lunes, 31 de marzo de 2014

ETAPAS DE LA VIDA

Lucas 2:6-7, 25-35 Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. —Eclesiastés 3:1 Cuando era pastor, gran parte de mi ministerio estaba dedicado a las madres. Las visitaba en el hospital y me regocijaba con ellas por sus preciosos bebés que acababan de llegar a este mundo. Aconsejaba a las madres ansiosas y trababa de consolarlas asegurándoles que Dios cuidaba a sus hijos adolescentes rebeldes. Acompañaba a otras junto a las camas de sus hijos heridos o enfermos, y percibía cuánto sufrían. Y lloraba con ellas ante el dolor de la muerte de un hijo. María, la madre de Jesús, también experimentó momentos de gozo y de tristeza. Qué alegría habrá sentido cuando nació el niñito Jesús (Lucas 2:7); qué emoción cuando los pastores y los sabios fueron a adorarlo (vv. 8-20; Mateo 2:1-12); qué intranquilidad cuando Simeón profetizó que una espada le atravesaría el alma (Lucas 2:35); ¡y qué sufrimiento desgarrador mientras veía a su Hijo muriendo en la cruz (Juan 19:25-30)! Pero sus etapas como madre no terminaron con aquella escena terrible, sino que también se regocijó cuando Jesús resucitó de la tumba. Las madres, y todos los demás, experimentan muchas alegrías intensas y tristezas profundas, pero cuando entregamos nuestro ser al Señor, cada etapa de la vida puede servir para cumplir los eternos propósitos divinos. Ser madre implica una comunión sagrada con Dios.

domingo, 30 de marzo de 2014

UN CAMBIO TOTAL

Lucas 2:41-52 Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres. —Lucas 2:52 Crecí en un pueblo pequeño, sin gente famosa ni calles transitadas, y con poco que hacer. Sin embargo, siempre he estado agradecida por mi crianza tranquila y sin complicaciones. Una noche, mientras mi esposo y yo asistíamos a una cena de negocios, una mujer que acabábamos de conocer me preguntó de dónde era. Cuando se lo dije, preguntó: «¿No te avergüenza reconocerlo?». Como no sabía si estaba bromeando, simplemente respondí: «No». Aunque a mi pueblo a veces lo despreciaban por su falta de refinamiento, tenía cosas importantes. Mi familia formaba parte de una comunidad cristiana en la cual los padres criaban a sus hijos «en disciplina y amonestación del Señor» (Efesios 6:4). Jesús también creció en un pequeño pueblo: Nazaret. Un hombre llamado Natanael preguntó: «¿De Nazaret puede salir algo de bueno?» (Juan 1:46). Jesús demostró que la respuesta es «sí». Aunque creció en un lugar insignificante, fue la persona más importante de la historia. La experiencia me ha enseñado (y las Escrituras lo confirman) que lo importante no es dónde crecimos, sino cómo lo hemos hecho. A veces, nos sentimos insignificantes en comparación con personas refinadas procedentes de lugares destacados. Pero para Dios, somos importantes, y Él puede fortalecer nuestro espíritu y llenarnos de su sabiduría. Aquello que llegamos a ser es más importante que nuestro lugar de procedencia.

sábado, 29 de marzo de 2014

OYE, LO SIENTO

Mateo 5:21-26 … reconcíliate primero con tu hermano… —Mateo 5:24 Mi yerno Ewing y yo asistimos a un evento deportivo, y nos encantó ver el partido y a la gente que nos rodeaba. Una de esas personas mostró ambos lados del ser humano: lo bueno y lo malo. Aparentemente, no podía encontrar su asiento. Mientras lo buscaba, se paró justo entre nosotros y el campo de juego. Un hombre que estaba sentado delante de nosotros tampoco podía ver, entonces, le dijo: «¿Podría moverse? No podemos ver». El hombre perdido respondió sarcásticamente: «Qué problema, ¿no?». Un segundo pedido recibió una respuesta similar, pero más acalorada. Por fin, se movió. Pero después llegó la sorpresa. Volvió y le dijo al hombre al que le había contestado mal: «Oye, lo siento. Estaba molesto porque no podía encontrar mi asiento». Se dieron la mano y el incidente terminó bien. Ese episodio me hizo pensar que, mientras vamos por la vida luchando para encontrar nuestro lugar, las situaciones pueden frustrarnos e inducirnos a contestar de una manera que está lejos de reflejar a Cristo. Si es así, debemos pedirle a Dios que nos dé valor para disculparnos con aquellos a quienes hemos ofendido. Según Jesús, nuestra adoración depende de esto (Mateo 5:23-24). Honramos a Dios cuando priorizamos la reconciliación con los demás. Después de reconciliarnos, podemos disfrutar plenamente la comunión con nuestro Padre celestial. La confesión de pecado es el terreno donde florece el perdón.

viernes, 28 de marzo de 2014

CORAZONES GUARDIANES

2 Timoteo 2:10-18 Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero […] que usa bien la palabra de verdad. —2 Timoteo 2:15 Durante años, enseñé en un grupo de estudio bíblico para adultos en una iglesia local, y analizaba detenidamente las Escrituras antes de responder preguntas en las clases. Más tarde, con 40 años y durante una disertación en mi primer semestre en el seminario, descubrí que había respondido terriblemente mal la pregunta apesadumbrada de una mujer que había asistido a mis clases. Estaba seguro de que mi respuesta la había angustiado desde aquel momento, hacía dos años, y estaba ansioso por retractarme. Corrí a casa, la llamé y, al instante, estallé en disculpas. Después de una larga pausa, me dijo con tono perplejo: «Lo siento, pero no logro darme cuenta de quién es usted». ¡Yo no había sido ni tan memorable ni tan perjudicial como pensaba! Entonces, comprendí que Dios sigue protegiendo la verdad de su Palabra a medida que vamos creciendo en el conocimiento de ella. Estoy agradecido de que Él haya protegido el corazón de aquella mujer. Somos humanos y, a veces, cometeremos errores al compartir la Palabra de Dios con los demás. Pero tenemos la obligación de buscar diligentemente su verdad y tener cuidado al hablar de ella (2 Timoteo 2:15). Entonces, podremos proclamar con denuedo su nombre y orar para que su Espíritu no solo proteja nuestro corazón, sino también el de aquellos a quienes procuramos servir. Dios y su Palabra merecen el mayor cuidado. Que la Palabra de Dios sature tu memoria, gobierne tu corazón y dirija tus palabras.

jueves, 27 de marzo de 2014

¿DE DONDE VINE?

