido de que hay personas que necesitan que se les amenace para que por lo menos escuchen, aunque él nunca ha utilizado este método, porque siempre ha estado interesado, en primer lugar, no tanto en el infierno, sino en ese Dios que nos cuida y nos ama tanto, que incluso envió a su Hijo para morir por él y por todos para que pudiésemos llegar a ser nuevas personas, y por eso su ministerio actualmente está dentro de esa línea positiva de proclamar a Jesucristo y su mensaje de amor.
Ahora bien, si habla con alguien que rehúsa a Cristo, ¿sabe usted lo que hace? Le dice cuál es la otra cara de la moneda de Dios, la ira y las llamas para siempre; pero esta cara es el centro de su mensaje, que en realidad es Cristo.
Dios dice que hay diversidad de ministerios; ése es su plan y yo lo acepto completamente, verdad que hace que cuando no estamos de acuerdo con nuestros hermanos los tratemos como creyentes maravillados con los que tenemos que ser UNO.
LOS EFECTOS

Existe una gran diferencia en los efectos, o resultados, o manifestación es del Espíritu Santo. A veces su obra produce un respeto silencioso, mientras que en otras ocasiones hace dar gritos ruidosos de ¡Adelante!, ¡Gloria al Señor! Hay otras cuando el Espíritu de Dios obra un arrepentimiento sincero en los corazones de las gentes, manifestando por abundantes lágrimas y sollozos, mientras que hay otras ocasiones cuando las personas ríen gozosas ante su presencia. Su obra a veces produce sorpresa, otras la realización de algo que todos esperaban iba a pasar; en ocasiones el Espíritu trabaja rápidamente y en otras despacio; a veces su respuesta es afirmativa y en otras negativa.

¿POR QUÉ LAS MANIFESTACIONES DEL ESPÍRITU?

El apóstol Pablo, una vez presentado las tres manifestaciones del Espíritu: los dones, los ministerios y los efectos, dio un principio que ha sido olvidado por una gran parte de la Cristiandad. El propósito principal de la obra del Espíritu Santo hoy en día es la mutua edificación del Cuerpo de Cristo y no el brillo personal de aquellos por los que el Espíritu obra. Pues aunque existe una recompensa muy personal para el creyente que ejercita su don o toma parte en un ministerio, la obra del Espíritu Santo sirve para el bien común de todo el pueblo de Dios. “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho” (1ª Corintios 12:7)
Cuando estoy en medio de un trabajo o empresa evangelística, me encuentro francamente muy realizado, porque creo que éste es mi llamamiento número uno, y cuando me encuentro más feliz es precisamente cuando ayudo a las personas a entrar en el Reino de Dios. Pero sé perfectamente que mis hermanos que tienen el don de la enseñanza dicen lo mismo en cuanto a su trabajo didáctico, a la hora de explicar la Palabra de Dios a sus compañeros en el Cuerpo de Cristo. Los que pueden ejercitar el don de lenguas también se sienten profundamente felices y se acercan al trono de Dios por medio de las lenguas desconocidas. Y los que se dedican a ayudar a los demás, dirán que es más bienaventurado dar que recibir, y que ayudar a los demás, sobre todo a los hermanos de la fe, tiene su propia recompensa.
Pero, por muy reales que sean estas impresiones personales, lo más importante es la edificación del Cuerpo de Cristo. En esta era existencialista en que tanto se habla de lo que implica a uno personalmente, es muy necesario no olvidar lo que pueda implicar al Cuerpo de Cristo, o incluso a dios, porque también forma parte del programa.

¿RETÓRICA O REALIDAD?

Muchas veces nos enamoramos de las palabras y no de lo que esas palabras quieren decir. Por ejemplo, una de esas palabras o conceptos clave hoy en día es el bautismo del Espíritu Santo. En algunos círculos el mero hecho de mencionarla produce una tremenda reacción en contra, mientras que en otros, al nombrarla, se recibe un caluroso aplauso. Ciertamente, “bautizados con el Espíritu” es una frase que tiene un valor dentro de las páginas de la Sagrada Escritura, pero alegrémonos de su significado y no tanto de su uso en un lugar o en un momento determinado.
LA PROMESA DE JESUS

En Hechos 1:5, Jesús prometió a sus discípulos: “seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días”. La palabra “bautizar” es una traducción del vocablo griego bautizo, que significa sumergir, zambullir o identificarse con. La palabra “bautizar” es, zambullir o identificarse con. La palabra “bautizar” es, pues, la mejor palabra para darnos el concepto propio de aquel vocablo griego.
Todos los eruditos bíblicos están de acuerdo en que el bautismo a que se refería Jesús se cumplió el día de Pentecostés. Pero aquí nos encontramos ante un fenómeno interesante. El día de Pentecostés –tal y como leemos en Hechos 2- tuvo efecto la promesa de Jesús; pero, sin embargo, la palabra de Dios nos narra aquel acontecimiento así:

“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban
todos unánimes juntos. Y de repente vino del
cielo un estruendo como de un viento recio que
soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban
sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas,
como de fuego, asentándose sobre cada uno
de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y
comenzaron a hablar en otras lenguas, según el
Espíritu les daba que hablasen.”
(Hechos 2:1-4)

La palabra que así se usa para describir la promesa hecha por Jesús es “llenos”; ¿quiere decir que alguien quitó la palabra baptizo? Nada de eso. Lo que ocurre es que Dios es más grande que las palabras; El no se puede confirmar, encerrar, en un simple término del vocabulario humano. Dios se mueve dentro del área de la verdad y de la realidad y las palabras sólo sirven para describir lo que El hace. ¿Es esto, sin embargo, darles la razón a aquellos que preferirían no hablar del bautismo del Espíritu Santo? Nada de eso, pues simplemente significa que Dios está más allá de esa frase limitada como puede ser “bautizado con el Espíritu Santo”.
Al final del capítulo 2 de Hechos, cuando Pedro estaba terminando su sermón, los oyentes se encontraban en una disposición excepcional para aceptar lo que les estaba diciendo, y por eso le preguntaron: “Varones hermanos, ¿qué haremos?” Pedro les dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros lo que están lejos…” (Hechos 2:37-39).
Cuando Pedro acabó de hablar, muchísima gente fue bautizada con el Espíritu Santo; allí no se hizo mención alguna sobre el hablar en lenguas desconocidas, pero sabemos que aquello fue el bautismo del Espíritu, porque se mencionó la palabra “promesa” y Jesús prometió el bautismo del Espíritu. ¿Ha visto usted ya cuál es la palabra que falta? La palabra que no se dice en este pasaje es “bautizados”, porque en su lugar vemos la frase petrina de “recibiréis el don del Espíritu Santo”. ¿Por qué? ¿Por qué no se dijo “bautizados con el Espíritu Santo”.? Pues no lo sabemos, al menos, claro, que tengamos un Dios que no depende en absoluto de los términos humanos. Dios no es parcial en cuanto a términos y palabras, sino en cuanto a la verdad, y es que su propósito principal es llenar con su Espíritu Santo a las personas, y lo hace con Vida y no con palabras.
Sigamos adelante en el libro de Hechos y veamos los resultados de aquella promesa del Señor Jesucristo sobre el bautismo del Espíritu Santo, porque, como verá usted, muchas más variaciones surgirán, en cuanto a palabras se refiere, sobre la manera de describir el cumplimiento de su promesa original. Veamos Hechos 8:14-17:

“Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén
oyeron que Samaria había recibido la palabra
de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los
cuales, habiendo venido, oraron por ellos para
que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no
había descendido sobre ninguno de ellos, sino
que solamente habían sido bautizados en el
nombre de Jesús. Entonces les imponían las
manos y recibían el Espíritu Santo.”

En este pasaje se usan dos verbos para describir la acción del Espíritu Santo; estos verbos son: “descender” y “recibir”. Hay aquí que tener en cuenta que aquéllas eran personas a las que nunca se les había dado el Espíritu Santo y que, sin embargo, en aquellos momentos lo estaban recibiendo. En efecto, éste es otro cumplimiento directo de la antigua promesa del Señor Jesús hecha en Hechos 1, y aquí también vemos expuesta la verdad sobre el bautismo del Espíritu, pero con palabras distintas.
En hechos 10 vemos cómo la obra del Espíritu Santo se extiende al mundo gentil por medio del apóstol Pedro. El hombre que surge como prueba A en este caso es Cornelio, un comandante militar de un regimiento italiano. Pedro, guiado por una visión de dios, va y lleva el Evangelio de Cristo a este hombre y a su servidumbre. Mientras Pedro hablaba, el Espíritu Santo descendió sobre el grupo de personas reunidas y condujo a toda la familia a aceptar al Señor Jesús. También aquí se cumple la promesa de Jesús en Hechos 1, aunque la terminología sea distinta, porque en esta ocasión los verbos que se emplean para describir la obra del Espíritu son: “caer” y “derramar”; pero veamos el pasaje completo:

“Mientras aún hablaba Pedro estas palabras,
el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían
el discurso. Y los fieles de la circuncisión que
habían venido con Pedro se quedaron atónitos
de que también sobre los gentiles se derramase
el don del Espíritu Santo. Porque los oían que
hablaban en lenguas, y que magnificaban a
Dios. Entonces respondió Pedro: “¿Puede, acaso,
alguno impedir el agua, para que no sean
bautizados éstos que han recibido el Espíritu
Santo también como nosotros?” (Hechos 10:44-47)

