viernes, 31 de octubre de 2008

VIVIR MAS, HABLAR MENOS

“Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.” (1ª Corintios 12:4-7)

La primera característica de la revelación de dios al hombre la tenemos en Génesis 1:1 “En el principio Dios creó…” Su primera revelación fue como creador, y en esto no ha cambiado. Fue creador entonces y es creador ahora.

VARIEDAD EN LA MANIFESTACION

Existe una palabra común a estos cuatro versículos citados arriba, y la palabra es “variedad” o “diversidad”. Un Dios creador produce variedad. Usted y yo le serviremos de una manera distinta, tendremos diferentes habilidades espirituales y produciremos resultados diferentes, y es que El promete diversidad hasta el fin.
El camino que conduce al dominio de Dios es estrecho, es el camino de la cruz, mientras que el camino ancho del hombre lleva a la destrucción. El camino estrecho de Dios por Jesucristo, y sólo en El, conduce a la vida. Una vez dentro de ese dominio, el Espíritu Santo produce diversidad. Variedad de dones, de ministerios y de resultados que aparecen en las vidas de los creyentes, una vez se ha entrado por la puerta estrecha.

UNIDAD DE ESPIRITU

Sin embargo, Dios no dice que exista una serie diversa de espíritus santos, y esto es importante tenerlo en cuenta. No existe un Espíritu Santo bautista, otro Pentecostal, otro luterano, otro de la Asociación Internacional de Hombres de Negocios Cristianos, otro de la Iglesia de Cristo y otro para los que tienen una teología de una clase o de otra. Sólo hay un Espíritu Santo que es el de Dios. Dentro del Espíritu Santo de dios hay una tremenda variedad de creatividad que aboca a los hombres por medio de esa diversidad de dones, ministerios y de resultados.
Permítame mostrarle otra lista, sólo que esta vez será de nombres de hombres admirados y respetados como creyentes en Jesús. No existe un Espíritu Santo de Watchman Nee, o de Demos Shakarian, o de Billy Graham, o de John Wesley, o de Keith Miller, o de Oral Roberts, o de Alexander Campbell, o del apóstol Pablo, o de usted, o de mí. Sólo hay un Espíritu Santo que es de dios.
Al leer los nombres de estos hermanos, se nos recuerda que el Espíritu Santo de Dios ha hecho muchísimas cosas diferentes por medio de ellos. ¿Sus dones? Eran distintos. ¿Sus ministerios? Eran diferentes. ¿Los resultados producidos? No fueron iguales. Sin embargo, todos ellos vivieron por el mismo Espíritu Santo.

LOS DONES

¿Qué son los dones espirituales? La palabra “don” proviene del vocablo griego charisma, que a su vez significa un favor que se recibe sin haberlo merecido. Así pues, un don es un instrumento o herramienta que Dios da a un hijo o a una hija suya para llevar a cabo un trabajo determinado. Una herramienta, pero no un arma -¡mucho cuidado con esto!-, porque nunca se dan los dones para destrozar el Cuerpo de Cristo, sino siempre para que éste sea una unidad funcional.
LOS MINISTERIOS

