jueves, 8 de enero de 2009

PIEDRAS PRECIOSAS

Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría, y que obtiene la inteligencia; porque su ganancia es mejor que la ganancia de la plata, y sus frutos más que el oro fino. Más preciosa es que las piedras preciosas; y todo lo que puedas desear, no se puede comparar a ella. (Proverbios 3:13-15)

A veces una “tempestad” o un “terremoto”, en sentido figurado, pueden ser sucesos necesarios en nuestra vida para abrirnos los ojos a la verdadera felicidad.
En el transcurso del verano de 1831, una furiosa tempestad desarraigó un gigantesco árbol en los montes Urales (Rusia). Al día siguiente se hallaron bajo sus raíces magníficas piedras verdes. Había aparecido un nuevo yacimiento de esmeraldas.
Después de un vasto deslizamiento de tierra en la vertiente indica de los montes Himalaya, pequeñas piedras azules brillaban al sol poniente. Eran los zafiros de Cachemira.
Quizás también haya una “tempestad” en su vida o haya un “temblor de tierra” en su existencia. Y usted pregunta: -OH Dios, ¿por qué es necesario que las cosas estén así? Quizá se trate de enfermedad, duelo, preocupaciones, decepciones o grandes penas. Sin embargo, esto puede conducirle a descubrir el más grande de los tesoros.
Dios quiere abrir los ojos de cada uno de nosotros para que veamos la Persona de la cual hablan las sagradas Escrituras. Conocer al Señor Jesús, poseerle como nuestro Salvador resulta más precioso que zafiros y esmeraldas. En él “están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Colosenses 2:3).

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