La última vez que en el libro de los Hechos vemos al Espíritu Santo descender sobre personas que hasta aquellos instantes no habían sido creyentes es en el capítulo 19. Aquí se trata de un grupo de creyentes según el antiguo pacto, discípulos de Juan el Bautista. Aquellos hombres conocían muy bien las promesas de Dios, pero no conocían al Hijo de Dios, quien había sido el cumplimiento de tales promesas, de tal modo que cuando Pablo les preguntó si habían recibido el Espíritu Santo, se quedaron boquiabiertos, pues nunca en la vida habían oído hablar del Espíritu Santo. Más o menos, sabían que Jesucristo no tardaría en llegar al mundo, pero lo que no se imaginaban es que hubiera llegado ya. Aquí vemos lo que pasó:

“Aconteció que entre tanto que Apolos estaba
en Corinto, Pablo, después de recorrer las re-
giones superiores, vino a Efeso, y hallando a
ciertos discípulos, les dijo: “¿Recibisteis el Es-
píritu Santo cuando creísteis?” Y ellos le di-
jeron: “Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu
Santo.” Entonces dijo: “¿En qué, pues, fuisteis
bautizados?” Ellos dijeron: “En el bautismo de
Juan.” Dijo Pablo: “Juan bautizó con bautismo
de arrepentimiento, diciendo al pueblo que cre-
yesen en aquel que vendría después de él, esto
es, en Jesús el Cristo.” Cuando oyeron esto.
fueron bautizados en el nombre del Señor Je-
sús. Y habiéndoles impuesto Pablo las manos,
vino sobre ellos el Espíritu Santo, y hablaban
en lenguas y profetizaban.” (Hechos 19:1-6)



El quid de aquella conversación entre Pablo y los discípulos del Bautista estaba en el hecho de que no es suficiente arrepentirse, sino que se necesita recibir la nueva vida en Cristo, y así ocurrió con aquellos hombres. Y cuando Pablo les impuso las manos para que recibiesen el Espíritu Santo, el verbo que se emplea es “venir”, y una vez “vino” sobre ellos, empezaron a hablar en lenguas y a profetizar. También aquí es un cumplimiento de la promesa de Jesús en Hechos 1, aunque no se emplee todavía la palabra “bautizar”. ¿Significa que no fueron bautizados con el Espíritu? NO; el Espíritu vino sobre ellos y hablaban en lenguas. La vida estaba allí presente, aunque la palabra “bautizar” no estuviese.
Estos ejemplos que hemos dado nos hacen pensar detenidamente si no estaremos mirando al árbol de la ciencia del bien y del mal, al mismo tiempo que miramos el árbol de la vida verdadera, cuando tratamos de usar las palabras y los sonidos más correctos para describir lo que sucede con el Espíritu Santo.

sábado, 25 de octubre de 2008

EL LASER

La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos… discierne los pensamientos y las intensiones del corazón. (Hebreos 4:12)

El director de una importante fábrica de calderas guiaba a un grupo de ingenieros que visitaban la cadena de producción. Con ensordecedor ruido las prensas daban forma a las chapas; más lejos, unas piezas eran cortadas despidiendo haces de chispas. De repente se vio cómo, en un sorprendente contraste, sin ruido alguno un robot recortaba chapas de acero. Satisfecho con el efecto producido, el director reunió a su alrededor el grupo de visitantes para explicarles lo interesante de ese nuevo procedimiento con la utilización del láser, ese luminoso pincel extremadamente fino que dispone de suficiente energía como para recortar las chapas sin rebaba, con rapidez y precisión.
Era ésa una débil imagen de la acción de la luz divina en el corazón de un hijo de Dios. Como una espada, la Palabra de Dios penetra en el alma. Discierne en ella los más ocultos pensamientos y sentimientos, escudriña y pesa los más secretos móviles. Su acción purificadora y formadora se produce sin ruido.
Tomemos “la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Efesios 6:17), leámosla regularmente, a fin de que ella cumpla su trabajo en nuestras almas.
“En tu palabra he confiado” (Salmo 119:42).
“Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (v. 105).
“Susténtame conforme a tu palabra y viviré” (v.116).
“Ordena mis pasos con tu palabra, y ninguna iniquidad se enseñoree de mí. (v. 160).

viernes, 17 de octubre de 2008

UN VOCABLO BORRADO DEL VOCABULARIO

¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! (Isaías 5:20)

Es el vocablo “pecado”. Para millones de personas de nuestro tiempo él perdió por completo su sentido y su fuerza. Muchos dicen que esa noción fue inventada por el clero para asustar a la gente y sacarle con maña limosnas expiatorias. A lo sumo algunos reservan el vocablo “pecado” para designar lo que es evidentemente escandaloso.
Desde hace casi dos mil años. Dios describió los actuales tiempos de esta alarmante manera: “En los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural… crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella” (2ª Timoteo 3:1-5). Ésta es la verdad.
En la India se pueden ver multitudes en el Ganges que exclaman: “¡OH santo Ganges! Lávanos de nuestros pecados”. En el África negra y en otras partes se ofrecen sacrificios para reconciliarse con los dioses. En todos esos paganos subsiste el sentimiento del pecado. Pero, en medio de la cristiandad que debería ser mejor instruida, hay personas que lo quieren ignorar deliberadamente. Llegará el día en que cada uno deberá dar cuenta de sí a Dios. Dichosos aquellos cuyos pecados son borrados por medio de la obra de Cristo en la cruz.

lunes, 13 de octubre de 2008

LA BIBLIA EN UCRANIANO

Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón. (Jeremías 15:16)

Esto ocurrió durante el último conflicto mundial (1939-1945).
Emilio, un ferviente creyente, está a punto de ser deportado para cumplir trabajos forzados. A la tristeza que le provoca estar separado de aquellos a quienes ama, se agrega el pesar de verse privado del servicio de evangelización que cumple para su Señor. Mientras prepara rápidamente las pocas pertenencias que se le permite llevar, se arriesga a poner en su equipaje la Biblia ucraniana que posee desde hace mucho tiempo, sin que haya tenido la oportunidad de darla hasta ahora.
Al llegar al destino, nuestro amigo descubre en el campamento en el cual se halla la presencia de numerosos ucranianos. Al encontrar a una niñita de esa nacionalidad, le entrega un una caja la Biblia ucraniana oculta entre unos pares de medias de lana.
¡Qué profunda sorpresa para la familia de esa niña! Por fin tienen esa Biblia de la cual habían oído hablar y que en vano habían tratado de procurarse. ¡Con qué respeto uno de ellos se pone a leer el santo Libro en alta voz! Todos escuchan, los hombres se descubren. Tienen un tesoro entre sus manos: la Palabra de Dios que no tarda en producir en varios de ellos una maravillosa transformación. No sólo han hallado un consuelo, sino un Consolador, un Salvador, quien los liberó de una miseria moral mucho más grande todavía que su miseria material.

sábado, 11 de octubre de 2008

ESTRÉS

Os rogamos… que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos… (1ª Tesalonicenses 4:10-11)

Es una palabra que está de moda. El hombre moderno se siente “estresado” de la mañana a la noche, por lo menos en las ciudades. Tenemos que vivir en un mundo ruidoso y agitado, en medio de las febriles actividades de esta época en la que reina la técnica y corremos el riesgo de hallarnos en el engranaje de una existencia sometida a alta presión, gastando nuestras energías, corriendo de aquí para allá, hasta acabar perdiendo el sentimiento y el valor de las bendiciones eternas.
Jesús dijo: “Ninguno puede servir a dos señores”. “Donde está vuestro tesoro, allí también vuestro corazón” (Mateo 6:24; Lucas 12:34)
Amigos, a quienes abruman las preocupaciones y sinsabores de esta vida, “venid vosotros aparte”, como Jesús proponía a sus discípulos cansados, y permaneced tranquilos, aunque sólo sea por un momento para buscar compañía del Señor, en la cual vuestro espíritu pueda ser reanimado, vuestra fe fortalecida a menudo con gran provecho simultáneo para vuestro cuerpo. Reservaos un apacible tiempo para la oración y la meditación. Recordad la promesa hecha en las Lamentaciones de Jeremías 3:25-26: “Bueno es el Señor a los que en Él esperan, al alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor”. Haced la experiencia de la realidad de estas palabras y pedidle a Dios esa serenidad hecha de confianza, humildad y paciencia, dejándole que él tome en sus manos los problemas que os intranquilizan.

viernes, 10 de octubre de 2008

RUIDO NEFASTO

En una o en dos maneras habla Dios; pero el hombre no entiende. (Job: 33:14)

Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones. (Hebreos 3:15)

En el tiempo de la intolerancia religiosa, cuando se encendían hogueras en diversos países de Europa, se recurría al redoble de tambores para cubrir la voz de los mártires que morían quemados a causa de su fe en Jesucristo. Se temía que su último testimonio fuera oído por los que asistían a su suplicio.
Muchas personas ahogan voluntariamente la voz de su conciencia mediante los ruidos y la agitación del mundo; así tratan de reducir a silencio al Espíritu Santo cuando les hace sentir su culpabilidad ante Dios.
En el torbellino de las ocupaciones y de las distracciones, innumerables personas permanecen sordas a los llamados de la gracia de Dios. Sin embargo, el Señor las ama. Quiere arrancarlas de la perdición eterna y sacarlas de su desdicha moral por medio de la fe en Jesucristo; quiere aconsejarlas y hacerles gustar una vida sana, recta, pura y feliz. Lamentablemente, tienen demasiadas cosas que oír como para poder escuchar la voz del Señor. Probablemente por eso a veces él está obligado a hablar muy fuerte.
No busquemos más tapar la voz de Aquel que ofrece el perdón, la paz del corazón, la perfecta felicidad en el cielo, y todo esto por pura gracia. Escuchemos este tan paciente llamado: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones”.
Digamos siempre al Señor como el joven Samuel: “Habla, porque tu siervo oye” (1ª Samuel 3:10).

sábado, 4 de octubre de 2008

REFLEXIONES DELANTE DE UN CUADRO

Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos). Efesios 2:4-5.

