jueves, 18 de septiembre de 2008

SUCIOS DESECHOS DE LA VIDA

No hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta. (Hebreos 4:13)

Sin energía no hay luz, ni calor, ni transporte, ni industria, en resumen, ninguna posibilidad de vida –o sólo insuficientes –para los millones de seres humanos de nuestro planeta. Pero las existencias de energía tradicional no son inagotables: por eso la energía nuclear parece ser una magnifica solución para producir electricidad. Mas presente un peligro: la radioactividad. Y el más considerable peligro consiste en los desechos, a cuyas radiaciones el ser humano y su ambiente quedan expuestos durante miles de años. ¿Cómo envasar esos desechos para que no escape ninguna radiación? ¿Dónde guardarlos? ¿En provisorios depósitos en el mar? ¿En países que estén dispuestos, a causa de su pobreza, a aceptarlos mediante adecuada compensación?
¿No tiene esto un parecido con nosotros? Si comprobamos que hay un sucio desecho en nuestra vida, lo envasamos cuidadosamente. Nadie lo sabe ni lo ve… salvo Dios. Ningún secreto, ni un solo piadoso envase resisten al Dios omnisciente. Llegará el día en que todos los pecados se liberarán cuando debamos dar cuenta al divino Juez. Entonces estaremos perdidos, salvo si Dios no puede hallar en nosotros el más pequeño rastro de desecho. ¿Es esto posible? Sí, porque el Señor Jesús murió por nosotros como víctima expiatoria en la cruz. Cuando, en espíritu, nos arrodillamos ante él y le confesamos nuestros pecados mediante la fe en él, somos perfectamente liberados de todo sucio desecho, porque “la sangre de Jesucristo… nos limpia de todo pecado”. Este es el único y seguro camino para ser salvos del más grande peligro existente.

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