martes, 23 de septiembre de 2008

EL CONTENIDO VENENOSO

No hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios. (Romanos 3:22-23)

La experiencia muestra que existen diferencias entre los seres humanos. No somos todos iguales ni hacemos todos lo mismo. No se puede negar que hay una diferencia entre alguien que pone su talento y sus fuerzas al servicio de los demás y alguien que sólo busca sus intereses y perjudica a sus semejantes.
Bebidas son bebidas, pero un vaso de agua no es lo mismo que una taza de café. Un vaso de gaseosa resulta mucho más barato que una copita de coñac. Nadie va a pretender que todo esto tenga el mismo valor. Pero, si a todas esas bebidas se les echa un poquito de veneno, de repente todas son iguales: todas son mortales y se las debe tirar. Este ejemplo muestra claramente cuál es nuestra condición como seres humanos. No somos todos iguales, pero nuestra naturaleza es exactamente la misma; en todos está y obra el pecado. Por eso, pese a las diferencias, existe el mismo destino para todos: la perdición.
Al atravesar el desierto camino de la tierra prometida, los israelitas no eran todos iguales. Pero, cuando Dios les envió serpientes para castigarlos por sus continuas quejas, todos se hallaron en la misma situación; todos habían pecado y el veneno de las serpientes hacía en todos la misma obra mortíferas en sus venas. Entonces Dios encargó a Moisés que hiciera una serpiente de bronce y la pusiera sobre un asta. Cualquiera que la miraba, viviría; el que no creía la palabra de dios y no la miraba, moría. Acerca de ese suceso Jesús le dijo a Nicodemo: “Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (Juan 3:14-15; Números 21:5-9).

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