Al visitar un museo, un grupo de turistas se detiene delante de un célebre tríptico que representa el juicio final. El guía comenta el cuadro, diciendo: -En la parte izquierda los malos son conducidos al infierno… en tanto que los justos son introducidos en el Paraíso…
-¿Los justos? Entonces no tengo esperanza –dice uno de los visitantes a su vecino- ¿y usted?
-Yo, señor, no soy malo.
-¿Entonces es justo?
-OH no, no he dicho esto; además. ¿Quién puede decir que ha sido siempre justo?
-Usted tiene razón, porque Dios mismo declara en la Biblia: “No hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10). Como lo ilustra este cuadro, sólo hay dos categorías de personas: los justos y los malos. Si usted no se considera un malo, no puede aprovechar la obra de Cristo para ser hecho justo ante Dios. Jesús “murió por los impíos” (Romanos 5:6).
La conversación prosiguió a lo largo de la visita. Luego ambos turistas intercambiaron sus direcciones. Dios se sirvió de esta charla para despertar la conciencia del que estimaba no ser “malo”. Poco después éste hizo una llamada telefónica en la cual se percibía su inquietud.
-¿Qué debo hacer para ser salvo?
-Nada, sino creer en el Hijo de Dios, muerto por los malos como todos nosotros. Él soportó el juicio que merecíamos usted y yo.

martes, 30 de septiembre de 2008

LA NATURALEZA DE LA UNIDAD

Prescindiendo del lugar en que usted se encuentre dentro de esa amplia gama de posiciones relacionadas con el Espíritu Santo, no cabe duda de que estará de acuerdo en admitir que no hay nada fuera de la Iglesia de hoy en día que haya causado más la desunión del pueblo de Dios que este asunto de los dones espirituales.
Muy a menudo, comunidades enteras de creyentes se dividen por no ponerse de acuerdo sobre los dones del Espíritu, o dos individuos que durante mucho tiempo han estado íntimamente unidos por los lazos de Cristo, ya no pueden tener comunión con El en completa unidad e intimidad, porque uno de ellos recibe una manifestación del Espíritu con la que el otro no está de acuerdo. Es trágico ver cómo Satanás se ha dedicado a dividirnos precisamente en aquellas cosas que Dios nos dio para permanecer unidos, porque el Espíritu Santo fue dado al Cuerpo de Cristo para hacernos uno, para darnos la unidad.
HABLAR O NO HABLAR: HE AQUÍ EL DILEMA
Una joven de algo más de veinte años, y que hacía poco que era cristiana, hizo recientemente una solicitud para trabajar en una organización cristiana. Durante la entrevista le preguntaron: “¿Qué piensa usted sobre las lenguas?”
“¿Sobre las qué?”, respondió.
“Lenguas”, replicó el que preguntaba.
“No creo que haya oído hablar de eso –dijo la joven honestamente-. ¿Qué es eso de las lenguas?”
“Pues es un fenómeno que ocurrió por primera vez el día de Pentecostés, según Hechos capítulo dos, cuando los cristianos fueron llenos del Espíritu Santo y recibieron la habilidad de pronunciar palabras en idiomas que nunca habían aprendido. También en los Evangelios se habla de esto, pero sobre todo en Hechos y 1ª Corintios. La razón por la que hacemos esta pregunta es a causa del lío que hay sobre este asunto.”
“Bueno –dijo la solicitante, pensando de nuevo en la pregunta original-, si está en la Biblia, tengo que estar de acuerdo; una cosa que he aprendido desde que creí en Jesucristo como mi Salvador, es que puedo depender y fiarme de la Palabra de Dios.”
“Nuestra política –dijo el que preguntaba- es que los quieran trabajar con nosotros, deben primero estar de acuerdo en no hablar en lenguas.”
“Pero ¿por qué, si está en la Biblia?”, preguntó la chica.
“Bueno, pues verá, es que…”
Y así continuó la conversación y al final la solicitud fue rechazada.
Por otra parte, a otro amigo, encendido por el fuego del Espíritu, le propusieron enseñar las Escrituras periódicamente a grandes grupos de cristianos que creían en los dones del Espíritu Santo y los practicaban. Cada vez que enseñaba, la gente se agolpaba para escucharle a causa de la claridad y autoridad que exhibía al presentar la Palabra de Dios.
Los creyentes fueron creciendo firmemente en el Señor y muchas personas nuevas fueron alcanzadas por Cristo.
Pero entonces corrió la voz de que, aunque este hombre creía de todo corazón en la obra completa del Espíritu Santo, nunca había experimentado el don de lenguas. Y así fue como a partir de entonces ya no se prepararon mas sesiones para tal hermano. Y el pueblo de Dios preguntó: “Pero ¿por qué?”
SIGNOS DE PROGRESO

No hace mucho cierto ministro se encontraba comiendo en las oficinas centrales de Billy Graham, en Minneapolis, con varios miembros del personal de oficinas. De repente, la conversación giró hacia el poder de sanidad de Dios. Dos de aquellos hombres refirieron cómo habían visto a Dios curar personas a quienes conocían y amaban. Todos fueron fortalecidos al oír estas experiencias tan fascinantes, y una gran risa surgió espontáneamente cuando alguien comentó: ¿No es irónico que estemos aquí, en el cuartel general de Billy Graham, alabando a Dios por las curaciones por fe, mientras Oral Roberts se pasa todos los domingos discutiendo la salvación personal por televisión?
Como ven, donde quiero ir es que más y más hijos de Dios están regresando a la sinceridad en el Espíritu. Sin dejar de lado la persuasión personal, los creyentes están empezando a decir: Tiene que haber algo más en qué ocuparnos en el Reino de Dios que pelearnos; por el amor de Dios, dejemos de luchar entre nosotros y juntemos nuestra artillería para luchar contra el dominio de las tinieblas, en vez de gastar nuestro celo en hacernos pedazos unos a otros.
UNIDAD Y COMPROMISO

Pero lo que nos retiene a muchos es que no queremos comprometernos. Hemos tenido algunas experiencias con el Señor y hemos aprendido algunas verdades de su Palabra y no las podemos olvidar, pues ya forman parte de nosotros. Verdaderamente queremos la unidad, unidad dentro del cuerpo, pero ¿somos verdaderos con nosotros mismos?
Hace un tiempo alguien estuvo en el noroeste del Pacífico y allí se encontró con un buen amigo en Cristo, quien iba a visitar varias ciudades de Alaska. Su tarea era allí hablar a un grupo de cristianos, y quería que conociesen a Robin, así que se los presentó.
Les dijo: Está aquí de paso esta noche, camino de King Salmon, Alaska, donde trabaja en la instalación de un radar como oficial de la fuerza aérea. Cuando se graduó en la universidad lo nombraron segundo teniente, y el año pasado sirvió en Texas.
Entonces, volviéndose a su amigo, le dijo: Rob, ¿por qué no nos explicas en unos minutos cómo llegaste a conocer a Jesucristo? Y quizá también puedas decirles algo de lo que el Señor ha hecho mientras servías en la fuerza aérea. Rob captó la idea inmediatamente, pero de repente pensó que había olvidado que se encontraban ante un grupo de pacifistas que habían sentido una entrega sincera a Cristo, junto con la abstinencia del servicio militar, y he aquí que estaba presentando a su amigo con unas credenciales de la fuerza aérea.
En el amor y la transparencia que sólo el Espíritu Santo puede dar, el hermano en la fe habló de su caminar con Cristo, y contó un par de incidentes por los que unos hombres se habían convertido a Cristo en la base de Texas.
Pero de vuelta en el motel por la noche, Robín le recriminó por su metedura de pata y este hermano no supo donde meterse de lo abochornado que estaba, porque si había aprendido del Señor alguna cosa recientemente, era precisamente la de no poner obstáculos a la fe de los demás. Le pidió perdón a Robín y le preguntó que pensaba que podía hacer el con relación al grupo pacifista al cual había ofendido.
No creo que puedas hacer algo más –dijo-. Fue maravilloso; cuando termine de hablar, un muchacho se me acercó para pedirme excusas. Dijo que cuando tú me presentaste, al ver mi traje decidió que al terminar me tomaría aparte y me diría que un no Pentecostal, y por añadidura militar, no puede ser cristiano; pero después de escucharme, se sentía obligado a decirme que me amaba en el Señor.
Robin y este hermano hablaron hasta muy tarde sobre el impacto de los comentarios de aquel joven, y pensó la cantidad de disputas que se hubiesen podido evitar en el pasado de haber reaccionado igual que aquel joven. Y pensó también las veces en las que debería haber permanecido en la unidad del Espíritu y no lo había hecho, y al fin llegaron a la conclusión los dos de que si una actitud así limpiase el cuerpo de Cristo durante unos cuantos años, nadie podría decir de qué manera tan poderosa iba a unir a su pueblo el Espíritu de Dios.
Supongo que a veces vemos la unidad y el compromiso como cosas sinónimas, pero no lo son. Porque dudo seriamente que el hermano que habló con Robin aquella noche haya cambiado algo sus ideas sobre la participación de los cristianos en el servicio militar, y, por otra parte, sabemos que Robin todavía está en la fuerza aérea. Aquellos dos hombres no llegaron a ningún compromiso de sus creencias en absoluto, pero los dos son uno en Jesucristo. Están unidos por el señorío de Jesucristo; aunque tengan, por lo menos, una convicción diferente de lo que ese señorío significa.
Una de las características de la unidad cristiana consiste en que para hacer desaparecer las divergencias entre las personas o las facciones, debe ser el amor el que dirija todas las relaciones, o al menos sirve para que exista una coexistencia pacífica; el éxito está siempre asegurado cuando una de las partes está dispuesta, y nosotros, en Cristo, tenemos una tremenda ventaja porque ya somos uno en El, y ése es precisamente nuestro estado natural como creyentes, lo cual explica lo que Pablo dijo en Efesios 4:3 “Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.”
LA TAREA QUE TENEMOS POR DELANTE

