martes, 6 de mayo de 2014

¿CUANTAS VECES, CUANDO Y CÓMO DEBO PERDONAR A MI HERMANO?

LEA: Mateo 18:23-35 … Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? —Mateo 18:21 La vida se parece a los «autitos chocadores» en un parque de diversiones. Te subes a tu carro, sabiendo que van a chocarte… pero no con cuánta intensidad. Cuando te chocan, aprietas el acelerador, persigues al que te chocó y esperas golpearlo con más violencia de la que recibiste. Quizá sea una estrategia divertida para los autitos chocadores, pero es terrible para la vida. Cuando te golpean, la venganza solo empeora las cosas y, al final, todos salen perjudicados. Jesús tenía una estrategia mejor: perdonar a quienes nos «chocan». Como Pedro, tal vez nos preguntemos cuántas veces tenemos que hacerlo. Al consultar «¿hasta siete?», el Señor le respondió: «hasta setenta veces siete» (Mateo 18:21-22). En otras palabras, la gracia no tiene límite. Siempre debemos aplicar un espíritu perdonador. ¿Por qué? En el relato del amo que perdonó, Jesús explicó que no perdonamos porque nuestros ofensores lo merezcan, sino porque nosotros mismos hemos sido perdonados: «… toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? (vv. 32-33). En otra parte Dios dice que a nuestras faltas las tira en el mar del olvido, nosotros debemos hacer lo mismo y de esta manera debemos perdonar siempre. Como se nos ha perdonado mucho, no sigamos perjudicando a los demás y hablarles de esa bendición. Además siempre le estamos pidiendo al Señor que nos perdone como nosotros perdonamos, asique sino perdonamos..., Dios es justo. El perdón es la gracia de Dios que actúa a través de nosotros, en aquellos que nos han ofendido y nos solicitan el correspondiente perdón reconociendo su falta... y si es necesario nosotros también podemos ayudarlos pidiendo perdón..., ya que no sabemos si en algún momento los hemos ofendido también. El único que tiene que salir derrotado como siempre es el enemigo nº 1 que tenemos.

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