viernes, 8 de agosto de 2014

¿EN QUE SUSTENTO MI LIBERTAD?

Todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. Así que, si el Hijo (de Dios, Jesucristo) os libertare, seréis verdaderamente libres. Juan 8:34, 36 ¿Soy realmente libre? ¿Qué es la libertad? ¿Es sencillamente hacer lo que quiero? La Biblia nos lleva al principio, cuando Adán sólo tenía que respetar un mandamiento: no comer el fruto de cierto árbol. Pero comió precisamente de ese árbol. Por este primer acto de desobediencia, que demuestra un deseo de independencia, el pecado y la muerte entraron en el mundo (Romanos 5:12). Jesús nos habla de un joven que reivindicaba su libertad. Pidió a su padre la parte de su herencia y luego se fue a un país lejano donde malgastó todo. Pero allí, libre de ir de desenfreno en desenfreno, se halló en tanta necesidad que incluso deseaba saciar su hambre con la comida de los cerdos (Lucas 15:11-17). La libertad para hacer lo que queremos, ¿nos hace realmente felices cuando dejamos a Dios de lado? Satanás, siempre opuesto a Dios, lo afirma y hace toda clase de promesas. Por su parte, el hombre siempre ha buscado la independencia y evadido las obligaciones. Algunos incluso confunden la libertad con la permisividad e incluso con la impunidad. Los gobiernos crean leyes para tratar de poner ciertos límites a los excesos. Pero en nombre de la libertad uno se hace esclavo. Muy pronto las ilusiones se esfuman y la miseria moral llega inevitablemente. La verdadera felicidad y libertad sólo emergen cuando el hombre reconoce sinceramente su pecado, se arrepiente y se vuelve a Dios para hallar la salvación que da la cruz de Cristo. Para el creyente, la verdadera felicidad no consiste en disfrutar de la vida haciendo lo que le place, sino viviendo con Dios, tratando de hacer lo que le agrada.

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