Hechos 17:22-31 Y de una sangre [Dios] ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra… —Hechos 17:26 El otro día, mi amigo afroamericano de siete años de edad, Tobías, me preguntó algo que me hizo reflexionar: «Si Adán y Eva eran blancos, ¿de dónde salió la gente negra?». Cuando le dije que no sabemos de qué «color» eran y le pregunté por qué pensaba que eran blancos, respondió que eso es lo que siempre veía en los libros de historias bíblicas y en la biblioteca. Se me partió el corazón. Me pregunté si eso lo haría sentirse inferior o que el Señor no lo había creado. Todas las personas tienen sus raíces en el Dios creador y, por lo tanto, son iguales. El apóstol Pablo se lo dijo a los atenienses: «Y de una sangre [Dios] ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra…» (Hechos 17:26). Todos somos «de una sangre». En su comentario del libro de los Hechos, Darrell Bock señala: «Esta afirmación les habrá resultado difícil de aceptar a los atenienses, ya que se enorgullecían de ser un pueblo superior y llamaban bárbaros a los demás». No obstante, como todos descendemos de nuestros primeros padres, Adán y Eva, no hay ninguna raza ni etnia superior o inferior a las demás. Maravillados, nos presentamos delante de nuestro Creador, quien nos hizo y nos da a todos «vida y aliento y todas las cosas» (v. 25). Como iguales ante los ojos de Dios, lo alabamos y honramos juntos. Dios ama a cada persona como si fuera la única que existiera.

miércoles, 26 de marzo de 2014

VERDADERA HOSPITALIDAD

Apocalipsis 22:16-21 … el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente. —Apocalipsis 22:17 En 1987, nuestra familia se mudó a California porque yo iba a servir como pastor en una iglesia en la zona de Long Beach. El día que llegamos, mi secretaria fue a buscarnos al aeropuerto para llevarnos a casa. Cuando nos mezclamos entre el tránsito, lo primero que vi fue un cartel autoadhesivo en un auto, que decía: «Bienvenido a California… ¡Ahora vuelve a tu casa!». No era precisamente una bienvenida cálida ni alentadora al soleado sur californiano. Me pregunto si nuestra vida a veces envía señales similares a las personas que nos rodean. Ya sea que estemos en la iglesia, en el vecindario o en reuniones sociales, ¿actuamos a veces de manera que los demás no se sientan bienvenidos a nuestro mundo? En Romanos 12:13, Pablo instruyó a sus lectores a practicar la hospitalidad. El libro de Hebreos avanza un poco más: «No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles» (13:2). Cuando somos bondadosos y amables con quienes se cruzan en nuestro camino, nos hacemos eco de la invitación del Señor Jesucristo respecto a la salvación: «… el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente» (Apocalipsis 22:17). Demostrarle a una persona hospitalidad y amor puede ser el primer paso para indicarle el camino al cielo. Vive de tal manera que, cuando la gente te conozca, quiera conocer a Cristo.

martes, 25 de marzo de 2014

CONTINUARÁ

Hechos 1:1-11 … me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. —Hechos 1:8 Los Hechos de los Apóstoles, el quinto libro del Nuevo Testamento, registra el comienzo de la iglesia cristiana encabezada por los líderes que había designado el Señor Jesús. Algunos eruditos han sugerido que también podría llamarse «los Hechos del Espíritu Santo», ya que su poder les dio valor a los apóstoles para enfrentar las dificultades. Justo antes de que Jesús ascendiera al cielo, les dijo a quienes había escogido: «recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra» (Hechos 1:8). Con esas palabras, terminó un capítulo de la historia de la obra divina en la Tierra y empezó uno nuevo. Nosotros somos parte de esa historia en curso. Hechos describe el testimonio fiel de Pedro, Juan, Bernabé, Pablo, Dorcas, Lidia y muchos otros durante los primeros tiempos de la Iglesia. Estas personas comunes y corrientes dependieron del Señor para obtener fortaleza mientras difundían su Palabra y demostraba su amor. Esa historia continúa a través de nosotros. A medida que confiamos en Dios y obedecemos sus instrucciones para dar a conocer a Jesús, Él escribe nuevas páginas de su historia de la redención. La gente se entera de historias verídicas de la fe cuando las ve.

lunes, 24 de marzo de 2014

ERROR TRÁGICO

2 Crónicas 26:3-15 … Y su fama se extendió lejos, porque fue ayudado maravillosamente, hasta hacerse poderoso. —2 Crónicas 26:15 En literatura, un error trágico es un defecto de carácter del personaje que causa la caída del héroe de una historia. Así sucedió con Uzías, quien fue coronado rey de Judá a los 16 años de edad. Durante muchos años, buscó al Señor; y mientras lo hizo, Él le dio grandes victorias (2 Crónicas 26:4-5). Pero las cosas cambiaron cuando «… su fama se extendió lejos, porque fue ayudado maravillosamente, hasta hacerse poderoso. Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina…» (vv. 15-16). Uzías entró en el templo del Señor para quemar incienso en el altar (v. 16), con lo cual desafió abiertamente la orden divina. Quizá su orgullo lo convenció de que las reglas de Dios se aplicaban a todos, menos a él. Cuando se enfureció contra los sacerdotes que le dijeron que estaba equivocado, el Señor lo castigó y se volvió leproso (vv. 18-20). En la literatura y en la vida, vemos con frecuencia que una persona de buena reputación cae en desgracia y padecimientos. «Así el rey Uzías fue leproso hasta el día de su muerte, y habitó leproso en una casa apartada, por lo cual fue excluido de la casa del Señor» (v. 21). La única manera de impedir que el néctar del elogio se convierta en el veneno del orgullo es obedecer al Señor con un corazón humilde. El crisol prueba la plata, y la hornaza el oro, y al hombre la boca del que lo alaba. —Proverbios 27:21