La reforma del siglo XVI nos sacó de la muerte teológica de la Edad Media, y algunos puntos doctrinales que habían sido maleados fueron enderezados, pero ¿podrá salvarnos la obra actual del Espíritu Santo de la muerte existencial de la Edad Media y de la que nunca se salió del todo desde el tiempo de la Reforma?
Yo no puedo dejar de creer que la última gran tarea que Jesucristo quiere llevar a cabo con su pueblo es unirnos para que seamos una unidad funcional. En efecto, esto fue lo que Pablo predijo cuando en Efesios 5:27 dice: “… a fin de presentársela a sí mismo (a Jesús) una Iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.”
Jesucristo no volverá para tomar consigo una novia fea y rencillosa; El desea algo santo y sin mancha. Su oración por la Iglesia fue “para que todos sean uno” (Juan 17:21); así que El tiene ese trabajo en sus manos y no acabará el proceso hasta que todo esté completado. Vivimos en la época cuando el cuerpo de Cristo tiene que juntarse; y éste es el tema número uno, y la tarea ya ha comenzado. Para despertar y unir el Cuerpo de Cristo, Dios manda su Espíritu sobre los hombres, y como lo hizo en tiempos pasados, también lo está haciendo hoy en día.

DEMOS UNA OJEADA A ESTE LIBRO
Seguramente que usted no estará de acuerdo con todas las cosas que decimos en este blog, aunque creo que estará de acuerdo con nuestra conclusión, pero no a todas las cosas dirá que sí, y este hecho –el de que usted no esté en todo de acuerdo- ya es formidable, porque de lo que se trata es de ir juntos al Señor Jesucristo y no desparramar la obra que el Espíritu Santo ha hecho hasta ahora entre nosotros. Por mi parte, le prometo una cosa: no pienso ponerle ninguna trampa religiosa; ningún partido, sección o individuo saldrá victorioso, porque el pedestal para el ganador sólo es para Cristo y para todos los que le siguen.
En las próximas tres entradas trataremos de estudias el cómo surgieron y todavía surgen las actitudes sectarias de aquellos que dicen: “Nosotros tenemos razón y vosotros no.” Para algunos, estas entradas serán más de tipo educacional que de inspiración, e incluso habrá secciones que le gustaría leerlas superficialmente o pasar por encima de ellas, pero me parece que el hecho de estudiar lo que ocurre dentro de algunas secciones del Cuerpo de Cristo, sirve para que el futuro evitemos los problemas que hoy existen.
Las últimas entradas van a tratar de las grandes cosas que Dios está haciendo en estos momentos con su pueblo, y relacionaremos todos estos acontecimientos con los conceptos de amor y unidad entre los creyentes, que tanto anhelamos.
Aquí se trata de enfrentarnos con el problema más importante de este siglo relacionado con el Cuerpo de Cristo, y si usted está familiarizado con los debates sobre el bautismo del Espíritu Santo, el hablar en lenguas y otras manifestaciones carismáticas, sabrá a que me refiero. Y si, por otra parte, no tiene mucha idea de esto, preste entonces atención, porque lo que no puede continuar es la división existente, la cual es un ardid del adversario que ya no se puede ignorar como el que esconde algo debajo de una alfombra.

TRANSFORMACION RADICAL

Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. (2Corintios 5:17)

Os es necesario nacer de nuevo. (Juan 3:7)

Para ilustrar algunas de sus predicaciones, a cierto creyente le gustaba tomar como ejemplo la constitución química del azúcar. Sus componentes son el oxígeno y el hidrógeno, ambos incoloros y sin sabor, combinados con carbón negro e insípido. El resultado de esa combinación es el azúcar banco. No hay nada en común entre los elementos originarios y el producto final.
Es una imagen de la transformación todavía más radical que Dios quiere traer a nuestra existencia, la que quizá nos parece apagada inútil y estéril, para hacer de ella un huerto fértil que produce abundantes frutos para su gloria. Para eso, basta confiarle nuestra vida. Si aceptamos a Jesús como Salvador, él se hará cargo de nuestra existencia.
Con toda seguridad podemos confiar en el Señor Jesús. Murió en la cruz para salvarnos; vive en el cielo para guardarnos. Como Dios con su sol y su lluvia transforma el bulbo sin atractivo hundido en tierra negra en una magnifica azucena blanca y perfumada, asimismo quiere apoderarse de nuestra vida y hacer surgir de ella lo que llenará su corazón de gozo.
Si tratamos de organizar nuestra propia vida, sólo resultará el desastre y el fracaso. Sólo aquel que nos creó puede lograrlo. Sólo aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos puede hacer de nosotros una nueva criatura y conducirnos con éxito por el camino de la bendición.

viernes, 26 de septiembre de 2008

EL EVANGELIO DE DIOS

No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de dios para salvación a todo aquel que cree. (Romanos 1:16)
Vuestra fe no está fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de dios. (1ª Corintios 2:5)

En la epístola a los Romanos el apóstol Pablo presenta en toda su plenitud: “el evangelio de Dios… acerca de su Hijo” (1:1-3). Primeramente, establece –de la manera más irrefutable- la culpabilidad de todos los seres humanos sin excepción. Sus responsabilidades pueden diferir, pero todos son culpables ante Dios (3:19-22).
Más he aquí que Dios halló un medio de salvar a los hombres y hacerlos capaces de mantenerse en su presencia, y ello sin renunciar para nada a las exigencias de su santidad. Él dio a su Hijo, y Cristo expió los pecados de todos los que creen en él; murió por nosotros, el justo por los injustos. Y ahora somos “justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (3:24). “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (5:1)
Muchos creyentes se contentan con esto. Son salvos y esto les basta. Pero la gran salvación de Dios nos lleva mucho más lejos. En los capítulos 6 y 7 el creyente es liberado de la tiranía del pecado y de su detestable “yo”. En el capítulo 8 es conducido a las luminosas cumbres de la gracia divina: conocido, predestinado, llamado, justificado, glorificado: es todo el plan de dios respecto de él de una eternidad a otra.
En resumidas cuentas, se puede decir que los cinco primeros capítulos de esta epístola a los Romanos nos presentan un evangelio para morir en paz y los capítulos 6 a 8 un evangelio para vivir en paz.

martes, 23 de septiembre de 2008

EL CONTENIDO VENENOSO

No hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios. (Romanos 3:22-23)

La experiencia muestra que existen diferencias entre los seres humanos. No somos todos iguales ni hacemos todos lo mismo. No se puede negar que hay una diferencia entre alguien que pone su talento y sus fuerzas al servicio de los demás y alguien que sólo busca sus intereses y perjudica a sus semejantes.
Bebidas son bebidas, pero un vaso de agua no es lo mismo que una taza de café. Un vaso de gaseosa resulta mucho más barato que una copita de coñac. Nadie va a pretender que todo esto tenga el mismo valor. Pero, si a todas esas bebidas se les echa un poquito de veneno, de repente todas son iguales: todas son mortales y se las debe tirar. Este ejemplo muestra claramente cuál es nuestra condición como seres humanos. No somos todos iguales, pero nuestra naturaleza es exactamente la misma; en todos está y obra el pecado. Por eso, pese a las diferencias, existe el mismo destino para todos: la perdición.
Al atravesar el desierto camino de la tierra prometida, los israelitas no eran todos iguales. Pero, cuando Dios les envió serpientes para castigarlos por sus continuas quejas, todos se hallaron en la misma situación; todos habían pecado y el veneno de las serpientes hacía en todos la misma obra mortíferas en sus venas. Entonces Dios encargó a Moisés que hiciera una serpiente de bronce y la pusiera sobre un asta. Cualquiera que la miraba, viviría; el que no creía la palabra de dios y no la miraba, moría. Acerca de ese suceso Jesús le dijo a Nicodemo: “Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (Juan 3:14-15; Números 21:5-9).

