domingo, 4 de enero de 2009

NO VAYAMOS AL GARETE

Guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. (2ª Pedro 3:17-18)

Más de una vez hasta en una ribera de noruega se halló un tronco de árbol que había atravesado el Atlántico. Según su especie, en efecto, se podía verificar que provenía de América del Sur y que debía de haber caído en el Amazonas, cerca de la frontera oriental del Perú o de Colombia. Había efectuado un viaje de más de diez mil kilómetros, llevado por las aguas del gran río, luego derivando a través del océano a merced de las corrientes marinas. Ese pedazo de madera inerte no necesitó hacer ningún gasto de energía, sino que, sujeto a la sola fuerza de los elementos que lo rodeaban, había terminado por encallar allí.
Cristianos, tales como ese tronco de árbol, corremos el peligro de ser llevados a la deriva por el viento de falsas doctrinas y por las olas de la inmortalidad. Las verdades de la Palabra de dios son inmutables y el camino que nos trazan es seguro, pero corremos el riesgo de alejarnos poco a poco de él al dejarnos influir por las ideas del día. Entonces, insensiblemente, nuestra obediencia a la Palabra de Dios disminuye; la deriva ha empezado y puede ir hasta la negación.
Para representar al creyente, llamado a resistir a la corriente del mundo, la Biblia emplea la expresiva imagen del pez que tiene aletas y escamas (Levítico 11:9-10). Sí, sepamos ir contra la corriente (con las aletas) y quedar impermeables a todas las influencias (con las escamas) que podrían afectarnos a nosotros mismos o a nuestros hijos.

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