domingo, 23 de marzo de 2014

PATRIA CELESTIAL

Jennifer Benson Schuldt Hebreos 11:8-16 Mas nuestra ciudadanía está en los cielos… —Filipenses 3:20 Cuando era jovencita, una tarde, mi mejor amiga de la escuela secundaria y yo salimos a andar a caballo. Lentamente, cabalgamos por campos con flores silvestres y frondosas arboledas. Pero cuando dimos la vuelta en dirección al granero, los caballos partieron hacia la casa a todo galope. Nuestros amigos equinos sabían que era hora de que les dieran comida y una buena cepillada, y estaban ansiosos por llegar. Como creyentes en Cristo, nuestro verdadero hogar es el cielo (Filipenses 3:20). Sin embargo, a veces, estamos aferrados al aquí y el ahora. Nos encantan las buenas dádivas de Dios: el matrimonio, los hijos, los nietos, los viajes, las profesiones y los amigos. Al mismo tiempo, la Biblia nos desafía a centrarnos en «las cosas de arriba» (Colosenses 3:1-2), las cuales pueden incluir los beneficios invisibles del cielo: la presencia permanente de Dios (Apocalipsis 22:3-5), el reposo perpetuo (Hebreos 4:9) y una herencia eterna (1 Pedro 1:4). Hace poco, leí: «Los creyentes desean la herencia celestial, y cuanto más sólida es la fe, más ferviente es [el deseo]». Varios creyentes del Antiguo Testamento que se mencionan en Hebreos 11 tenían una fe firme en el Señor que los capacitaba para abrazar las promesas antes de que estas se cumplieran (v. 13). Una de esas promesas era el cielo. Si nosotros también confiamos en Dios, Él nos dará ese deseo por la «patria celestial» (v. 16), y ya no nos aferraremos más a este mundo. Para el creyente, cielo es sinónimo de hogar.

PREGUNTAS Y RESPUESTAS:

Hoy:
Porque profesas tu religión, que tiene de bueno?Por favor sin hablar en contra de otras, solo de la tuya para saber las bondades de cada religión


La Mejor Respuesta - Elegida por quien preguntó

Bueno mi religión es buena por que me dio la vida de Dios, la salud de Dios, el amor de Dios, la misericordia de Dios, la paz de Dios, el conocimiento de Dios, la sabiduría de Dios, la protección de Dios, la compañía de Dios, la inteligencia de Dios, una familia de Dios, una esperanza de Dios, una ciudad celestial de Dios, el reino de Dios, el poder de Dios, el Espíritu Santo de Dios, los Ángeles guardianes de Dios, los cánticos para agradecerle por su amor, las oraciones para hablar con El, la Biblia, la Fe de Dios. Los milagros de Dios y todas las cosas por que todas son de Dios.

sábado, 22 de marzo de 2014

PALABRAS SABIAS

Eclesiastés 12:6-14 Las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados son las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor. —Eclesiastés 12:11 Ahora que tengo más de 60 años, pienso en los sabios líderes espirituales que impactaron positivamente en mi vida. En el seminario bíblico, Dios utilizó a mi profesor del Antiguo Testamento para hacer que su Palabra cobrara vida. El profesor de griego aplicaba implacablemente sus elevados estándares para incitarme a estudiar el Nuevo Testamento. Y el pastor principal de la primera iglesia donde tuve un ministerio me pastoreó para que desarrollara ministerios vitales que ayudaran a otros a crecer espiritualmente. Cada uno me animó de diferentes maneras. El rey Salomón señaló sabiamente algunas formas en que los líderes espirituales pueden ayudarnos a crecer: «Las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados son las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor» (Eclesiastés 12:11). Algunos maestros nos aguijonean; otros construyen estructuras espirituales sólidas en nuestra vida. Y otros, como pastores dedicados, tienen su oído atento para escucharnos cuando sufrimos. El buen Pastor ha dado a los líderes diversos dones: de exhortación, de enseñanza y de pastoreo. No obstante, seamos líderes o novatos, Él desea que sigamos teniendo un corazón humilde y que amemos a los demás. ¡Qué privilegio ser guiados y utilizados por nuestro Pastor para alentar a otros en su andar con Él! Que nuestras palabras reflejen el corazón y la sabiduría de Dios.

jueves, 20 de marzo de 2014

UN DEUDOR

2 Corintios 5:12-17 … el amor de Cristo nos constriñe… —2 Corintios 5:14 Se cuenta que, cuando era joven, a Robert Robinson (1735-1790) y a sus amigos les encantaba meterse en problemas. Sin embargo, a los 17 años, él escuchó un mensaje de George Whitefield, basado en Mateo 3:7, y se dio cuenta de que necesitaba que Cristo lo salvara. El Señor le cambió la vida, y se convirtió en predicador. También escribió varios himnos, entre ellos, el conocido Fuente de la vida eterna. Últimamente, he estado meditando en la gracia asombrosa de Dios para con nosotros y en la primera estrofa de ese himno: «Fuente de la vida eterna y de toda bendición; ensalzar tu gracia tierna, debe cada corazón». Estas líneas me traen a la mente las palabras del apóstol Pablo: «Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos» (2 Corintios 5:14-15). No podemos ganarnos el amor y la gracia de Dios. Pero como ya las ha derramado sobre nosotros, ¡no podemos evitar vivir para Él y amarlo por lo que ha hecho! No estoy seguro de cómo es el asunto, pero probablemente incluya acercarnos a Él, escuchar su Palabra, servirlo y obedecerlo motivados por la gratitud y el amor. Como deudores, somos llamados a vivir cada día para el Señor Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros. Los que conocen la gracia de Dios la muestran.

