lunes, 16 de febrero de 2015

A QUIEN Y DE QUE MANERA TENEMOS QUE AMAR PRIMERO

Y amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. —Deuteronomio 6:5 Marcos 12:28-34 Levítico 15–16 Mateo 27:1-26 «Cuando el intelecto y las emociones chocan, el corazón suele ser el más sabio», escribieron los autores de Una teoría general del amor. También señalan que, en el pasado, la gente creía que la mente debía gobernar el corazón, pero que ahora, la ciencia ha descubierto que la verdad es lo opuesto: «Lo que somos y en lo que nos convertimos depende, en parte, del objeto de nuestro amor». Las personas que conocen las Escrituras saben que esta es una antigua verdad y no un descubrimiento reciente. El mandamiento más importante que Dios le dio a su pueblo le otorga al corazón un lugar destacado: «Y amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas» (Deuteronomio 6:5). Solo a partir de los Evangelios de Marcos y de Lucas, vemos que Jesús agregó la palabra mente (Marcos 12:30; Lucas 10:27). Así que, lo que los científicos están descubriendo ahora, la Biblia ya lo enseñaba hace mucho. Los que seguimos a Cristo también comprendemos la importancia de quién es el objeto de nuestro amor. Cuando obedecemos el mandamiento más importante y convertimos a Dios en ese objeto, podemos estar seguros de que tenemos un propósito que trasciende todo lo que podamos imaginar o lograr con nuestro esfuerzo. Si deseamos que el Señor gobierne nuestro corazón, nuestra mente se mantendrá enfocada en cómo servirlo, y nuestras acciones impulsarán su reino en la Tierra y el cielo. «CADA DÍA QUE AMAMOS A DIOS VAMOS DISFRUTANDO LAS MARAVILLOSAS PROMESAS DEL DIOS TODOPODEROSO». —

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