sábado, 20 de septiembre de 2008

DAR CUENTA

Mayor es Dios que el hombre. ¿Por qué contiendes contra él? Porque él no da cuenta de ninguna de sus razones. (Job 33:12-13)
Dios… pagará a cada uno conforme a sus obras.
(Romanos 2:6)

Dios no tiene por qué darnos cuenta. Sus pensamientos están infinitamente por encima de los nuestros. Evidentemente, es imposible que la criatura comprenda al Creador, salvo cuando éste se le revela. Lo que no entendemos ahora, le entenderemos más tarde, pero desde ahora, nosotros, quienes conocemos a Dios, nos inclinamos con sumisión ante sus decisiones.
No, Dios no tiene que rendirnos cuenta, pero nosotros hemos de dar cuenta a Dios. Ante él somos responsables de nuestros actos, de nuestras palabras y hasta de nuestros pensamientos.
El primer punto acerca del cual los hombres deberán explayarse será la posición que hayan tomado con respecto a Cristo y a su sacrificio. Si, al reconocerse pecadores, aceptaron a Jesús como su Salvador, serán salvos y liberados del juicio. Si rehúsan la salvación que Dios les ofrece por medio de Jesús, comparecerán ante el gran trono blanco para ser condenados a las penas eternas y conocerán los castigos conforme a lo que fueron sus obras. Así lo dice la Biblia.
Dos conclusiones se nos imponen: la urgente necesidad de hacer nuestras cuentas… y será para comprobar nuestra bancarrota moral y luego para ponernos en regla con Dios mientras dure el día de la gracia. Una vez hecho esto, nos incumbirá el feliz deber de comportarnos de una manera digna del Señor.

jueves, 18 de septiembre de 2008

SUCIOS DESECHOS DE LA VIDA

No hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta. (Hebreos 4:13)

Sin energía no hay luz, ni calor, ni transporte, ni industria, en resumen, ninguna posibilidad de vida –o sólo insuficientes –para los millones de seres humanos de nuestro planeta. Pero las existencias de energía tradicional no son inagotables: por eso la energía nuclear parece ser una magnifica solución para producir electricidad. Mas presente un peligro: la radioactividad. Y el más considerable peligro consiste en los desechos, a cuyas radiaciones el ser humano y su ambiente quedan expuestos durante miles de años. ¿Cómo envasar esos desechos para que no escape ninguna radiación? ¿Dónde guardarlos? ¿En provisorios depósitos en el mar? ¿En países que estén dispuestos, a causa de su pobreza, a aceptarlos mediante adecuada compensación?
¿No tiene esto un parecido con nosotros? Si comprobamos que hay un sucio desecho en nuestra vida, lo envasamos cuidadosamente. Nadie lo sabe ni lo ve… salvo Dios. Ningún secreto, ni un solo piadoso envase resisten al Dios omnisciente. Llegará el día en que todos los pecados se liberarán cuando debamos dar cuenta al divino Juez. Entonces estaremos perdidos, salvo si Dios no puede hallar en nosotros el más pequeño rastro de desecho. ¿Es esto posible? Sí, porque el Señor Jesús murió por nosotros como víctima expiatoria en la cruz. Cuando, en espíritu, nos arrodillamos ante él y le confesamos nuestros pecados mediante la fe en él, somos perfectamente liberados de todo sucio desecho, porque “la sangre de Jesucristo… nos limpia de todo pecado”. Este es el único y seguro camino para ser salvos del más grande peligro existente.

miércoles, 27 de agosto de 2008

EL EVANGELIO DEL ESPIRITU SANTO

Este mismo evangelio fue predicado por Cristo, por Pedro, por Felipe y por Pable. Y este es el evangelio que nosotros debemos predicar. El Espíritu Santo va a glorificar a Cristo con este tipo de mensaje como lo hizo en el día de Pentecostés. Cuando Pedro señalo que Jesús era el Señor y el Cristo, el Espíritu Santo actuó de tal manera que tres mil personas quedaron compungidas. El Espíritu Santo tiene interés en que el reino de Dios se extienda aquí en la tierra. No es cuestión de rebajar el mensaje ofertando el evangelio, sino de predicar el evangelio del reino de Dios y proclamar a Jesucristo como Señor, como Rey, anunciando que su autoridad y gobierno deben establecerse en las vidas.
En 2ª. Corintios 4:5, Pablo dice:
Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús.
“No predicamos a Jesucristo como Salvador” –aunque El salva-, infiere Pablo, sino “Predicamos a Jesucristo como Señor”. Porque El es el Señor que salva. El es el Señor que sana. El es el Señor que bendice. “Nosotros predicamos a Cristo –señala Pablo- COMO SEÑOR”. Y sobre esta predicación de Pablo y de los apóstoles, la iglesia primitiva se extendió… ¡Cuántos se entregaron al Señor!
Algunos se asustan cuando piensan en una demanda tan radical. Se les ocurre que si ahora, con menos exigencias hay tan pocos resultados, con una exigencia mayor habrá menos todavía. Todo lo contrario. Hay dos razones para ello, una de parte del hombre, y otra de parte de Dios.
Cuando a uno se le presenta algo vago, a lo que no tiene que responder con todo, pierde interés. Hay religiones llenas de exigencias, muy legalistas y que, sin embargo, tienen muchos adeptos porque les presentan algo contundente, concreto, claro. Si queremos que la gente se defina, prediquémosle algo concreto. Pongámosla frente a Cristo. Que nuestro mensaje sea sobre la persona de Cristo. Porque la persona de Cristo define, pone al hombre frente a una disyuntiva. Tiene que elegir. O le reconoce como Señor, o sigue viviendo como quiere.
Pero también está la parte de Dios, y es ésta: Dios tiene interés en que Cristo sea reconocido como Señor. Por eso, cuando el mensaje es dado de acuerdo a su voluntad, el Espíritu Santo comienza a obrar, a manifestarse, respaldando esa exposición. Muchas veces, el predicador tiene la tentación de hacer la invitación un poco más fácil. “¿Quién quiere abrir su corazón? ¿Quién quiere recibir a Cristo?” Con esto, tal vez, diez personas más levanten su mano en asentimiento, pero, ¿cuántos de ellos quedarán? Además, lo importante no es que levanten la mano o no, sino que reconozcan a Cristo como Señor. Allí si va a obrar el Espíritu Santo para traer fe, regeneración y salvación.
Estoy persuadido que esta manera de presentar el evangelio hará surgir una generación de discípulos que, desde su misma conversión, van a vivir plenamente el reino de Dios. ¿Cómo va a predicar la iglesia a los incrédulos a Jesucristo como Señor, si todavía dentro de ella hay muchos que no le ha reconocido así? Creo que, antes de que podamos lanzar la proclamación de este mensaje, Dios llevará a su iglesia a reconocerle como Señor en la vida de cada uno de sus miembros. Debemos reevangelizar a los creyentes con el evangelio del reino de Dios.
El mensaje de Cristo como el Señor no es un mensaje nuevo que deba ser agregado a nuestra carpeta, si es que entendemos la diferencia que hay entre él y el evangelio de las ofertas que hemos predicado. El evangelio de las ofertas proclama que la condición para que el pecador se salvara era “recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador”. Si alguien lo hacía, ya estaba salvado y tenía vida eterna. Pero Dios está mostrándonos con el evangelio del reino, que en ningún lugar de la Biblia se nos dice que quien recibe a Cristo como su Salvador ya es salvo, sino que la condición indispensable para ser salvo es reconocer a Jesucristo como Señor. Los que dicen: “Yo predico a la gente a Cristo como su Salvador; cuando lo aceptan como su Salvador, se lo predico como Señor; demuestran que no han comprendido el evangelio del reino.
Otros objetan, “Si les predicamos a Cristo como su Señor y lo reciben como tal, ¿Cuándo lo van a recibir como su Salvador?” ¡Tampoco han entendido!
Hay algunos que parecen creer que si a Cristo no le aceptamos como Salvador, no nos salva. Pero Cristo ES el Salvador. Es el único y suficiente Salvador. Sin embargo, ese Salvador me salva, no cuando meramente le reconozco como Salvador, sino cuando le reconozco como el Señor de mi vida.
Toda nuestra manera de testificar de Cristo, de predicar el evangelio, cambia fundamentalmente a la luz de esta verdad. Al que quiere ser salvo, Pablo le dice –y es una verdad respaldada por toda la Biblia- que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo (Romanos 10:9) Cristo será tu Salvador cuando le reconozcas como tu Señor.
Cuando escuchan esto muchos se preguntan: “¿Cuándo me convertí yo, entonces?” Te voy a dar un consejo. No te preocupes por definir cuándo te convertiste. Si respondimos a Dios con sinceridad y entereza con la luz que teníamos hasta ahora, yo creo que éramos salvos. Pero al venir la luz, debemos responder al Señor con la misma sinceridad y entereza. Si yo tardé diez años en reconocer a Cristo como mi Señor, el nuevo discípulo no tiene que recibir primero a Cristo como su Salvador y después de años reconocerle como su Señor. De ninguna manera. El nuevo discípulo debe convertirse reconociendo a Jesucristo como Señor de su vida. Este debe ser nuestro enfoque en la predicación y proclamación del evangelio.