miércoles, 19 de marzo de 2014

SEGUIDORES INCONSTANTES

Juan 12:12-19; 19:14-16 … He aquí tu Rey viene, montado sobre un pollino de asna. —Juan 12:15 ¡Qué rápido puede cambiar la opinión pública! Cuando Jesús entró en Jerusalén para la fiesta de la Pascua, lo recibieron multitudes que querían que fuera su rey (Juan 12:13). Pero, cerca del final de semana, esa misma gente exigía que lo crucificaran (19:15). Me incluyo entre esas multitudes inconstantes. Me encanta animar a un equipo que está ganando, pero pierdo interés cuando empieza a perder. Disfruto al participar en una actividad nueva y entusiasta, pero cuando el entusiasmo desaparece, quiero abandonar. Es un placer seguir a Jesús cuando obra lo imposible, pero me escabullo cuando Él espera que yo haga algo difícil. Es emocionante seguirlo cuando puedo hacerlo como parte de la multitud «aceptada». Es fácil confiar en Él cuando es más astuto que los inteligentes y más hábil que los poderosos (ver Mateo 12:10; 22:15-46). Pero cuando empieza a hablar del sufrimiento, del sacrificio y de la muerte, vacilo. Me gusta pensar que habría seguido a Jesús hasta la cruz, pero tengo mis dudas. Después de todo, si no hablo de Él en lugares donde estoy seguro, ¿qué me hace suponer que lo haré en medio de una multitud de opositores? Cuán agradecido estoy por la muerte de Jesús por los seguidores inconstantes, para que así podamos convertirnos en discípulos consagrados. Cristo merece seguidores a tiempo completo.

martes, 18 de marzo de 2014

ASUNTO INCONCLUSO

Lucas 23:32-43 Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. —Lucas 23:42 A los 99 años, Leo Plass recibió su título universitario. Había dejado de cursar sus estudios terciarios de magisterio durante la década de 1930, para poder ganar dinero trabajando en la industria maderera. Setenta y nueve años después, completó las tres materias que le faltaban para graduarse y terminar este importante asunto inconcluso en su vida. Muchos podemos identificarnos con Leo. Nuestros asuntos inconclusos pueden incluir disculpas que nunca ofrecimos o, más importante aun, decisiones espirituales pendientes. Uno de los delincuentes crucificados al lado de Jesús necesitaba desesperadamente tomar una decisión así. Casi con su último aliento antes de pasar a la eternidad, entendió quién era Jesús y quiso estar en el cielo con Él. Reconoció su pecado y la inocencia del Señor, y clamó: «… Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino» (Lucas 23:42). Jesús respondió: «… De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso» (v. 43). Dios no quiere que nadie perezca (2 Pedro 3:9). Ofrece la salvación a todos, independientemente de la edad, el estado de salud o la etapa de la vida que uno esté atravesando. Su oferta está disponible para ti. No pospongas recibir a Cristo como Salvador (2 Corintios 6:2). Resuelve este asunto importante e inconcluso, y espera con ansias la eternidad junto a Él. Ser salvo significa estar seguro para siempre.

lunes, 17 de marzo de 2014

MANTENERSE CONECTADO

Salmo 119:33-40 Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino. —Salmo 119:105 Una mañana, me desperté y descubrí que no funcionaba la conexión a Internet. Mi proveedor del servicio hizo algunas pruebas y llegó a la conclusión de que debía cambiar el módem, pero no podrían venir a hacerlo hasta el día siguiente. ¡Me causó cierto pánico pensar que estaría sin conexión durante 24 horas! Me dije: ¿Cómo voy a sobrevivir? Después, me pregunté: ¿Acaso también me produciría pánico si mi conexión con Dios se interrumpiera durante un día? Nuestra conexión con Él se mantiene en la medida en que pasemos tiempo en su Palabra y orando. Entonces, tenemos que ser «hacedores de la Palabra» (Santiago 1:22-24). El escritor del Salmo 119 reconocía la importancia de estar conectado con Dios. Le pidió que le enseñara sus estatutos y que lo hiciera entender su ley (vv. 33-34). Más tarde, oró para poder cumplirla de todo corazón (v. 34), andar en los mandamientos divinos (v. 35) y quitar su mirada de las cosas intrascendentes (v. 37). Al meditar en la Palabra de Dios y, luego, aplicarla, el salmista se mantenía «conectado» con Él. El Señor nos ha dado su Palabra para que sea como una lámpara que alumbre nuestros pies y una luz que ilumine nuestro camino, para guiarnos a Él. Para recargar tu batería espiritual, conéctate a la Fuente.

domingo, 16 de marzo de 2014

LA FUERZA DE UN HOMBRE

1 Corintios 16:9-13 Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos. —1 Corintios 16:13 Hace unos años, me encontraba con un par de hombres en un ascensor. Era de noche, tarde, y todos parecíamos agotados. El ascensor se detuvo, y caminando sin apuro, entró un vaquero imponente que vestía un sombrero maltrecho, un abrigo de piel de oveja viejo y manchado, y unas botas de leñador gastadas. Nos miró de arriba abajo y, luego, a los ojos, y gruñó: «Buenas noches, hombres». Todos nos enderezamos y echamos los hombros hacia atrás… en un intento de actuar de acuerdo a su expresión. En esta época, abocada a honrar a cualquiera, hablemos de vivir a la altura de la palabra hombre. Tratamos de ser machos y fuertes, pero, a menudo, es una simple apariencia. Por más que nos esforcemos al máximo, nos damos cuenta de que no es suficiente. Debajo de las bravuconadas, albergamos una gran cantidad de miedos, inseguridades y defectos. Gran parte de nuestra hombría es una simple fanfarronada. Pablo era lo suficientemente hombre como para admitirlo: «Pues también nosotros somos débiles…» (2 Corintios 13:4). Esto no es una palabrería santurrona, sino una realidad aleccionadora. No obstante, en lo que parece ser una contradicción, el apóstol insistió en que debemos comportarnos «varonilmente» (1 Corintios 16:13). ¿Cómo podemos ser la persona fuerte que Dios quiso que fuéramos? Únicamente, poniéndonos en sus manos y pidiéndole que nos haga así por medio de su poder y capacitación. La fuerza verdadera es tener el poder de Dios en el alma.

