domingo, 3 de agosto de 2008

PARA LOS MARIDOS

El segundo principio está dirigido a los maridos. Cuando hay que poner disciplina en el hogar, empezamos por los hijos… ¡Un momento! Si la casada no respeta a su marido, no espere que los hijos respeten y obedezcan a su padre. Si el marido no trata a su esposa como corresponde, no espere que los hijos se traten entre sí correctamente. Dios comienza por ordenar el matrimonio. ¿Cuál es el mandamiento del Rey para los maridos?
Maridos, amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella (Efesios 5:25).
Vosotros, maridos, igualmente vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo (1º Pedro 3:7)
El principio del Rey para el marido es: amar a su esposa y tratarla como a un vaso frágil, dándole un honor especial. Debe asistirla con ternura, con delicadeza. Si el marido no ama a su esposa y no la trata como a un vaso frágil. Cristo no puede reinar en ese hogar.
Para los que conocemos las escrituras estos textos no son ninguna novedad. ¡Las sabemos de memoria! Pero nuestro mayor problema es que los hemos aprendido al revés. Los maridos saben de memoria el texto que corresponde a las esposas y las mujeres saben de memoria el texto que corresponden a los maridos. Entonces, cada vez que ocurre una discusión o una pelea, el marido le dice a la mujer:
-La Biblia dice: “Casadas, estad sujetas a vuestros maridos.”
Y la mujer responde:
-Y la Biblia dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres… y tratadlas como a un vaso frágil.” ¡Y tú me estás tratando como a un trapo de piso!
La Biblia dice a cada cuál es su responsabilidad. “Que la esposa se sujete… que el marido ame a su mujer…” Si la mujer no se sujeta al marido, Cristo no reina allí. Pero, si el marido quiere sujetar a su mujer por la fuerza, tampoco Cristo está en eso...La Biblia no dice: Maridos, sujetad a vuestras mujeres. Expresiones como estas: “Me vas a obedecer… Acá mando yo…”, etc., evidencian que Cristo no reina en ese hogar. El Señor dice al marido lo que el marido debe hacer. Marido, éste es el mensaje para ti: Ama a tu mujer y trátala como a un vaso frágil, con cariño, con ternura, en todo momento.
“Yo la voy a tratar bien, siempre que ella me obedezca…” Tu comportamiento no debe ser una respuesta a la conducta de tu mujer, sino una respuesta al Rey y Señor de tu vida. ¿Quién manda en tu vida? Si Cristo es tu Señor, debes comportarte como El manda.
La mujer tampoco tiene derecho a decir: “Yo le voy a obedecer y me voy a sujetar, si él me trata como corresponde.” De ninguna manera. Pedro dice lo mismo aun a las esposas de los incrédulos. Aunque tu marido sea incrédulo, igual es tu marido y, por lo tanto, tu cabeza. Aunque él no te trate como corresponde, igual tiene que sujetarte, y mostrar que Dios reina en tu vida y a través de tu vida en tu hogar. La respuesta de cada uno no debe estar condicionada al comportamiento del otro.
La actitud del marido debería ser: “Así ella me obedezca o no, siendo mi esposa, la voy a amar y tratar como Cristo me enseña.”
A su vez, la mujer tendría que decir: “Así él me ame o no, me trate bien o mal, siendo mi marido, me voy a sujetar a él y le voy a obedecer.” Las discusiones en un hogar se terminan cuando cada uno asume su responsabilidad frente al Señor.
Por lo tanto, marido. ¡Devuelve el texto a tu esposa! Nunca más pongas en tu boca el mandamiento de Dios a las casadas. Y a ti, esposa, ¡devuelve el texto a tu marido! Nunca más repitas el mandamiento de Dios a los maridos.
Cuando Jesús camino por esta tierra mostró su amor incondicional a todo el mundo sin esperar que fuere correspondido para terminar su misión, y el matrimonio es una figura de Cristo y la iglesia; el marido (Cristo) actúa y la esposa (iglesia) responde.
Cada vez que haya conflicto en la casa, pregúntate: ¿Cuál es el mandamiento de Dios para mí? ¿Cuál es la parte que a mí me toca hacer? ¿Cuál es mi orden? (A fuerza de repetir la del otro, ni recordamos la nuestra). Aprende de memoria tu mandamiento, Apréndelo, y repítelo cada vez que surja una dificultad. ¡Se van a acabar los problemas cuando cada uno haga su parte delante del Rey! Aunque no te guste, es una orden: Casadas, sujetaos…Maridos, amad…
Ten en cuenta que no dice: “Casadas, sería muy bueno que obedecieran.” No. Es una orden. ¡Y Cristo es el que la da! ¿Te das cuenta cómo se solucionarían muchos problemas que hoy tenemos en casa si en ella se respetasen los principios del reino de Dios?

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