jueves, 21 de agosto de 2008

EL EVANGELIO DE LOS APOSTOLES

A continuación, hagamos un repaso de la predicación apostólica:
Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo (Hechos de los Apóstoles 2:36).
Esta es la conclusión del mensaje de Pedro en el día de Pentecostés. El termina diciendo que Dios ha hecho a Jesús Señor y Cristo, es decir el que domina sobre el reino de Dios.
Cristo predicaba el evangelio así: anunciaba el reino de Dios, y enseñaba todo lo concerniente a él; luego, se presentaba a sí mismo delante de los pecadores y les exigía una definición. Les ponía frente a esta disyuntiva: reconocerle a El como Señor, como rey, o rechazarle. Aquel que realmente le reconocía, entraba a formar parte de ese reino que El venía anunciando. Y esto ocurría solamente por la fe.
Después vino Pedro. ¿Y qué predicó? Lo mismo. Enfrentó a los pecadores con Cristo. La persona de Cristo como Señor define a los hombres. Tienen que reconocerle o rechazarle.
Quiere decir que no era cuestión de que “Cristo entrara en el corazón” entre tanto que cada uno siguiera manejando sus cosas. No, Cuando el pecador se confrontaba con la persona de Cristo, se entregaba totalmente a El, le reconocía como Señor de su vida. Si por el contrario se rebelaba y no creía, quedaba automáticamente descartado del reino de Dios.
¿Qué mensaje predicó Felipe?
Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo… (Hech. 8:12).
Cristo no estaba en persona con él; sin embargo, Felipe igual anunciaba el reino de Dios y el nombre de Jesucristo. Es decir, presentaba el reino y al rey.
¿Qué mensaje predicaba Pablo, el gran predicador y apóstol?
Y entrando Pablo en la sinagoga, habló con denuedo por espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios (Hech. 19:8).
En Efeso, durante tres meses, parece que no tuvo otro tema. Reunió a los ancianos en Mileto, y les dijo:
Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro (Hech. 20:25).
Es interesante destacar cuanto tiempo pasó él allí predicando el reino:
Por tanto velad, acordándoos que por tres años de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno (v. 31).
Después Pablo llegó a Roma. Allí estaba preso, pero gozaba de ciertas libertades:
Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndole acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas (Hech. 28:23).
Muchos venían a su casa, y desde la mañana hasta la tarde, él les testificaba del reino de Dios, y les persuadía acerca de Jesús, por la ley de Moisés y por los profetas. Quiere decir que el tema de Pablo, de la mañana a la noche, era el mismo: el reino de Dios. Notemos cómo termina el libro de Los Hechos:
Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada. Y recibía a todos los que a él venían predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento (vs. 30,31).
¡Dos años enteros, en una casa alquilada en Roma, predicando del reino de Dios y del Señor Jesucristo! El explicaba todo lo que abarcaba el reino de Dios –quizás, muchas de las cosas que nosotros estamos aprendiendo ahora –pero en conclusión, su tema era el reino, y el nombre del Señor Jesucristo.

lunes, 18 de agosto de 2008

EL EVANGELIO DE JESUCRISTO

Veamos cómo predicaba el evangelio Jesucristo.
Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado (Mat. 4:17).
Cristo mostraba, enseñaba y predicaba. Pero antes de entrar de lleno en su predicación, analicemos el contenido de sus enseñanzas.
Cristo enseñaba por parábolas. Las parábolas eran ilustraciones por medio de las cuales transmitía verdades eternas. Las hacía sencillas, para que la gente las pudiera entender, y al mismo tiempo, para que fueran incomprensibles para los incrédulos.
Consideremos una serie de parábolas que encontramos en el Evangelio según San Mateo. Es sorprendente ver que la mayoría de ellos hablan de un mismo tema.

Cuando alguno oye la palabra del reino… (Mat. 13:19)
El refirió otra parábola diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre… (v.24)
Otra parábola les refirió diciendo: El reino de los cielos… (v.31)
Otra parábola les dijo: El reino de los cielos… (v.33)
Además, el reino de los cielos… (v.44).
También el reino de los cielos… (v.45)
Asimismo el reino de los cielos… (v.47).
… todo escriba docto en el reino de los cielos… (v.52).
Por lo cual el reino de los cielos… (Mat.18:23)
Porque el reino de los cielos… (20:1).
El reino de los cielos… (22:2).
Entonces el reino de los cielos… (25:1)
Porque el reinote los cielos… (v.14)
¿Sobre qué hablan las parábolas de Cristo en su mayoría? Su enseñanza tenía un tema, y sobre ese tema se explayaba: el reino de los cielos. Casi la mayor parte de su enseñanza tenía que ver con esto.
Veamos ahora la predicación de Cristo, según el relato de Lucas.
Es necesario que también en otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios (Lucas 4:43).
Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con El (Lucas 8:1).
También aquí notamos que El predicaba el evangelio del reino de Dios.
Nuestro mensaje al mundo es el evangelio, las buenas nuevas de salvación, pero no olvidemos que es el evangelio del reino de Dios. Porque estas buenas nuevas son justamente acerca del reino de Dios. No podemos separar una cosa de la otra.
Cristo iba por todas las ciudades y aldeas anunciando el reino de Dios.
Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos (Lucas 9:2).
Y cuando la gente lo supo, le siguió; y El les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados (v.11).
Anuncia el reino de Dios… (v.60).
Se ha acercado a vosotros el reino de Dios (cap.10:9).
La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado y todos se esfuerzan por entrar en El (16:16).
A partir de Juan Bautista se anunció el reino de Dios.

jueves, 14 de agosto de 2008

EL EVANGELIO DEL REINO

Desde que Dios comenzó a revelarnos a Jesucristo como Señor, hubo para ciertos mensajeros un nuevo enfoque de todo lo que se llama evangelización. Tuvieron que comenzar a rever toda su manera de predicar el evangelio y aprender cual era la manera en que Cristo lo predicaba. ¿Cómo predicaban los apóstoles? No le importaron ya para nada sus propias costumbres. Pusieron a un lado pilas de mensajes, y le han dicho a Dios:
¡Señor, enséñame a predicar el evangelio!
Al estudias el desarrollo de la obra evangélica en America Latina, descubrimos que ha habido dos corrientes predominantes, dos enfoques diferentes en la predicación: “el evangelio anticatólico” y el “evangelio de las ofertas”.
EL EVANGELIO ANTICATOLICO
Por ser América Latina predominantemente católica, los primeros misioneros evangélicos que llegaron a estos países comenzaron predicando un “evangelio anticatólico”. (Se cuestionaba enérgicamente: el culto y las oraciones a María, el uso de imágenes como objetos de devoción, la infalibilidad del Papa, el purgatorio, las oraciones por los muertos, etc.) El evangelio de hasta hace tres décadas sabía más textos bíblicos que se prestaban a la controversia contra el catolicismo que sobre cualquier otro tema. De esa manera surgió un estilo de predicación que se llamó “evangelio anticatólico”, y que formó en el pueblo evangélico un espíritu marcadamente anticatólico. Predicar el evangelio significó, para muchos, por largo tiempo, atacar al catolicismo romano; algunos en forma abierta, otros en forma disimulada.
Con esto no estoy queriendo abrir un juicio sobre el proceder de los predicadores que nos precedieron. Sencillamente estoy describiendo lo que hicieron e indicando el estilo y el énfasis de su predicación. Posiblemente hicieron lo que correspondía en ese contexto y situación.
EL EVANGELIO DE LAS OFERTAS
Esta vieja corriente anticatólica cedió paso a otra, la que llamamos el “evangelio de las ofertas”. O sea, el evangelio de la gracia mal entendida. Este enfoque, muy corriente hoy en día, presenta al pecador todas las promesas del evangelio ignorando casi por completo sus demandas. La conclusión de todo mensaje es: “¿Quién quiere que Cristo le perdone? ¿Quién quiere que Cristo le salve? ¿Quién quiere tener paz? ¿Quién quiere tener felicidad? ¿Quién quiere ir al cielo? ¿Quién quiere salvarse del infierno?” Este enfoque del evangelio presenta cosas ciertas, pero sólo un aspecto del mensaje de la palabra del Señor: los beneficios de la salvación sin las exigencias de la conversión.
Hay un texto que es muy usado en la predicación del evangelio, especialmente en el llamado o de la invitación. Cristo dice, He aquí, yo estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a El y cenaré con El y El conmigo. Según se utiliza este pasaje, pareciera que Cristo, a la puerta del corazón del pecador, golpeara, y dijera: “¿Me dejas entrar?” Y el predicador ruega: “¡Déjale entrar! ¿No quieres tener paz? Ábrele…” Presenta, entonces, la figura de Cristo afuera, en el frío de la noche, golpeando a la puerta. “¡Pobrecito! –Insiste el predicador- ¿Por qué no lo dejas entrar? Abre tu corazón. Mira como está esperando, llamando.” Casi dice, “Ten lástima de Cristo”.
Pero, ¿de dónde hemos sacado esto? Del texto que está en Apocalipsis 3:20. ¿Alguna vez Cristo predicó así? ¿Alguna vez los apóstoles terminaron sus mensajes de esta manera? ¡No! En el día de Pentecostés, Pedro predicó un mensaje que puso a los pecadores frente a Cristo; sus oyentes cayeron a sus pies diciendo: “¿Qué haremos?”
¿Por qué sacamos ese texto de Apocalipsis de su contexto? Ese texto no está conectado con la evangelización, tenemos que entenderlo. Tampoco fue dirigido a una persona. Cristo está hablando a la iglesia de Laodicea, una iglesia que se reúne en su nombre, pero que es tibia, “ni fría ni caliente”. Y El dice que la va a vomitar por su boca. Cristo ya está afuera de la iglesia de Laodicea. Aunque se reúnen en el nombre del Señor, han dejado a Cristo afuera. La iglesia dice: “Yo soy rica, y me he enriquecido”, y Cristo le contesta: “Tú eres pobre y miserable, y ciega y desnuda. Yo estoy a la puerta y llamo”.
El está llamando a la puerta de una iglesia que le ha dejado fuera. Es su mensaje a una iglesia tibia. Le está dando la oportunidad de que le deje entrar para ser El centro y el que reine en esa iglesia.
Esta vieja manera de presentar el evangelio de las ofertas ha traído como consecuencia una generación de convertidos que tiene a Cristo, que le ha recibido, pero que ¡no se ha rendido a su autoridad! Ellos son los dueños y señores de su vida, los que tienen las llaves y manejan la situación. La única diferencia con los incrédulos es que tienen a Cristo adentro. Y piensan que por tener a Cristo, tienen vida eterna y paz, lo cual es una verdad a medias pues nunca han llegado a una conversión total, radical, como en los días del Nuevo Testamento.