sábado, 15 de marzo de 2014

JUGAR CON DOLOR

Lamentaciones 3:1-3, 25-33 Antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias. —Lamentaciones 3:32 Gary Carter, jugador de béisbol y miembro del Salón de la Fama, era seguidor de Cristo. Durante sus 19 años de carrera, su fe en Dios le dio fortaleza y resistencia para competir. En un artículo del Wall Street Journal, poco después de la muerte de Carter a los 57 años por un tumor cerebral, el escritor Andrew Klavan relató cómo había influido en su vida. A finales de la década de 1980, Klavan atravesaba el peor momento de su vida y pensaba suicidarse. Entonces, escuchó una entrevista a Carter después de un partido. Su equipo, los New York Mets, había ganado, y el maduro jugador había colaborado corriendo esforzadamente en un momento crucial del partido. Le preguntaron cómo había podido hacerlo con sus rodillas tan doloridas. Klavan escuchó su respuesta: «A veces, uno simplemente tiene que jugar con dolor». Esa simple declaración lo ayudó a salir de su depresión. «¡Yo también puedo hacerlo!», declaró. Animado, encontró esperanza… y más tarde, puso su fe en Cristo como Salvador. La consoladora verdad detrás de la afirmación de Carter proviene de Lamentaciones. Quizá enfrentemos tristezas, dolores y dificultades, pero no tenemos que hundirnos en la auto conmiseración. El mismo Dios que permite que suframos también derrama sobre nosotros su abundante consolación (Lamentaciones 3:32). Con el amor del Señor que nos levanta, podemos (si es necesario) «jugar» con dolor. Dios te librará del sufrimiento o te dará gracia para soportarlo.

viernes, 14 de marzo de 2014

¡CÉNTRATE!

Cuando la paz, como un río acompaña mi camino, Cuando los sufrimientos llegan como las olas del mar; Cualquiera sea mi suerte, Tú me has enseñado a decir, «Está bien, está bien con mi alma.» ¿Recuerdas ese viejo himno de Spafford? ¿Es éste el tipo de paz que caracteriza a tu alma? Con mayor frecuencia, las palabras conflicto y confusión serían apropiadas. A la hora del descanso para almorzar en el trabajo, salí a buscar un lugar pacífico junto al río. Cuando me senté junto a la orilla, el río siempre murmuraba lentamente a un ritmo constante bajo un viejo puente cubierto en Ada, Michigan. Cuán pacífico era el fluir del río — sin inquietudes, sin preocupaciones, sin prejuicios. Incluso cuando un ruidoso tren avanzaba junto a las márgenes del río, el agua seguía corriendo libre y sin verse afectada. El tráfico bullía al lado este y por encima del río por la carretera, y sin embargo, el río seguía avanzando resueltamente. Las bicicletas pasaban, la gente caminaba, otros almorzaban en el campo cerca, y sin embargo, el río mantenía su curso original. Estas distracciones externas me recordaron las tormentas en nuestras vidas, tales como las relaciones rotas, la pérdida de empleo, la enfermedad, y la muerte. En cada una de nuestras vidas sí pasan cosas malas. Incluso las acciones buenas, tales como servir en la iglesia, visitar a amigos, o tomar clases, pueden desplazar la intención original de Dios para nosotros. Pero el balance final es: ¿Permitiré que mi dirección y enfoque se desvíen y seguiré a otras personas o metas materiales, o proseguiré «hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús? (Filipenses 3:14). ¿Qué curso seguirás? Elige emular e movimiento constante y firme de un río que apunta y se dirige hacia la meta sin flaquear. Olvida el pasado, concéntrate en el hoy, ¡y céntrate en la meta que tienes delante! —Teresa K. Lasher, Michigan Escrito por una amiga lectora de Nuestro Andar Diario.

jueves, 13 de marzo de 2014

LO AUTÉNTICO

1 Corintios 15:1-21 [Cristo] resucitó al tercer día […]; después apareció a más de quinientos hermanos… —1 Corintios 15:4-6 A veces, limpiar el altillo del abuelo tiene sus ventajas. Una vez, un hombre descubrió unas tarjetas de béisbol de más de 100 años de antigüedad en perfecto estado. Los tasadores las valuaron en tres millones de dólares. Una clave del alto precio de esas tarjetas fue haber estado bien conservadas. Pero más allá de eso, el verdadero valor yacía en que eran auténticas. Si hubieran sido falsificaciones, por más que parecieran buenas, no habrían costado ni siquiera el valor de la cartulina donde estaban impresas. El apóstol Pablo dijo algo similar sobre el cristianismo: nuestra fe sería completamente inútil y falsa si la resurrección de Cristo no fuera auténtica. Su valentía y su confianza en el plan de Dios lo llevaron a declarar: «si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe» (1 Corintios 15:14), y «si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados» (v. 17). La fe cristiana descansa en la autenticidad de esta historia: Jesús murió en la cruz y resucitó. Alabado sea Dios por las pruebas fehacientes de la muerte y la resurrección de Cristo (vv. 3-8). Son hechos auténticos, y en ellos, podemos afirmar nuestro destino eterno y total dependencia de Dios. Dios es el único Dios verdadero.

miércoles, 12 de marzo de 2014

¿TÚ TAMBIÉN TE VAS?

