martes, 12 de mayo de 2015

¿EN QUÉ Y EN QUIÉN APOYARNOS?

… yo a la verdad haré contigo misericordia por amor de Jonatán tu padre… (v. 7). 2 Samuel 9 
 2 Reyes 15–16; Juan 3:1-18
 «¡Qué testimonios hermosos!», comentó Cintia mientras salíamos. Nuestra amiga Elena había muerto, y varios de sus amigos compartieron sobre lo bromista que había sido siempre. Sin embargo, su vida no fue solo chistes y risas. Su sobrino habló de la fe en Jesús de su tía y de cómo se preocupaba por los demás. Cuando él era adolescente y problemático, ella lo había recibido en su casa. Ahora, con más de 20 años, destacó: «Fue como una madre para mí. Nunca me abandonó en mis luchas. Si no hubiese sido por ella, habría perdido mi fe». ¡Qué influencia maravillosa! Elena se apoyaba en Jesús y quería que su sobrino también lo hiciera.
 En el Antiguo Testamento, leemos que el rey David recibió en su casa a un joven llamado Mefiboset, para mostrarle bondad por amor a su padre Jonatán, su amigo muerto (2 Samuel 9:1). Años antes, Mefiboset se había lastimado cuando cayó de los brazos de su nodriza mientras huían tras la noticia de la muerte de su padre (4:4). Se sorprendió del interés del rey; incluso se autodenominó «perro muerto» (9:8); pero el rey lo trató como un hijo (9:11).
 Me gustaría ser esa clase de persona. ¿Y a ti? Alguien que se interesa en los demás y los ayuda a seguir aferrándose a la fe, aun cuando la vida parezca sin esperanza. — Señor, que otros te vean en nuestra bondad. 
 La potencia de nuestras acciones debe compararse al ímpetu de nuestras palabras.


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