lunes, 11 de agosto de 2008

PARA LOS PADRES

El cuarto principio está dirigido a los padres.
Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos; sino criadlos en la disciplina y amonestación del Señor (Efesios 6:4)
Padres, si vamos a vivir el reino de Dios en nuestros hogares, este es el mandamiento del Rey para nosotros. Dice el texto: “en la disciplina y amonestación del Señor”. Sí. Enseñándoles y corrigiéndoles. Mostrándoles el camino a seguir. No siendo blandos y tolerantes con sus caprichos. Ellos actúan así porque son niños y no saben en realidad lo que deben hacer. Es nuestra responsabilidad enseñarles, guiarles y corregirles. Si das una orden a tu hijo, haz que la cumpla. Aunque te tome tiempo y te requiera paciencia
-Hijo, lustra tus zapatos.
-Sí, ya voy –responde él, pero no lo hace.
No puedes repetir varias veces la orden hasta que, finalmente, cansado, los lustras tú. ¡No! Debes mantener la orden hasta que haga lo que le pides. Tu hijo debe saber que quien decide, quien manda, eres tú.
-Papá, ¿puedo ir a casa de Martita?
-No, porque está lloviendo.
-Sí papá, déjame. Llueve muy poco…
Y así insiste hasta que tú, por cansancio, la dejas. Entonces la niña descubre que ella puede manejar la situación. No debe ser así. Debes mostrarte firme. Que tu sí sea sí y tu no, no. Si tienes una buena razón para no dejar hacer algo a tu hijo, no cedas. Y si no la tienes, pues no le digas arbitrariamente que no, si luego vas a permitirle hacerlo. Piensa dos veces tus respuestas.
El principio del reino de Dios para los padres es éste: Si Cristo reina en tu hogar, debes criar a tus hijos “en disciplina y amonestación del Señor”.
Enseña, exhorta, corrige a tu hijo. Pero ten cuidado de no abusar de tu autoridad. El Señor también dice: …no provoquéis a ira a vuestros hijos. No seas rígido e intransigente en lo que no corresponde. Esto produce ira y rebelión. No des órdenes sin sentido. No implantes un régimen de severidad inflexible en tu hogar. Tu función es enseñar a tu hijo a vivir, darle una guía que le ayude a desarrollar su personalidad y luego valerse por sí mismo, y no aplastarle y subyugarle hasta hacer de él un rebelde o un ser temeroso, incapaz de enfrentar la vida.
¿Cristo reina en tu vida? Cría, entonces, a tu hijo en la disciplina y amonestación del Señor, pero sin provocarle a ira.
Dios va a transformar a nuestros hogares en la medida en que vivamos estos cuatro principios fundamentales del Señor. Esposos, esposas, padres, hijos, sujetémonos al Señor. Recibamos su mandamiento para vivirlo. Comencemos a practicar estos cuatro principios. ¡Cristo reinará en nuestros hogares!



viernes, 8 de agosto de 2008

PARA LOS HIJOS

El tercer principio está dirigido a los hijos. Hablemos primero a los que tienen que sujetarse, a los hijos que viven todavía bajo el techo paterno.
Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque eso agrada al Señor (Es una orden: ¡Obedeced!). Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa (Efesios 6:1,2).
Hijo, si Cristo reina en tu vida, si El es tu Señor, tienes que obedecer a tus padres. El espíritu que reina en el mundo es de rebeldía, desprecio, menoscabo, de los hijos contra sus padres.
Por eso, hijo, obedece a tu padre. Este es el principio del reino de Dios para ti. Pero tu obediencia no debe resultarte algo enojoso; no puedes decir: “Bueno, si no queda otra alternativa, voy a obedecer…” De ninguna manera. Si tu padre te pide algo, no puedes obedecer de mala gana. El mandamiento habla de obedecer y honrar a tu padre y a tu madre. No solo obedecer, sino también honrar. Honrar significa reverenciar, respetar. Tenemos que dar especial honra a nuestros padres. No es cuestión de cumplir fríamente lo que dicen, y quejarnos por dentro. Hay que obedecer con gusto, con amor, con respeto. Honra, pues, a tu madre y a tu madre.
Vamos a transformar nuestras casas; vamos a obedecer a nuestros padres; vamos a hacer lo que nos digan. Aunque sean injustos; aunque a veces nos den orden equivocada. ¡No importa! Es preferible que algunas cosas no salgan demasiado bien, pero que Cristo reine, y no que se haga lo que nosotros queremos, aunque tengamos razón, y que Cristo reine. Hijos, honrad a vuestros padres.

domingo, 3 de agosto de 2008

PARA LOS MARIDOS

El segundo principio está dirigido a los maridos. Cuando hay que poner disciplina en el hogar, empezamos por los hijos… ¡Un momento! Si la casada no respeta a su marido, no espere que los hijos respeten y obedezcan a su padre. Si el marido no trata a su esposa como corresponde, no espere que los hijos se traten entre sí correctamente. Dios comienza por ordenar el matrimonio. ¿Cuál es el mandamiento del Rey para los maridos?
Maridos, amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella (Efesios 5:25).
Vosotros, maridos, igualmente vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo (1º Pedro 3:7)
El principio del Rey para el marido es: amar a su esposa y tratarla como a un vaso frágil, dándole un honor especial. Debe asistirla con ternura, con delicadeza. Si el marido no ama a su esposa y no la trata como a un vaso frágil. Cristo no puede reinar en ese hogar.
Para los que conocemos las escrituras estos textos no son ninguna novedad. ¡Las sabemos de memoria! Pero nuestro mayor problema es que los hemos aprendido al revés. Los maridos saben de memoria el texto que corresponde a las esposas y las mujeres saben de memoria el texto que corresponden a los maridos. Entonces, cada vez que ocurre una discusión o una pelea, el marido le dice a la mujer:
-La Biblia dice: “Casadas, estad sujetas a vuestros maridos.”
Y la mujer responde:
-Y la Biblia dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres… y tratadlas como a un vaso frágil.” ¡Y tú me estás tratando como a un trapo de piso!
La Biblia dice a cada cuál es su responsabilidad. “Que la esposa se sujete… que el marido ame a su mujer…” Si la mujer no se sujeta al marido, Cristo no reina allí. Pero, si el marido quiere sujetar a su mujer por la fuerza, tampoco Cristo está en eso...La Biblia no dice: Maridos, sujetad a vuestras mujeres. Expresiones como estas: “Me vas a obedecer… Acá mando yo…”, etc., evidencian que Cristo no reina en ese hogar. El Señor dice al marido lo que el marido debe hacer. Marido, éste es el mensaje para ti: Ama a tu mujer y trátala como a un vaso frágil, con cariño, con ternura, en todo momento.
“Yo la voy a tratar bien, siempre que ella me obedezca…” Tu comportamiento no debe ser una respuesta a la conducta de tu mujer, sino una respuesta al Rey y Señor de tu vida. ¿Quién manda en tu vida? Si Cristo es tu Señor, debes comportarte como El manda.
La mujer tampoco tiene derecho a decir: “Yo le voy a obedecer y me voy a sujetar, si él me trata como corresponde.” De ninguna manera. Pedro dice lo mismo aun a las esposas de los incrédulos. Aunque tu marido sea incrédulo, igual es tu marido y, por lo tanto, tu cabeza. Aunque él no te trate como corresponde, igual tiene que sujetarte, y mostrar que Dios reina en tu vida y a través de tu vida en tu hogar. La respuesta de cada uno no debe estar condicionada al comportamiento del otro.
La actitud del marido debería ser: “Así ella me obedezca o no, siendo mi esposa, la voy a amar y tratar como Cristo me enseña.”
A su vez, la mujer tendría que decir: “Así él me ame o no, me trate bien o mal, siendo mi marido, me voy a sujetar a él y le voy a obedecer.” Las discusiones en un hogar se terminan cuando cada uno asume su responsabilidad frente al Señor.
Por lo tanto, marido. ¡Devuelve el texto a tu esposa! Nunca más pongas en tu boca el mandamiento de Dios a las casadas. Y a ti, esposa, ¡devuelve el texto a tu marido! Nunca más repitas el mandamiento de Dios a los maridos.
Cuando Jesús camino por esta tierra mostró su amor incondicional a todo el mundo sin esperar que fuere correspondido para terminar su misión, y el matrimonio es una figura de Cristo y la iglesia; el marido (Cristo) actúa y la esposa (iglesia) responde.
Cada vez que haya conflicto en la casa, pregúntate: ¿Cuál es el mandamiento de Dios para mí? ¿Cuál es la parte que a mí me toca hacer? ¿Cuál es mi orden? (A fuerza de repetir la del otro, ni recordamos la nuestra). Aprende de memoria tu mandamiento, Apréndelo, y repítelo cada vez que surja una dificultad. ¡Se van a acabar los problemas cuando cada uno haga su parte delante del Rey! Aunque no te guste, es una orden: Casadas, sujetaos…Maridos, amad…
Ten en cuenta que no dice: “Casadas, sería muy bueno que obedecieran.” No. Es una orden. ¡Y Cristo es el que la da! ¿Te das cuenta cómo se solucionarían muchos problemas que hoy tenemos en casa si en ella se respetasen los principios del reino de Dios?