Los ministerios del Espíritu son las destintas formas por las que el Espíritu se relaciona con nosotros. Ministrar significa servir. Y el Espíritu de Dios nos sirve por medio del bautismo del Espíritu, por la plenitud del Espíritu, la guía del Espíritu, el sello del Espíritu, el unigénito del Espíritu y las arras o señal del Espíritu.
Aparte de esto, existen muchos modos por los que nosotros podemos ministrar o servir a los demás. El ministerio de una persona puede que sea muy diferente del de otra y sin embargo los dos estarán dirigidos por Dios. En efecto, incluso hay ministerios a nuestro alrededor con los que a veces no estamos de acuerdo.
Cierto ministro cuando era joven, iba a menudo con su familia de vacaciones a la playa del Lago Superior. Todavía recuerda la ruta a través de Duluth, Minnesota, y cómo por el camino hacia Lutsen había señales pintadas por las rocas de la línea costera con frases como “Jesús salva” y “arrepiéntete o perecerás”.
Aquellas frases pintarrajeadas en las rocas no sólo rompían la ética del paisaje, sino que a él personalmente le fastidiaban, quizá porque nunca le ha gustado la propaganda al aire libre. Sin embargo, pronto dejó de ver con los mismos ojos aquel mensaje de “Jesús salva”, porque años después conoció a un hombre que dio su vida a Cristo gracias a uno de aquellos carteles y el Señor le ha usado muchas veces para mostrar cosas maravillosas, lo cual le ha demostrado que, aunque no esté de acuerdo con esos carteles, no puede tampoco ir tras de ellos.
Lo mismo ocurre con esos predicadores que hablan por la radio mensajes de infierno, fuego y condenación. La verdad que le caen muy mal, y no por que no esté de acuerdo con ellos, sino porque eso de oír lo mismo durante cinco días de la semana para que después pidan ofrenda…
Y sin embargo, hay personas que conocen a Cristo gracias a estas emisiones radiofónicas. Está convencido de que hay personas que necesitan que se les amenace para que por lo menos escuchen, aunque él nunca ha utilizado este método, porque siempre ha estado interesado, en primer lugar, no tanto en el infierno, sino en ese Dios que nos cuida y nos ama tanto, que incluso envió a su Hijo para morir por él y por todos para que pudiésemos llegar a ser nuevas personas, y por eso su ministerio actualmente está dentro de esa línea positiva de proclamar a Jesucristo y su mensaje de amor.
Ahora bien, si habla con alguien que rehúsa a Cristo, ¿sabe usted lo que hace? Le dice cuál es la otra cara de la moneda de Dios, la ira y las llamas para siempre; pero esta cara es el centro de su mensaje, que en realidad es Cristo.
Dios dice que hay diversidad de ministerios; ése es su plan y yo lo acepto completamente, verdad que hace que cuando no estamos de acuerdo con nuestros hermanos los tratemos como creyentes maravillados con los que tenemos que ser UNO.
LOS EFECTOS

Existe una gran diferencia en los efectos, o resultados, o manifestación es del Espíritu Santo. A veces su obra produce un respeto silencioso, mientras que en otras ocasiones hace dar gritos ruidosos de ¡Adelante!, ¡Gloria al Señor! Hay otras cuando el Espíritu de Dios obra un arrepentimiento sincero en los corazones de las gentes, manifestando por abundantes lágrimas y sollozos, mientras que hay otras ocasiones cuando las personas ríen gozosas ante su presencia. Su obra a veces produce sorpresa, otras la realización de algo que todos esperaban iba a pasar; en ocasiones el Espíritu trabaja rápidamente y en otras despacio; a veces su respuesta es afirmativa y en otras negativa.

¿POR QUÉ LAS MANIFESTACIONES DEL ESPÍRITU?

El apóstol Pablo, una vez presentado las tres manifestaciones del Espíritu: los dones, los ministerios y los efectos, dio un principio que ha sido olvidado por una gran parte de la Cristiandad. El propósito principal de la obra del Espíritu Santo hoy en día es la mutua edificación del Cuerpo de Cristo y no el brillo personal de aquellos por los que el Espíritu obra. Pues aunque existe una recompensa muy personal para el creyente que ejercita su don o toma parte en un ministerio, la obra del Espíritu Santo sirve para el bien común de todo el pueblo de Dios. “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho” (1ª Corintios 12:7)
Cuando estoy en medio de un trabajo o empresa evangelística, me encuentro francamente muy realizado, porque creo que éste es mi llamamiento número uno, y cuando me encuentro más feliz es precisamente cuando ayudo a las personas a entrar en el Reino de Dios. Pero sé perfectamente que mis hermanos que tienen el don de la enseñanza dicen lo mismo en cuanto a su trabajo didáctico, a la hora de explicar la Palabra de Dios a sus compañeros en el Cuerpo de Cristo. Los que pueden ejercitar el don de lenguas también se sienten profundamente felices y se acercan al trono de Dios por medio de las lenguas desconocidas. Y los que se dedican a ayudar a los demás, dirán que es más bienaventurado dar que recibir, y que ayudar a los demás, sobre todo a los hermanos de la fe, tiene su propia recompensa.
Pero, por muy reales que sean estas impresiones personales, lo más importante es la edificación del Cuerpo de Cristo. En esta era existencialista en que tanto se habla de lo que implica a uno personalmente, es muy necesario no olvidar lo que pueda implicar al Cuerpo de Cristo, o incluso a dios, porque también forma parte del programa.

¿RETÓRICA O REALIDAD?

