jueves, 21 de agosto de 2008

EL EVANGELIO DE LOS APOSTOLES

A continuación, hagamos un repaso de la predicación apostólica:
Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo (Hechos de los Apóstoles 2:36).
Esta es la conclusión del mensaje de Pedro en el día de Pentecostés. El termina diciendo que Dios ha hecho a Jesús Señor y Cristo, es decir el que domina sobre el reino de Dios.
Cristo predicaba el evangelio así: anunciaba el reino de Dios, y enseñaba todo lo concerniente a él; luego, se presentaba a sí mismo delante de los pecadores y les exigía una definición. Les ponía frente a esta disyuntiva: reconocerle a El como Señor, como rey, o rechazarle. Aquel que realmente le reconocía, entraba a formar parte de ese reino que El venía anunciando. Y esto ocurría solamente por la fe.
Después vino Pedro. ¿Y qué predicó? Lo mismo. Enfrentó a los pecadores con Cristo. La persona de Cristo como Señor define a los hombres. Tienen que reconocerle o rechazarle.
Quiere decir que no era cuestión de que “Cristo entrara en el corazón” entre tanto que cada uno siguiera manejando sus cosas. No, Cuando el pecador se confrontaba con la persona de Cristo, se entregaba totalmente a El, le reconocía como Señor de su vida. Si por el contrario se rebelaba y no creía, quedaba automáticamente descartado del reino de Dios.
¿Qué mensaje predicó Felipe?
Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo… (Hech. 8:12).
Cristo no estaba en persona con él; sin embargo, Felipe igual anunciaba el reino de Dios y el nombre de Jesucristo. Es decir, presentaba el reino y al rey.
¿Qué mensaje predicaba Pablo, el gran predicador y apóstol?
Y entrando Pablo en la sinagoga, habló con denuedo por espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios (Hech. 19:8).
En Efeso, durante tres meses, parece que no tuvo otro tema. Reunió a los ancianos en Mileto, y les dijo:
Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro (Hech. 20:25).
Es interesante destacar cuanto tiempo pasó él allí predicando el reino:
Por tanto velad, acordándoos que por tres años de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno (v. 31).
Después Pablo llegó a Roma. Allí estaba preso, pero gozaba de ciertas libertades:
Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndole acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas (Hech. 28:23).
Muchos venían a su casa, y desde la mañana hasta la tarde, él les testificaba del reino de Dios, y les persuadía acerca de Jesús, por la ley de Moisés y por los profetas. Quiere decir que el tema de Pablo, de la mañana a la noche, era el mismo: el reino de Dios. Notemos cómo termina el libro de Los Hechos:
Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada. Y recibía a todos los que a él venían predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento (vs. 30,31).
¡Dos años enteros, en una casa alquilada en Roma, predicando del reino de Dios y del Señor Jesucristo! El explicaba todo lo que abarcaba el reino de Dios –quizás, muchas de las cosas que nosotros estamos aprendiendo ahora –pero en conclusión, su tema era el reino, y el nombre del Señor Jesucristo.

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