sábado, 11 de octubre de 2008

ESTRÉS

Os rogamos… que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos… (1ª Tesalonicenses 4:10-11)

Es una palabra que está de moda. El hombre moderno se siente “estresado” de la mañana a la noche, por lo menos en las ciudades. Tenemos que vivir en un mundo ruidoso y agitado, en medio de las febriles actividades de esta época en la que reina la técnica y corremos el riesgo de hallarnos en el engranaje de una existencia sometida a alta presión, gastando nuestras energías, corriendo de aquí para allá, hasta acabar perdiendo el sentimiento y el valor de las bendiciones eternas.
Jesús dijo: “Ninguno puede servir a dos señores”. “Donde está vuestro tesoro, allí también vuestro corazón” (Mateo 6:24; Lucas 12:34)
Amigos, a quienes abruman las preocupaciones y sinsabores de esta vida, “venid vosotros aparte”, como Jesús proponía a sus discípulos cansados, y permaneced tranquilos, aunque sólo sea por un momento para buscar compañía del Señor, en la cual vuestro espíritu pueda ser reanimado, vuestra fe fortalecida a menudo con gran provecho simultáneo para vuestro cuerpo. Reservaos un apacible tiempo para la oración y la meditación. Recordad la promesa hecha en las Lamentaciones de Jeremías 3:25-26: “Bueno es el Señor a los que en Él esperan, al alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor”. Haced la experiencia de la realidad de estas palabras y pedidle a Dios esa serenidad hecha de confianza, humildad y paciencia, dejándole que él tome en sus manos los problemas que os intranquilizan.

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