Las separaciones en las iglesias generalmente son asuntos feos y dolorosos. La mayor parte del tiempo, las personas quedan heridas o decepcionadas. Las acusaciones se lanzan de un lado a otro como granadas. Y las personas se atrincheran en sus posiciones. He tenido la triste experiencia de presenciar unos cuantos de estos cismas, y he observado que muchos fueron dirigidos por personas que simplemente eran rotundamente egoístas. Había una negativa a cooperar y a llevarse bien con los demás. Las personas inventaron algunas razones que sonaban bien para indignarse y hacer lo que quisieran. Podemos hacerlo sonar tan positivo y espiritual, cuando en realidad simplemente no queremos pagar el precio para la unidad — demostrando lo que realmente significa seguir a Jesús. Jesús no nos llama a una existencia feliz y cómoda. No siempre es fácil seguirlo — pero sin duda nos costará algo. Al estudiar la idea del discipulado en el Nuevo Testamento, es interesante notar que siempre que Jesús llamaba a las personas hacia otro nivel de compromiso, la multitud se hacía más pequeña. Las personas idearían una razón para dar un paso atrás. Sencillamente es algo tan cierto hoy como lo fue durante la época en que Jesús caminó sobre la tierra. Todos tendemos a querer un cristianismo que nos confirme al instante (Ya sabes — la clase de cristianismo que nos hace sentir bien y que no requiere demasiado de nosotros). Lucho esta batalla como todos los demás. Cuando Jesús me llama a dar otro paso lejos de mi área de comodidad para demostrar compromiso, estoy tentado a racionalizar por qué no tengo que hacerlo. En vez de ello, nuestra respuesta debe ser como la que Pedro dio en Juan 6:68-69. Jesús les había preguntado a Sus discípulos si darían el siguiente paso de compromiso y se quedarían con Él. ¿O saldrían disparados con aquéllos que no creían verdaderamente? Pedro habló a nombre de todos ellos cuando dijo, en efecto, «Señor, no iremos a ninguna parte. ¡Estamos comprometidos contigo!» ¡Qué ilustración de lo que significa seguir a Jesús! Seguir a Jesús significa pagar el precio, y ese precio es cada vez mayor. Él nos lleva a niveles más profundos de compromiso y cada vez hay un costo que pagar. Así que, cuando venga el momento de hacer lo que es difícil — pero correcto, no lo dejes para más tarde. Da el siguiente paso y confía en Jesús.

martes, 11 de marzo de 2014

AVES CODICIOSAS

2 Corintios 9:6-15 Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que […] abundéis para toda buena obra. —2 Corintios 9:8 Todos los años, cuando saco el comedero para los colibríes, estos laboriosos pajaritos empiezan a luchar para ganarse su espacio. Aunque hay cuatro lugares en la «mesa», ellos pelean por el que está ocupando uno de sus vecinos. La fuente de alimentos es igual en cada caso: un recipiente de almíbar en el fondo del comedero. Como yo sé que todos los espacios son iguales, sacudo la cabeza ante su codicia. Pero luego, me pregunto: ¿Por qué es mucho más fácil ver la codicia de las aves que la mía? A menudo, quiero ocupar en la «mesa de Dios» el lugar de otro, aunque sé que todo lo bueno procede de la misma fuente (el Señor) y que su provisión nunca se acabará. Si Él puede prepararnos una mesa aun en presencia de nuestros enemigos (Salmo 23:5), ¿por qué nos preocupa que otro ocupe en la vida el lugar que nosotros deseamos? El Señor puede darnos «en todas las cosas todo lo suficiente» para que «[abundemos] para toda buena obra» (2 Corintios 9:8). Cuando reconozcamos la importancia de nuestra labor como ministros de la gracia de Dios (1 Pedro 4:10), dejaremos de pelear para ocupar la posición de otra persona y estaremos agradecidos por el lugar que Él nos ha dado para servir a otros en su nombre. Mirar a los demás genera resentimientos; mirar a Dios satisface.

lunes, 10 de marzo de 2014

MÉDICO RURAL

Filipenses 2:1-11 Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo. —Filipenses 2:3 La novela de Sinclair Lewis, Calle mayor, narra la historia de Carol, una sofisticada mujer urbana que se casa con un médico rural. Ella se siente superior a los demás en su nuevo entorno pueblerino, pero la reacción de su esposo ante una crisis médica desafía su esnobismo. Un granjero inmigrante se lastima terriblemente el brazo y tienen que amputárselo. Carol observa con admiración mientras su esposo les expresa palabras consoladoras al hombre herido y a su consternada esposa. La actitud servicial y cálida de su marido desafía su mentalidad orgullosa. En todas nuestras relaciones interpersonales, podemos, como seguidores de Cristo, decidir considerarnos superiores o servir humildemente para satisfacer las necesidades de los demás. El apóstol Pablo nos dice: «Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros» (Filipenses 2:3-4). Podemos aprender a considerar más importantes las necesidades de los demás que las nuestras cuando centramos nuestra mirada en el ejemplo de Cristo. Él tomó «forma de siervo» y se entregó por nosotros (vv. 5-8). Cuando no valoramos a los demás, el sacrificio del Señor nos muestra el camino mejor, el de la humildad. El gozo llega al poner el bienestar de los demás sobre el propio.

