jueves, 4 de septiembre de 2014

EJERCICIOS ESPIRITUALES PARA UN CUERPO ESPIRITUAL OPTIMO

Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera. 1 Timoteo 4:7-8 En Grecia, en tiempos del joven Timoteo, el ejercicio físico era muy importante: cada mañana los jóvenes ricos iban al gimnasio para practicar diversos deportes. Los animaba la perspectiva de participar en una competencia o incluso de servir como soldados. A eso hace alusión el apóstol Pablo en el versículo del encabezamiento. No desconoce la utilidad del ejercicio físico, pero exhorta a Timoteo a entrenarse metódicamente y con perseverancia para la piedad, a fin de no dejar que su comunión con Dios se interrumpa, para ser guardado en paz e igualmente para poder enfrentarse a las luchas que forman parte de la vida del cristiano. La palabra piedad designa el conjunto de las relaciones que tenemos con Dios: la lectura de la Biblia, mediante la cual Dios nos habla; la oración, a través de la cual hablamos a Dios, y la obediencia como consecuencia de ello. Ejercitarse para la piedad tiene otras consecuencias: las fuerzas que recibimos del Señor son puestas a prueba sobre el terreno, frente a las dificultades y a las tentaciones. Cuando se trata de luchar en nuestra vida cotidiana, la piedad nos mantiene en una buena condición espiritual: no confiamos en nuestras propias fuerzas, porque hemos aprendido a conocer la voluntad de Dios, a ponerla en práctica, sin buscar a nuestro alrededor ayudas ilusorias. “Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre” (1 Timoteo 6:11).

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