Muchas veces nos enamoramos de las palabras y no de lo que esas palabras quieren decir. Por ejemplo, una de esas palabras o conceptos clave hoy en día es el bautismo del Espíritu Santo. En algunos círculos el mero hecho de mencionarla produce una tremenda reacción en contra, mientras que en otros, al nombrarla, se recibe un caluroso aplauso. Ciertamente, “bautizados con el Espíritu” es una frase que tiene un valor dentro de las páginas de la Sagrada Escritura, pero alegrémonos de su significado y no tanto de su uso en un lugar o en un momento determinado.
LA PROMESA DE JESUS

En Hechos 1:5, Jesús prometió a sus discípulos: “seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días”. La palabra “bautizar” es una traducción del vocablo griego bautizo, que significa sumergir, zambullir o identificarse con. La palabra “bautizar” es, zambullir o identificarse con. La palabra “bautizar” es, pues, la mejor palabra para darnos el concepto propio de aquel vocablo griego.
Todos los eruditos bíblicos están de acuerdo en que el bautismo a que se refería Jesús se cumplió el día de Pentecostés. Pero aquí nos encontramos ante un fenómeno interesante. El día de Pentecostés –tal y como leemos en Hechos 2- tuvo efecto la promesa de Jesús; pero, sin embargo, la palabra de Dios nos narra aquel acontecimiento así:

“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban
todos unánimes juntos. Y de repente vino del
cielo un estruendo como de un viento recio que
soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban
sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas,
como de fuego, asentándose sobre cada uno
de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y
comenzaron a hablar en otras lenguas, según el
Espíritu les daba que hablasen.”
(Hechos 2:1-4)

La palabra que así se usa para describir la promesa hecha por Jesús es “llenos”; ¿quiere decir que alguien quitó la palabra baptizo? Nada de eso. Lo que ocurre es que Dios es más grande que las palabras; El no se puede confirmar, encerrar, en un simple término del vocabulario humano. Dios se mueve dentro del área de la verdad y de la realidad y las palabras sólo sirven para describir lo que El hace. ¿Es esto, sin embargo, darles la razón a aquellos que preferirían no hablar del bautismo del Espíritu Santo? Nada de eso, pues simplemente significa que Dios está más allá de esa frase limitada como puede ser “bautizado con el Espíritu Santo”.
Al final del capítulo 2 de Hechos, cuando Pedro estaba terminando su sermón, los oyentes se encontraban en una disposición excepcional para aceptar lo que les estaba diciendo, y por eso le preguntaron: “Varones hermanos, ¿qué haremos?” Pedro les dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros lo que están lejos…” (Hechos 2:37-39).
Cuando Pedro acabó de hablar, muchísima gente fue bautizada con el Espíritu Santo; allí no se hizo mención alguna sobre el hablar en lenguas desconocidas, pero sabemos que aquello fue el bautismo del Espíritu, porque se mencionó la palabra “promesa” y Jesús prometió el bautismo del Espíritu. ¿Ha visto usted ya cuál es la palabra que falta? La palabra que no se dice en este pasaje es “bautizados”, porque en su lugar vemos la frase petrina de “recibiréis el don del Espíritu Santo”. ¿Por qué? ¿Por qué no se dijo “bautizados con el Espíritu Santo”.? Pues no lo sabemos, al menos, claro, que tengamos un Dios que no depende en absoluto de los términos humanos. Dios no es parcial en cuanto a términos y palabras, sino en cuanto a la verdad, y es que su propósito principal es llenar con su Espíritu Santo a las personas, y lo hace con Vida y no con palabras.
Sigamos adelante en el libro de Hechos y veamos los resultados de aquella promesa del Señor Jesucristo sobre el bautismo del Espíritu Santo, porque, como verá usted, muchas más variaciones surgirán, en cuanto a palabras se refiere, sobre la manera de describir el cumplimiento de su promesa original. Veamos Hechos 8:14-17:

“Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén
oyeron que Samaria había recibido la palabra
de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los
cuales, habiendo venido, oraron por ellos para
que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no
había descendido sobre ninguno de ellos, sino
que solamente habían sido bautizados en el
nombre de Jesús. Entonces les imponían las
manos y recibían el Espíritu Santo.”