domingo, 9 de marzo de 2014

SU PEOR DÍA

Job 7:11-21 … Hablaré en la angustia de mi espíritu, y me quejaré con la amargura de mi alma. —Job 7:11 En mayo de 2011, una joven se refugió en una bañera durante un tornado que devastó la ciudad donde vivía. Su esposo la cubrió con su cuerpo y recibió los golpes de los escombros que volaban. Él murió, pero ella sobrevivió gracias al heroísmo de su marido. Como es natural, lucha con la pregunta: «¿Por qué?». Pero un año después de lo ocurrido, dijo que encontraba consuelo pensando que, aun en su peor día, se sintió amada. Cuando pienso en «los peores días», de inmediato me viene a la mente Job. Aunque amaba a Dios, ¡perdió sus animales, sus criados y sus hijos en un solo día! (Job 1:13-19). Se lamentó profundamente y también se preguntó el porqué. Exclamó: «Si he pecado, ¿qué puedo hacerte a ti […]? ¿Por qué me pones por blanco tuyo…?» (Job 7:20). Sus amigos lo acusaron de haber pecado y pensaban que merecía sufrir, pero Dios les dijo: «… no habéis hablado de mí lo recto, como mi siervo Job» (42:7). El Señor no le explicó a Job por qué sufría, pero lo escuchó y no lo culpó por sus cuestionamientos. También le aseguró que tenía el control de todo y que podía confiar en Él (42:1-6). Quizá el Señor no nos explique las razones de las pruebas, pero debemos estar agradecidos de que, aun en nuestro peor día, podemos saber con certeza que Él nos ama (Romanos 8:35-39). El amor de Dios no nos exime de las pruebas, pero nos ayuda a sobrellevarlas.

viernes, 7 de marzo de 2014

ÉXITO MISERABLE

Lucas 9:18-27 … Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. —Lucas 9:23 El escocés George MacDonald (1824-1905), novelista, poeta y pastor cristiano, escribió: «Todo lo que un hombre haga sin Dios está miserablemente destinado al fracaso… o a triunfar de una manera aun más miserable». Esta intrigante declaración aparece en su libro Unspoken Sermons [Sermones no predicados], y oradores y escritores actuales suelen citarla. MacDonald trataba el difícil tema de la negación del yo en el creyente y cómo aplicar esta enseñanza de Jesús: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará» (Lucas 9:23-24). En lugar de simplemente tratar de suprimir nuestros deseos naturales, MacDonald afirma que la verdadera negación del yo significa que «debemos ver las cosas como [Cristo] las ve, considerarlas como él las considera; aceptar la voluntad de Dios como la esencia misma de nuestro ser […]. No debemos pensar más: “¿qué me gustaría hacer?”; sino: “¿qué desea el Señor viviente que haga?”». Conseguir solo lo que nosotros queremos es triunfar miserablemente. El éxito verdadero está en «perder» nuestra vida por la causa de Cristo y volver a encontrarla plena y libre en su voluntad. Un espíritu humilde y generoso precede a un andar con Dios más íntimo y más profundo.

jueves, 6 de marzo de 2014

BIENVENIDOS, POSTREROS

Mateo 20:1-16 … quiero dar a este postrero, como a ti. —Mateo 20:14 Una tarde, cuando visitaba un hogar de ancianos, un residente llamado Tomás salió silenciosamente de su cuarto, esperando encontrarme para charlar. Después de un rato, preguntó: «¿No será un insulto para Dios si me convierto en creyente en Cristo a esta altura de mi vida?». Su pregunta no me sorprendió. Como capellán, suelo oírla expresada de diversas formas por ancianos, por quienes luchan contra las adicciones y por ex prisioneros. Ellos piensan que tienen una razón legítima para creer que es demasiado tarde para conocer a Dios y para que Él los utilice. Tomás y yo dedicamos un tiempo para leer sobre personas en las Escrituras que, por su pasado, podrían haber pensado lo mismo. Pero Rahab, una prostituta (Josué 2:12-14; Hebreos 11:31), y Zaqueo, un cobrador de impuestos (Lucas 19:1-8), decidieron poner su fe en Dios, a pesar de su pasado. También leímos la parábola de Jesús sobre los obreros de la viña (Mateo 20:1-16). Cuanto antes fueron contratados, más pudieron trabajar para el dueño (vv. 2,7), pero los que fueron contratados después descubrieron que valían lo mismo ante los ojos del amo y que serían recompensados igual que los otros (vv. 8-16). El propietario de la viña decidió aplicar la misma gracia con todos. Independientemente de nuestro pasado o presente, Dios anhela mostrarnos su gracia e invitarnos a tener comunión con Él. Dar tu vida a Cristo ahora es conservarla para siempre.

miércoles, 5 de marzo de 2014

EL PRÓXIMO CAPÍTULO

Hebreos 12:1-11 … corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe… —Hebreos 12:1-2 Esteban tenía casi cinco años cuando su padre, el misionero y piloto Natanael Saint, fue asesinado en 1956 junto con otros cuatro hombres por los indios aucas en Ecuador. Sin embargo, como resultado del amor y el perdón demostrados por los familiares de aquellos mártires, actualmente hay una creciente comunidad de creyentes en esa tribu. Ya adulto, Esteban volvió a Ecuador y se hizo amigo de Mincaye, uno de los hombres que mataron a su padre. El lema de Esteban es: «Deja que Dios escriba tu historia». Y afirma: «Hay muchas personas […] que quieren escribir su propia historia y hacer que Dios la edite cuando algo anda mal. Hace mucho, decidí permitir que el Señor escribiera la mía». Cuando Esteban tuvo un grave accidente en 2012, le aseguró a su familia: «Dejen que Dios escriba este capítulo también». Su fe continúa acompañándolo durante la recuperación. Para todos los seguidores de Jesucristo, la historia sigue desarrollándose. Nadie sabe qué dirá el próximo capítulo de nuestra vida. Pero en la medida en que miremos a Cristo y «corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante», podemos confiar en Él, el autor y consumador de nuestra fe (Hebreos 12:1-2). Jesucristo escribió el primer capítulo de nuestra historia, y también escribirá el siguiente y el último. Que tu vida narre la historia del amor y la misericordia de Dios al mundo que te rodea.

