jueves, 5 de junio de 2008

DIOS ES DESECHADO COMO REY

Sin embargo, después de algunos años, Israel quiere librarse nuevamente de la teocracia. Entonces todos los ancianos de Israel se juntaron, y vinieron a Ramá para ver a Samuel (1º Samuel 8:4).
-Debemos hacer algo. Samuel nos dice a cada momento, Así ha dicho Dios. En el tiempo de nuestros padres no era así. Cada uno hacía lo que quería. ¿No es mejor eso? ¿Hasta cuándo vamos a soportar este sistema de cosas? “Que Dios dijo esto, que Dios dijo lo otro…” ¿Por qué no le sugerimos un cambio?
Se ponen de acuerdo, van a Ramá, y llaman a Samuel. Uno toma la palabra:
-Honorable y respetable profeta Samuel. Nosotros, los ancianos del pueblo de Israel, reunidos de común acuerdo, queremos expresarle nuestra gratitud por los servicios prestados aquí, y dada su avanzada edad, hemos acordado concederle el cese de servicio. Estamos muy agradecidos por todo. Pero antes de su retiro quisiéramos solicitarle un último favor.
Samuel, muy sorprendido, espera el pedido.
-He aquí, tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto, CONSTITUYENOS AHORA UN REY que nos juzgue, como tienen todas las naciones (1º Samuel 8:5).
Al oír esto, el profeta queda fuertemente disgustado: “Pero, ¿este pueblo no entiende? ¿O acaso ignora su historia? ¡Son el pueblo de Dios! ¿Cómo se les ocurre pedir un rey?” Su corazón está cargado y dolorido. Samuel va a orar, a buscar a Dios.
-¿De dónde, Señor, de dónde ha salido esto? ¿Cómo se les ocurre tal cosa? Han dicho: “… como tienen las demás naciones”. Ah, cuando el pueblo de Dios baja sus normas al nivel de los que viven sin Dios, ¡cuántos males comienzan a surgir!
“Queremos un rey como tienen las otras naciones”… Israel está viviendo en Canaán, rodeado por otras naciones, las cuales sí tienen rey, y sabe la fiesta que ellas hacen cuando el monarca visita alguna de sus ciudades. Toda la gente se agolpa en la plaza y a los lados de la calle principal. El camino real es embanderado. Palmas, flores, banda musical. Entusiasmo. ¡Viene el rey! De pronto, aparecen dos jinetes; son los heraldos del rey. Hacen sonar sus trompetas: -¡Atención! ¡El rey viene! – A lo lejos, se comienza a divisar un carruaje que avanza por la vía real. Se acerca. Es blanco y está muy engalanado. Viene tirado por caballos espléndidos. Sobre el carruaje hay un trono; sobre el trono, un rey; y sobre la cabeza del rey, una corona. La gente victorea, agita sus manos en alto, aclama con júbilo: ¡Viva el rey! Los músicos ejecutan la marcha real. Todo es algarabío.
-¡Es fabuloso tener rey! ¿Por qué todos lo tienen y nosotros no? … Samuel, queremos un rey, un rey como tienen las otras naciones.
-Pero no agradó a Samuel esta palabra que dijeron: Danos un rey que nos juzgue. Y Samuel oró a Jehová. Y dijo Jehová a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino A MI ME HAN DESECHADO PARA QUE NO REINE SOBRE ELLOS (1º Samuel 8:6,7). Samuel, dales lo que te piden. Porque me han desechado a mí. Han dicho, en otras palabras, No queremos que éste reine sobre nosotros. Pidiendo un rey humano han pretendido disfrazar sus intenciones. Pero en realidad no quieren que yo reine sobre ellos.

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