viernes, 7 de noviembre de 2008

EL VIAJE DE LA VIDA

Os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación. (2ª Corintios 5:20; 6:2)

Por trivial que parezca, la comparación de la vida con un viaje en tren rápido es muy apropiada. El viajero llevado por el convoy que corre a toda velocidad a través de ciudades y campiñas ve desfilar a toda marcha paisajes alegres y sitios austeros. No le es posible detenerse más en los primeros como evitar los segundos. Puentes y túneles, curvas y rampas, señales y cambios de agujas se suceden sin tregua hasta el término previsto.
¡Estamos de viaje, el gran viaje de la vida! Quizás hayamos atravesado más de un oscuro túnel: un duelo, un accidente, una enfermedad o una decepción. El tren aminora la marcha; luego, pasada la prueba, vuelve a tomar velocidad normal. Volvemos a tener días soleados y pendientes verdeantes, pero también sin advertencia el convoy puede detenerse para dejar descender del tren de la vida a los viajeros que hayan llegado a destino.
Todos los días y varias veces por día, ese tren se detiene y, de grado o por fuerza, multitud de viajeros bajan, ¿Cuál es su equipaje? En el tren dejaron fortuna, situación social, relaciones y conocidos. Pero conservan sus pecados, de los cuales tendrán que dar cuenta a Dios, si no fueron liberados de ellos por medio de la fe en Jesús, el Salvador, quien murió en la cruz.
No aguardemos la fatal parada para resolver esa cuestión. Sería demasiado tarde. Desde ahora apoderémonos de la salvación que se nos ofrece.

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