viernes, 26 de septiembre de 2008

EL EVANGELIO DE DIOS

No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de dios para salvación a todo aquel que cree. (Romanos 1:16)
Vuestra fe no está fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de dios. (1ª Corintios 2:5)

En la epístola a los Romanos el apóstol Pablo presenta en toda su plenitud: “el evangelio de Dios… acerca de su Hijo” (1:1-3). Primeramente, establece –de la manera más irrefutable- la culpabilidad de todos los seres humanos sin excepción. Sus responsabilidades pueden diferir, pero todos son culpables ante Dios (3:19-22).
Más he aquí que Dios halló un medio de salvar a los hombres y hacerlos capaces de mantenerse en su presencia, y ello sin renunciar para nada a las exigencias de su santidad. Él dio a su Hijo, y Cristo expió los pecados de todos los que creen en él; murió por nosotros, el justo por los injustos. Y ahora somos “justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (3:24). “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (5:1)
Muchos creyentes se contentan con esto. Son salvos y esto les basta. Pero la gran salvación de Dios nos lleva mucho más lejos. En los capítulos 6 y 7 el creyente es liberado de la tiranía del pecado y de su detestable “yo”. En el capítulo 8 es conducido a las luminosas cumbres de la gracia divina: conocido, predestinado, llamado, justificado, glorificado: es todo el plan de dios respecto de él de una eternidad a otra.
En resumidas cuentas, se puede decir que los cinco primeros capítulos de esta epístola a los Romanos nos presentan un evangelio para morir en paz y los capítulos 6 a 8 un evangelio para vivir en paz.

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