jueves, 31 de julio de 2008

PARA LAS CASADAS

El primer principio está dirigido a las casadas. ¿Qué le dice el Rey a ellas? Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor (Efesios 5:22). Esta es la orden del Señor para las casadas, el principio del reino de Dios a ellas.
¿Por qué Pablo, cuando habla del hogar, tanto en Efesios como en colosenses, siempre empieza por las casadas? Es porque la primera en subordinarse debe ser la que sigue inmediatamente después de la autoridad principal.
Tomemos el ejemplo de un batallón del ejército. Dentro de él, tenemos soldados rasos, luego cabos, un teniente y un capitán. El cabo debe obedecer al teniente y al capitán, y el teniente debe obedecer al capitán.
Si el batallón va a tener orden, el primero en demostrar sujeción debe ser el teniente. Si él no lo hace, si cuando el capitán le ordena algo el dice: “No tengo ganas de hacerlo”, tampoco sus subordinados le van a obedecer cuando él les dé una orden. Moralmente, ellos quedan libres para desacatarse. La autoridad, entonces, se resquebraja y en el cuartel comienza a reinar la anarquía.
Así ocurre también en el hogar. Si la mujer no se sujeta a su marido, los hijos se sienten libres para desobedecer a los padres; la autoridad ya no existe y reina la rebelión. La mujer debe obedecer a su marido e imponer con su conducta una imagen de respeto y de sujeción reafirmando el principio de autoridad. Ella debe sujetarse a su marido para que Cristo reine en su hogar.
Si el marido es un hombre impulsivo, iracundo, y la mujer no se sujeta, va a haber problemas todos los días: discusiones, gritos, malentendidos, ofensas y contiendas. Si el marido es demasiado “bueno” y “no le molesta que se haga lo que ella dice” para que no haya gritos ni peleas, tampoco así va a reinar Cristo en ese hogar, porque no se estará respetando el orden divino para la familia.

domingo, 27 de julio de 2008

CUATRO PRINCIPIOS

Hay cuatro principios en el reino de Dios para la familia. Si tú quieres que el reino venga a tu hogar y éste sea transformado, si tú quieres pertenecer a la iglesia que Dios está restaurando, tienes que abrir tu corazón y recibir estos principios, dejando que se arraiguen muy hondamente en tu vida. ¿Sabes porqué el cielo es cielo? No porque haya calles de oro, o puertas de perlas; el cielo es cielo porque en él reina Dios, y todos los que están allí hacen su voluntad. Y cuando Cristo reine a través de estos cuatro principios en tu hogar, éste será un pequeño cielo aquí en la tierra. Aunque el piso no sea de oro ni tengas alfombras de Persia, aunque sólo tengas un piso de tierra y paredes de cartón, tu ranchito te parecerá un palacio si Cristo es el Rey allí.
¿Qué significa que el reino de Dios entre en el hogar? Pues mira, en tu hogar hay un trono, un lugar de preeminencia, y en ese trono debe estar sentado Jesucristo. Cada uno de los miembros del hogar debe responder a las órdenes del que está sentado en el trono. Cuando se establece esta relación con Cristo, se puede afirmar que el reino de Dios ha llegado a ese hogar.
Un hogar está formado, básicamente, por una doble relación. La primera es la relación marido-mujer, y la segunda, padre-hijos. Esta es la estructura familiar básica. El resto de la familia –abuelos, cuñados, sobrinos- que convive bajo el mismo techo, debe sumarse a esta estructura principal que Dios ha constituido como base. La Biblia nunca da instrucciones a los abuelos o tíos; habla a los esposos, a las esposas, a los padres, a los hijos; porque esta es la estructura que sustenta a la familia. Y los principios de Dios para cada una de estas cuatro partes son esenciales para el desenvolvimiento del núcleo familiar.
Veremos en detalle estos cuatro principios...

domingo, 20 de julio de 2008

CUANDO NO HAY ARMONIA

A veces los investigadores en el campo de la ciencia médica hacen ciertos experimentos sobre animales. Por ejemplo, toman un perro vivo, le hacen una operación quirúrgica y destruyen ciertos centros de locomoción de su cerebro. Luego observan sus movimientos. El animal tiene vida, se mueve, pero sin orden. No hay autoridad en el cuerpo. Los miembros no obedecen. Quiere caminar, levanta una pata y se cae; quiere levantarse y no puede. No hay coordinación, porque los miembros no tienen una cabeza que los dirija.
Si ver un cuadro así es horrible, mucho más es observar a la iglesia, el cuerpo de Cristo, actuar de esa manera. Esto sucede cuando cada miembro de la iglesia no está bajo las órdenes de la cabeza, que es Cristo. Cada uno actúa, entonces, como quiere o como mejor le parece. No hay armonía. Hay vida, hay movimiento, quizá mucho trabajo. Pero no hay progreso. Recién cuando todos los miembros del cuerpo reconocen a la Cabeza y le obedecen incondicionalmente, podemos tener una imagen de lo que es la iglesia de Cristo aquí en la tierra. Gracias a Dios que hoy El está sanando a la iglesia. El está levantando a este Cuerpo enfermo, le está dando vida, y la iglesia esta respondiendo de un modo alentador.
Si alguno se le ocurre preguntar: ¿Cuál es la iglesia verdadera?, en seguida pensaríamos en la que tiene una sana doctrina, es aquella que teológicamente está más acertada. Pero yo respondería con sencillez a esa pregunta diciendo que la iglesia verdadera es aquella que vive y actúa en la tierra como el reino de Dios y como el Cuerpo de Jesucristo.

miércoles, 16 de julio de 2008

LA COMUNIDAD DEL REINO

San Pablo se refiere a Jesucristo en Colosenses 1:18 como la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Esta figura es la más importante que aparece en el Nuevo Testamento en cuanto a la revelación de lo que es la iglesia. La iglesia es un cuerpo. ¿Cómo está formado? Por la cabeza y los miembros. No puede haber un cuerpo sin miembros. El cuerpo es la cabeza más los miembros.
Pablo usa dos figuras para señalar una misma verdad: La iglesia es un reino cuyo rey es Cristo y cuyos súbditos somos nosotros; y la iglesia es un cuerpo cuya cabeza es Cristo, siendo nosotros los miembros. Con estas dos figuras, Pablo está enseñando la misma verdad: Cristo es el Señor de la iglesia. El es el jefe, el dueño, el amo, la máxima autoridad. Cristo es la cabeza de la iglesia. Cristo es el rey del reino de la luz, adonde Dios nos ha trasladado.
Existe entre estas dos figuras una gran similitud. El cuerpo humano es un pequeño reino, cuyo rey es la cabeza, y cuyos súbditos son los miembros. El cuerpo funciona como tal, porque la cabeza (el rey) manda y los miembros (los súbditos) obedecen. El rey ordena a mi brazo: “¡Levántate!”, y mi brazo se levanta. “¡Bájate!”, y se baja. No lo dice por fuera, sino por dentro, mediante el sistema nervioso. Ordena a mis pies: “¡Caminen!”, y caminan. Dice: “¡Alto!”, y se paran. ¿Qué sería de un cuerpo si no funcionara como reino? Por otro lado, un reino es como un cuerpo. Los súbditos del rey son los miembros del reino, y la cabeza es el rey. De igual modo, ¿qué sería de un reino si no funcionara como un cuerpo?