viernes, 20 de enero de 2017

ASÍ SERÁ MI PALABRA QUE SALE DE MI BOCA, NO VOLVERÁ A MI VACÍA SIN HABER REALIZADO LO QUE DESEO, Y LOGRADO EL PROPÓSITO PARA EL CUAL LA ENVIÉ

Porque el Señor es bueno; […] y su verdad por todas las generaciones (v. 5). Salmo 100 Hace varios años, nos hospedamos con mi esposa en una rústica hostería de los remotos valles de Yorkshire, Inglaterra. Estábamos con otras cuatro parejas, todas británicas, a quienes acabábamos de conocer. Mientras tomábamos un café después de cenar, empezamos a conversar sobre nuestros trabajos. En aquel entonces, yo era director del Instituto Bíblico Moody, en Chicago, y supuse que nadie conocía la institución ni a su fundador, D. L. Moody. Cuando dije el nombre, todos respondieron sorprendidos y al instante: « ¿De Moody y Sankey… de ese Moody?». Otro huésped agregó: «Nosotros tenemos un himnario de Sankey, y nuestra familia suele reunirse junto al piano para cantar esos himnos». ¡No podía creerlo! El evangelista y su músico habían tenido sus reuniones en las Islas Británicas hacía más de 120 años, y su influencia aún seguía. Aquella noche, me fui pensando en cómo podemos echar una larga sombra de influencia espiritual: una madre que ora por sus hijos, palabras alentadoras de un compañero de trabajo, el apoyo y el desafío de un maestro o consejero, palabras correctivas y amorosas de un amigo. ¡Qué gran privilegio ser parte de la maravillosa promesa de que «el Señor es bueno; […] y su verdad por todas las generaciones (Salmo 100:5)! Señor, ayúdame a invertir mi vida en bendecir a los demás. Solo lo que se hace para Cristo perdurará.

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