En este pasaje se usan dos verbos para describir la acción del Espíritu Santo; estos verbos son: “descender” y “recibir”. Hay aquí que tener en cuenta que aquéllas eran personas a las que nunca se les había dado el Espíritu Santo y que, sin embargo, en aquellos momentos lo estaban recibiendo. En efecto, éste es otro cumplimiento directo de la antigua promesa del Señor Jesús hecha en Hechos 1, y aquí también vemos expuesta la verdad sobre el bautismo del Espíritu, pero con palabras distintas.
En hechos 10 vemos cómo la obra del Espíritu Santo se extiende al mundo gentil por medio del apóstol Pedro. El hombre que surge como prueba A en este caso es Cornelio, un comandante militar de un regimiento italiano. Pedro, guiado por una visión de dios, va y lleva el Evangelio de Cristo a este hombre y a su servidumbre. Mientras Pedro hablaba, el Espíritu Santo descendió sobre el grupo de personas reunidas y condujo a toda la familia a aceptar al Señor Jesús. También aquí se cumple la promesa de Jesús en Hechos 1, aunque la terminología sea distinta, porque en esta ocasión los verbos que se emplean para describir la obra del Espíritu son: “caer” y “derramar”; pero veamos el pasaje completo:

“Mientras aún hablaba Pedro estas palabras,
el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían
el discurso. Y los fieles de la circuncisión que
habían venido con Pedro se quedaron atónitos
de que también sobre los gentiles se derramase
el don del Espíritu Santo. Porque los oían que
hablaban en lenguas, y que magnificaban a
Dios. Entonces respondió Pedro: “¿Puede, acaso,
alguno impedir el agua, para que no sean
bautizados éstos que han recibido el Espíritu
Santo también como nosotros?” (Hechos 10:44-47)

La última vez que en el libro de los Hechos vemos al Espíritu Santo descender sobre personas que hasta aquellos instantes no habían sido creyentes es en el capítulo 19. Aquí se trata de un grupo de creyentes según el antiguo pacto, discípulos de Juan el Bautista. Aquellos hombres conocían muy bien las promesas de Dios, pero no conocían al Hijo de Dios, quien había sido el cumplimiento de tales promesas, de tal modo que cuando Pablo les preguntó si habían recibido el Espíritu Santo, se quedaron boquiabiertos, pues nunca en la vida habían oído hablar del Espíritu Santo. Más o menos, sabían que Jesucristo no tardaría en llegar al mundo, pero lo que no se imaginaban es que hubiera llegado ya. Aquí vemos lo que pasó:

“Aconteció que entre tanto que Apolos estaba
en Corinto, Pablo, después de recorrer las re-
giones superiores, vino a Efeso, y hallando a
ciertos discípulos, les dijo: “¿Recibisteis el Es-
píritu Santo cuando creísteis?” Y ellos le di-
jeron: “Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu
Santo.” Entonces dijo: “¿En qué, pues, fuisteis
bautizados?” Ellos dijeron: “En el bautismo de
Juan.” Dijo Pablo: “Juan bautizó con bautismo
de arrepentimiento, diciendo al pueblo que cre-
yesen en aquel que vendría después de él, esto
es, en Jesús el Cristo.” Cuando oyeron esto.
fueron bautizados en el nombre del Señor Je-
sús. Y habiéndoles impuesto Pablo las manos,
vino sobre ellos el Espíritu Santo, y hablaban
en lenguas y profetizaban.” (Hechos 19:1-6)



El quid de aquella conversación entre Pablo y los discípulos del Bautista estaba en el hecho de que no es suficiente arrepentirse, sino que se necesita recibir la nueva vida en Cristo, y así ocurrió con aquellos hombres. Y cuando Pablo les impuso las manos para que recibiesen el Espíritu Santo, el verbo que se emplea es “venir”, y una vez “vino” sobre ellos, empezaron a hablar en lenguas y a profetizar. También aquí es un cumplimiento de la promesa de Jesús en Hechos 1, aunque no se emplee todavía la palabra “bautizar”. ¿Significa que no fueron bautizados con el Espíritu? NO; el Espíritu vino sobre ellos y hablaban en lenguas. La vida estaba allí presente, aunque la palabra “bautizar” no estuviese.
Estos ejemplos que hemos dado nos hacen pensar detenidamente si no estaremos mirando al árbol de la ciencia del bien y del mal, al mismo tiempo que miramos el árbol de la vida verdadera, cuando tratamos de usar las palabras y los sonidos más correctos para describir lo que sucede con el Espíritu Santo.

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