domingo, 21 de enero de 2018

DIOS DESEA RESPONDER NUESTRAS ORACIONES.

En el Salmo 23:6 dice: “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días”. Dios no es un candidato político que hace lindas promesas para ganar votantes, pero que luego no cumple lo prometido. No, más bien leemos en Salmos 33:4: “… porque recta es la palabra de Jehová, y toda su obra es hecha con fidelidad.” En Salmos 23:6 prometió hacer el bien a los Suyos, como también en otros muchos pasajes de la Biblia. Y estas promesas las podemos tomar para nosotros en nuestras oraciones; ¡pues ellas son absolutamente fidedignas! David, un día, oró fervientemente al Señor pidiéndole bendición eterna sobre su casa, su descendencia. Al hacerlo, se apoyó en una promesa que el Señor le había dado con anterioridad: “Ahora pues, Jehová, la palabra que has hablado acerca de tu siervo y de su casa, sea firme para siempre, y haz como has dicho… Ahora pues, Jehová, tú eres el Dios que has hablado de tu siervo este bien; y ahora has querido bendecir la casa de tu siervo, para que permanezca perpetuamente delante de ti; porque tú, Jehová, la has bendecido, y será bendita para siempre” (así leemos en 1 Cr. 17:23, 26 y 27). David nunca oraba simplemente por orar, sino que siempre se refería a la Palabra de Dios, como lo hizo también en Salmos 119:65: “Bien has hecho con tu siervo, oh Jehová, conforme a tu palabra”. El Señor también quiere hacer bien con usted, que, por pura gracia, pudo llegar a ser un hijo de Dios: “El bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida…” ¡Póngase delante del Señor y preséntele estas palabras! Sin embargo, es verdad también que el Señor no automáticamente les hace el bien a todos los creyentes, sino que adjunta una condición a Su promesa. Del mismo modo sucede también con el hecho de ser amigo de Jesús. En Juan 15:15 leemos las siguientes palabras del Hijo de Dios, dirigidas a Sus discípulos: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.” Pero justo antes de decir esto, en el verso 14, habla del precio a pagar y les dice muy claramente que no todo hijo de Dios automáticamente es Su amigo: “Vosotros sois mis amigos, (y aquí viene la condición:) si hacéis lo que yo os mando”. Sin lugar a dudas, el buen Pastor quiere hacerles el bien a los Suyos, como ya hemos leído. Pero también de nuestra parte debe suceder algo: Hablando muy humanamente, debemos de alguna manera “motivar” al Señor a hacernos el bien. Dicho en otras palabras: Él espera de nosotros la disposición correcta, para poder atribuirnos “el bien y la misericordia”. Y esta disposición la obtenemos, en primer lugar, a través de la oración, y en segundo lugar, a través de la entrega personal. Respecto a la oración: En Mateo 7:11 escuchamos a Jesús decir: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” El Señor espera de nosotros que, en el nombre de Jesús, pidamos al Padre que nos haga el bien. El que no pide, experimentará lo que está escrito en Santiago 4:2: “No tenéis… porque no pedís.” De modo que depende de cada uno de nosotros pedirle al Señor que le haga el bien, basándose en Su promesa y agradeciéndole por el cumplimiento de Su Palabra. La segunda condición, como hemos dicho, es la entrega personal. Quien vive una vida de entrega al Señor, puede esperar el bien de Él, como está escrito en el Salmo 84:11: “Porque sol y escudo es Jehová Dios; gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad”. En otra versión dice: “El Señor… no escatimará ningún bien a aquellos que andan en pureza.” Estas expresiones: “… los que andan en integridad”, “… los que andan en pureza”, señalan la entrega de corazón de los creyentes al Señor. Y a estos cristianos entregados al Señor, Él “no les escatimará ningún bien”. A quienes llevan una fiel vida de oración y viven entregados al Señor, el Buen Pastor les quiere hacer seguir el bien y la misericordia durante toda su vida. A veces, no obstante, experimentamos cosas que no nos parecen ser “el bien y la misericordia”. Pero a los ojos de Dios, quien ve la eternidad, estas cosas sí son puro bien y misericordia. Pues Su deseo es, según Romanos 8:28, que a aquellos que Le aman, todas las cosas “les sirvan para bien”.