sábado, 19 de julio de 2014

JESUCRISTO ES EL GRAN CAPITÁN DE MI VIDA

Cambia la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas. Luego se alegran, porque se apaciguaron; y así los guía al puerto que deseaban. Salmo 107:29-30 Un poeta inglés escribió: «Soy señor de mi destino, soy el capitán de mi alma». Esa sí que es una persona fuerte, pensará usted. El futuro en la tierra y el más allá no lo asustan. Es el único capitán a bordo. Sin embargo, poco tiempo después este escritor perdió a su hija de cinco años, y fue dominado por el dolor. Y acercándose al final de su vida, no podía ocultar su desesperación. ¡Pobre señor de su destino, incapaz de estar seguro del siguiente minuto! Sus días se van como llevados por un torrente, y ni siquiera puede reducir su velocidad. Se cree «capitán de su alma», pero pregúntele en qué puerto echará el ancla. Probablemente le responda que no sabe. Lo quiera o no, no podrá impedir que su alma comparezca ante Dios. Y allí tendrá que responder a esta pregunta: «¿Qué hiciste del sacrificio de Jesús, mi amado Hijo?». ¡Es imposible escapar de la justicia divina! Antes de juzgarlo, Dios amó al culpable. Hizo todo para salvarlo; lo único que le pedía era creer. Si el hombre no quiso creer, es su responsabilidad. Así como el amor divino fue ilimitado, la justicia se aplicará sin rebaja. Confíe el timón de su vida a Jesús, el gran piloto. Sólo él puede volver a orientar el timón y llevar su barca con seguridad hasta el puerto. ¡Confíe en él; nunca se arrepentirá! “Tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros, la cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo (en el cielo), donde Jesús entró por nosotros” (Hebreos 6:18-20).

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