miércoles, 29 de enero de 2014

GRANDES EXPECTATIVAS

Filipenses 1:12-21 Conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; […] como siempre, ahora también será magnificado Cristo… —Filipenses 1:20 Una vez, le pregunté a un consejero cuáles eran los temas más importantes por los que la gente acudía a él. Sin vacilar, afirmó: «La raíz de muchos problemas son las expectativas frustradas. Si no se tratan, generan enojo y amargura». En nuestros mejores momentos, es fácil esperar encontrarnos en un buen lugar, rodeados de personas que nos quieren y nos elogian. Pero la vida tiene una tendencia a frustrar esas expectativas. ¿Qué hay que hacer? Encerrado en una cárcel y mortificado por algunos creyentes de Roma que no lo apreciaban (Filipenses 1:15-16), Pablo permanecía sorprendentemente entusiasta. Consideraba que Dios le había dado un nuevo campo misionero. Bajo arresto domiciliario, les testificaba de Cristo a los guardias, lo cual introdujo el evangelio en la casa del César. Y aunque sus opositores predicaban el evangelio por motivos equivocados, Cristo era predicado, y Pablo se regocijaba (v. 18). El apóstol nunca esperó estar en un gran lugar ni resultar agradable a todos. Solamente deseaba que Cristo fuera magnificado en él (v. 20). No estaba decepcionado. Si nuestra expectativa es manifestar a Cristo ante quienes nos rodean, sin importar dónde ni con quiénes estemos, nos sentiremos más que satisfechos. El Señor será magnificado. —Señor, que mi vida no dependa de mis expectativas, sino de glorificarte a ti. Que tu amor, misericordia y justicia sean hoy magnificadas a través de mí. Que tu única expectativa sea magnificar a Cristo donde y con quien estés.

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