martes, 4 de marzo de 2014

SERVICIO Y TESTIMONIO

2 Corintios 4:1-12 Porque [...] predicamos [...] a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos ... —2 Corintios 4:5 A principios del siglo xx, mientras trabajaba como mucama en Londres, Inglaterra, Gladys Aylward soñaba con hacer otra cosa. Su meta era ser misionera en China. Después que una organización misionera cristiana la rechazó por «inepta», Gladys decidió ir allí por su cuenta. Con 28 años de edad, usó sus ahorros para comprar un boleto de ida a Yangcheng, una remota aldea china. En aquel lugar, estableció una posada para que se hospedaran caravanas de mercaderes, a cuyos integrantes les compartía historias de la Biblia. También sirvió en otras aldeas y llegó a ser conocida como Ai-wehdeh, expresión china que significa «virtuosa». El apóstol Pablo también difundió el evangelio en áreas remotas del mundo. Se brindó como siervo para suplir las necesidades de los demás (2 Corintios 11:16-29), y escribió sobre el servicio: «Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús» (4:5). No todos somos llamados a enfrentar dificultades para llevar el evangelio a tierras lejanas, pero cada uno de nosotros es responsable, como siervo de Dios, de hablarles de Cristo a quienes están dentro de nuestra esfera de influencia. Tenemos el privilegio de ayudar a nuestros vecinos, amigos y parientes. Pídele a Dios que te dé oportunidades de servir y de hablar de Cristo, quien se dio a sí mismo por nosotros. Servimos a Dios al compartir su Palabra con los demás.

lunes, 3 de marzo de 2014

LA BATALLA CONTRA EL EGO

Santiago 4:6-17 … Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. —Santiago 4:6 En la antigua Roma, cuando un general regresaba victorioso de una batalla, se organizaba un desfile para dar la bienvenida al conquistador. Desfilaban las tropas del general y los cautivos, estos últimos llevados a manera de trofeo y como prueba del triunfo. Mientras recorrían la ciudad, las multitudes vitoreaban el éxito de su héroe. Para evitar que el ego del general aumentara en forma desmedida, un esclavo lo acompañaba en su carruaje. ¿Por qué? De ese modo, mientras las multitudes romanas elogiaban al general, el esclavo le susurraba permanentemente al oído: «Tú también eres mortal». Cuando triunfamos, nosotros también podemos perder de vista nuestra fragilidad y permitir que se nos llene el corazón de un orgullo destructivo. Santiago nos advirtió del peligro de la soberbia, al indicarnos que persigamos la humildad y busquemos al Señor: «Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes» (Santiago 4:6). La clave para esta declaración es la gracia. ¡No hay nada más maravilloso! Solamente el Señor merece gratitud y alabanza… en especial, por la gracia que ha derramado abundantemente sobre nosotros. Nuestros logros, triunfos y honores no se generan en nosotros mismos, sino que son producto de la gracia incomparable de Dios, de la cual dependemos eternamente. La gracia de Dios es el amor infinito expresado a través de una bondad sin límites.

domingo, 2 de marzo de 2014

EL DON DE LA LUZ

Juan 8:12-20 … Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. —Juan 8:12 Sir Christopher Wren diseñó y construyó más de 50 iglesias en Londres a finales del siglo xvii. Dos rasgos destacados caracterizaban su estilo. El primero eran campanarios altos y macizos. Sin embargo, el segundo era más significativo. Wren estaba convencido de que las ventanas de sus iglesias debían tener vidrios transparentes, en lugar de ser opacos como se acostumbraba en aquella época. Palabras atribuidas a él explican en parte su motivación: «La mayor dádiva de Dios para el ser humano es la luz». Para él, permitir que la luz bañara a la gente mientras adoraba era una celebración de ese regalo. En el relato de Génesis, Dios hizo la luz el primer día de la creación (1:3). Esa luz es más que un simple medio para poder ver. Es un cuadro de lo que Cristo trajo cuando entró en este mundo oscuro. En Juan 8:12, nuestro Señor declaró: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida». Para el seguidor de Cristo, la luz es uno de los grandes recordatorios del carácter de nuestro Salvador y de la calidad de la vida que Él nos ha dado mediante su sacrificio en la cruz. Wren tenía razón. El mejor regalo de Dios para la humanidad es la luz: ¡Jesucristo, la Luz del mundo! Jesús vino a traer luz a un mundo perdido en tinieblas.

sábado, 1 de marzo de 2014

EL PODER DE LA COMPASIÓN

Isaías 42:1-9 No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare… —Isaías 42:3 Francis Schaeffer, escritor y apologeta cristiano, tenía dificultades para deletrear las palabras correctamente debido a su dislexia. En la universidad donde asistió, los errores de ortografía bajaban sus calificaciones en todos los trabajos escritos que debía presentar. Durante su primer año de estudios, un profesor le dijo: «Esta es la mejor monografía de filosofía que he leído en toda mi vida, pero es la peor escrita. ¿Qué voy a hacer? No puedo aprobarte». Francis respondió: «Señor, nunca pude escribir bien. Por favor, ¿podría simplemente leer lo que quise decir, sin preocuparse por la ortografía?». Después de una larga pausa, el profesor contestó: ¿Sabe, Sr. Schaeffer? Me parece que eso es lo que haremos». Su respuesta sabia y compasiva estimuló a este joven dotado, para que, posteriormente, ayudara a muchas de las generaciones inquisitivas durante las décadas de 1960 y 1970 a encontrar el camino a la fe en Cristo. Isaías declaró sobre el Mesías prometido: «No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare; por medio de la verdad traerá justicia» (Isaías 42:3). Esta imagen habla de una Persona amable, pero también poderosa, que libera a los cautivos y anima a quienes están descorazonados y tentados a caer en la desesperación. Jesús vino a liberarnos del pecado, no a condenarnos por nuestra condición. Hoy ofrece salvación y estímulo a todos los que acuden a Él. Cuando acudimos a Cristo quebrantados, Él nos recompone.